Cuando el presidente Álvaro Obregón (1920-1924) encargó a José Vasconcelos (Secretario de Instrucción Pública del 12 de octubre de 1921 al 2 de julio de 1924) rescatar de las de ruinas al sistema educativo mexicano, el gran oaxaqueño realizó una de las más grandes y ejemplares Reformas Educativas y Culturales en México e Iberoamérica en la primera mitad del siglo XX. Vasconcelos impulsó la educación popular y “su mayor interés fue el estímulo a la educación como único medio para alcanzar la meta del desarrollo, el progreso y el bienestar de los pueblos”, tal como subrayó el Dr. Javier Ocampo López.
Uno de los factores que impiden que México avance, acaso el principal, es la educación. El denominador común de todos los países desarrollados es la educación de calidad en todos sus niveles. Comparado con otros países, el deficiente nivel del sistema educativo de México sólo ofrece una conclusión: rezago.
Una muestra reciente y fehaciente: los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, mejor conocido como PISA, que se realiza cada trienio a estudiantes de 15 años de edad, a propuesta de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En su última edición (2015) los temas fueron ciencias, matemáticas y lectura. En México reprobamos. Además, la prueba ubicó la calidad educativa de nuestro país por debajo del promedio mundial.
PISA evalúa qué tanto los estudiantes a punto de concluir sus estudios obligatorios tienen conocimientos y habilidades básicas para convertirse en parte productiva y no pasiva de la sociedad. Esto es, su capacidad potencial para cursar la licenciatura profesional en cualquier especialidad.
A la luz de los resultados, la OCDE recomendó a México reforzar la importancia de los docentes, generar estándares claros para la impartición de programas que garanticen una mejor formación de los profesores y definir estructuras que apoyen a la gestión académica. Es decir, el primer punto son los maestros, hacer de ellos “líderes de la comunidad”, diría Vasconcelos. El segundo punto, no por eso menos importante, es hacer de cada escuela una “casa del pueblo”.
Desde enseñar a los niños a leer, escribir (y aun hablar) correctamente, hasta dotarlos de las capacidades (y las herramientas) que permitan planear todos los niveles de su educación: primaria, secundaria, preparatoria, escuelas técnicas y universidades. Pero además del avance y el desarrollo de sociedades y ciudadanos, la educación hace más libres a los seres humanos.
Así entendemos en Movimiento Ciudadano los resultados del sondeo realizado por el diario Reforma entre mil 500 estudiantes de 15 universidades públicas y privadas de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, publicado el 17 de abril pasado, tema de las páginas centrales en esta edición de El Ciudadano. La juventud mexicana espera oportunidades educativas que le garanticen el futuro. Se las merece.