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Gianni Versace: Las balas no detuvieron la Revolución de la Moda

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a mañana del 15 de julio de 1997, el diseñador italiano Gianni Versace fue asesinado a balazos en la puerta de su mansión en Miami. Andrew Cunanan, un asesino en serie que encabezaba la lista de los diez más buscados por el FBI, le disparó a quemarropa en el cuello y el pecho, dejando tras de sí una escena que parecía salida de alguna película hollywoodense: el cuerpo inerte de Versace yacía al lado del cadáver de una paloma blanca, cubriendo de sangre los escalones de su mansión.

Nacido en Calabria, Italia, en 1946, Gianni incursionó desde muy pequeño en el mundo del diseño de modas, ayudando a su madre a conseguir hilos y piedras preciosas para los vestidos que confeccionaba. Después de un breve lapso en el que estudió la carrera de arquitectura, decidió trasladarse a Milán para dedicarse de lleno al universo de la moda. Su éxito fue casi instantáneo y poco tiempo después, en 1976, creó su propia marca, Versace, con el apoyo de Santos, su hermano mayor.

Para la década de los ochenta, Versace se había convertido en una marca de fama mundial, en parte gracias a las relaciones que su creador había formado con personajes influyentes del mundo del espectáculo, lo cual le permitió vincular la moda con la industria musical y del entretenimiento. Por otro lado, su estética barroca, sobrada y escandalosa, llena de colores, grecas y símbolos, apareció en la época de Ronald Regan y el consumismo ilimitado en Estados Unidos, cuando la ostentación del lujo comenzó a formar parte de la identidad de las estrellas y, por supuesto, de todos los que buscaban parecerse a ellas. El fenómeno no fue pasajero, por el contrario, fue permeando con el paso del tiempo, al punto de que se atribuye al diseñador italiano la creación del fenómeno de las súper modelos a principios de los noventa.

La estética de Versace contrastaba con la sobriedad que hasta entonces distinguía a la clase acomodada, pero los yuppies y los nuevos ricos necesitaban diferenciarse y Gianni fue el único diseñador que les dio esa oportunidad, no por haber visto un muy buen nicho de mercado sino porque él mismo se identificaba con su estilo. Según el diario español El País “Gianni Versace siempre atribuyó el ‘gusto por lo vulgar’ a su educación en el barrio rojo de Calabria, al sur de Italia, donde convirtió el taller de costura de su madre en su patio de juegos y el aspecto de las prostitutas que se vendían calle abajo en un código estético para nuevas ricas”.

Pero el diseñador no se limitó a encasillarse en hacer moda para gente rica. Así como su personalidad, sus diseños estaban llenos de contrastes: era amante del cubismo y del Art Déco, cinéfilo y ferviente lector de los clásicos (de ahí el símbolo de la Medusa que le dio identidad a su marca, convirtiéndose en un referente obligado en el sector de la moda). Así logró diseñar vestuarios para óperas clásicas, obras de teatro y películas, lo cual añadió credibilidad y prestigio a su marca en otro sector de la sociedad.

En veinte años, Gianni Versace logró una fama sin precedentes en la historia de la moda de EE. UU. y, por supuesto, de Italia, donde desde 1986 el entonces presidente Francesco Cossiga le había otorgado el título de Comendador de la Orden al Mérito de la República Italiana. Un sinfín de reconocimientos y galardones se sumaron a ese título durante dos décadas hasta que, a los cincuenta años, Andrew Cunanan cortó de tajo la vida de celebridad que para entonces llevaba el diseñador.

Fue quizá después de su muerte cuando el mundo entero logró apreciar el grado de fama y admiración que Versace había alcanzado en el sector de la moda y el arte. Además de los homenajes que muchos artistas le dedicaron en pasarelas, colecciones, discos y conciertos, se montaron exposiciones en los museos más prestigiosos del mundo, como el de Artes Decorativas de París o el MET de Nueva York; incluso, en el décimo aniversario de su muerte se presentó un ballet escrito especialmente en su nombre en el Teatro de La Scala, en Milán: Thanks Gianni, With Love, realizado por el coreógrafo francés Maurice Béjart, para quien Versace diseñó varias piezas.

Un crimen americano con nombre, pero sin respuesta

Cinco días después de haber disparado contra Versace, Andrew Cunanan se suicidó de un tiro en la cabeza con la misma pistola con la que había matado al diseñador. La policía de Miami que había vinculado a Cunanan con el homicidio desde esa misma tarde a causa de un testigo que lo había perseguido hasta un estacionamiento donde se cambió de ropa y robó un auto, informó que se trataba de un asesino en serie que figuraba en la lista de los diez más buscados por el FBI al haberlo encontrado culpable de otros cuatro asesinatos: el de un ingeniero y un arquitecto de Minneapolis, un empresario inmobiliario de Chicago y un celador del cementerio de Pennsville, Nueva Jersey.

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Cunanan permaneció oculto en Miami durante cinco días, escondido o burlando a la policía, quien recibía cientos de llamadas de informantes que lo habían visto en bares, en la playa e incluso en el mismo funeral de Versace, tal vez disfrazado de mujer. El descaro del asesino en serie encendió focos rojos en el medio más poderoso de la industria estadounidense y también en el más segregado; por un lado, los astros de la música, el cine y el modelaje lloraban la muerte de un personaje al que consideraban “uno de los suyos”, y por otro lado, la comunidad gay de Miami vivía la angustia de un asesino suelto que podía estar buscando su siguiente víctima, además de sufrir el acoso de la policía en sus intentos infructuosos por atrapar al perpetrador del crimen. Finalmente, ni la policía ni el FBI pudieron resolver los crímenes cometidos por Cunanan, tuvieron que conformarse con mostrar su cadáver y reconocer que el móvil de los asesinatos seguiría siendo un misterio.

Ante la incertidumbre surgieron varias hipótesis sobre el motivo del asesinato de Versace, algunas se fueron descartando por falta de evidencia y otras continúan siendo tema de discusión. La primera fue la del robo, cuando instantes después del crimen la policía sugirió que el asesino quiso robar la cartera de Versace, donde el diseñador llevaba más de 1,200 dólares en efectivo, pero cuando el nombre de Andrew Cunanan surgió en las investigaciones, la hipótesis perdió sentido.

Sobre el motivo que tuvo Andrew para disparar contra Gianni se dijo que podía tratarse de un hombre desesperado por conseguir fama y asegurarse un lugar en la historia, pero cuando las investigaciones arrojaron que Versace y su pareja Antonio D’Amico contrataban prostitutos en común acuerdo, se especuló sobre la versión de que Andrew había sido contratado por la pareja y tiempo después había descubierto que tenía VIH, por lo que el asesinato podía tratarse de una venganza contra quienes pudieron haberlo contagiado. Tiempo después el peritaje arrojó que Andrew no estaba infectado por el virus del VIH al momento de su muerte.

Finalmente, el cadáver de la paloma blanca junto al cuerpo de Versace dio lugar a una especulación sobre un ajuste de cuentas de la mafia italiana. El diario ABC afirma que “no se encontró ninguna otra prueba que apoyara esta teoría, así que fue olvidada hasta que en 2010 se publicó el libro Metastasi, de Gianluigi Nuzzi y Claudio Antonelli. En él, Giuseppe Di Bella, un antiguo miembro de la mafia calabresa (e informante de la policía) aseguró que el asesinato del modisto fue un ajuste de cuentas ordenado por el padrino Paolo de Stefano, con quien tenía deudas pendientes el diseñador, ya que la firma de Versace era una vía para blanquear dinero. Pero sus declaraciones no quedaron ahí. Di Bella también aseguró que existía un plan para robar las cenizas de Versace para chantajear a su familia”. Esto último nunca sucedió.

Cada una de las hipótesis generó revuelo en su momento, pero ninguna pudo probarse. El mismo diario relata que después de varios meses de investigación y con un informe de 700 páginas, el jefe de la policía de Miami, Richard Barreto, tuvo que reconocer que habían andado en círculos y terminado en el mismo punto en el que comenzaron: “No podemos establecer un motivo. Podría ser un robo. Podría ser el hecho de Andrew Cunanan buscando fama tiroteando a una persona de este calibre. Podría ser venganza. A todos nos gustaría saberlo, especialmente en un caso de perfil alto como este. Desafortunadamente, la verdadera respuesta es que nos hemos hundido con el barco, por decirlo de alguna forma”.

American Crime Story: La serie que revivió el escándalo

Veinte años después del asesinato de Versace y el suicido de Cunanan, la segunda entrega de American Crime Story revivió el caso en una serie que no se trataría sobre la vida de Gianni Versace, sino sobre su muerte. Para la filmación, el productor Ryan Murphy se basó en el libro de no ficción Vulgar Favors: Andrew Cunanan, Gianni Versace, and the Largest Failed Manhunt in US History, publicado por Maureen Orth en 1999. En entrevista para el diario La Nación, Murphy afirmó: “Desde luego que fue un asesinato político, Cunanan era una persona que se enfocaba en gente específicamente para avergonzarla y exponerla, y para obtener alguna forma de venganza por una vida que sentía que no podía vivir”.

“En medio de tiempos felices, Clinton en la Casa Blanca, prosperidad económica, energía creativa y cultural, el asesinato de Versace fue la puñalada que nos recordó que seguíamos perseguidos. Que la política de no hagas preguntas ni des respuestas no era la solución para nuestros problemas”, añadió Murphy en un artículo publicado por El País.

Además de la esfera política estadounidense, Murphy condena el rechazo a la comunidad gay en otra de sus máximas fuerzas de identidad, tal como reseña El mundo, “la famosa política del ‘don’t ask, don’t tell’ que durante años mantuvo el ejército norteamericano respecto a sus miembros homosexuales, muestra en ‘American Crime Story: el asesinato de Gianni Versace’ su cara más repugnante”.

Murphy se centra en la historia de Cunanan para mostrar la creación de un monstruo producto de otro, el de la sociedad estadounidense y su sueño americano, encarnado en su mejor cara por un diseñador muerto y en su contra parte por un asesino en serie. Versace y Cunanan aparecen en American Crime Story como dos caras de la misma moneda. “Murphy toma a su personaje principal como un pretexto para hablar sobre la sociedad estadounidense de los noventa, donde su apariencia liberal esconde algunas de sus fobias más profundas. Si el caso de OJ Simpson mostró una faceta del racismo que se creía erradicada, la corta vida de Cunanan sirve para exponer a una comunidad homosexual lejana a la convulsión de los ochenta, donde su lucha por la vida en plena crisis del VIH los llevó a tomar acción y alzar la voz, pero aún discriminada casi sistemáticamente”, afirma Andrés Olascoaga en un artículo publicado en la revista Gatopardo.

El legado de Versace

Se supo que después de la muerte de su fundador, el emporio Versace pasó por épocas turbulentas con Santos y Donatella, hermanos de Gianni, a la cabeza. Sin embargo, bastaron algunos años y una visión comercial que abarcara otros nichos de mercado para que la marca volviera a reclamar su lugar en el imperio de la moda.

Pero más allá de la visión empresarial de la familia y de la lucha que libraron para mantenerla a flote, el legado de Gianni Versace continúa presente por haber roto paradigmas, revolucionado la moda y sus pasarelas, y empoderado a sectores de la sociedad que habían sido (y continúan siendo) vapuleados por un sistema patriarcal y discriminatorio.

Por un lado, su estética encasillada en el estilo vulgar polarizó al mundo de la moda, algo que él aceptaba como un cumplido, incluso con sus pares: “Giorgio Armani contó que en una ocasión Gianni le dijo: ‘Giorgio, tú vistes a las mujeres elegantes, y yo a le zoccole -a las prostitutas-’” narra el diario El País. Pero al mismo tiempo declaraba: “Mis vestidos van dirigidos a mujeres de hoy, sin nostalgias, inteligentes, que no tengan miedo a los colores y a las faldas cortas”. Lo que en realidad estaba destapando Versace a través de sus diseños era el juicio autoimpuesto de las propias mujeres, y lo que logró con los años fue empoderarlas, algo que comenzó a suceder desde que fabricó el fenómeno de las súper modelos y que llegó a esferas como la realeza, cuando la propia Diana de Gales, según el diario citado, apareció “con un vestido negro que causó sensación y supuso un golpe de Estado en su armario tras su separación de Carlos de Inglaterra”.

Si la estética de Versace, y su reconocimiento como figura de autoridad, abrió las puertas para transformar el modo en que las mujeres eran vistas y, sobre todo, en el que se veían a sí mismas, algo semejante logró con la comunidad homosexual e incluso la heterosexual masculina. “Gianni Versace fue, con seguridad, quien despojó de reserva, y sobre todo de reticencia, a la belleza del hombre. La moda masculina temió durante años el malentendido homosexual; hoy viste a los modelos con tacones de aguja, collares y faldas en un delirio de afeminamiento. Versace, en cambio, reveló a los hombres el poder de la belleza viril, como había hecho con las mujeres. El vínculo establecido entre el modista, los grandes fotógrafos y los maravillosos modelos jóvenes transformó el gusto y la imagen homosexual en un hecho de comunicación y de mercado” reflexiona Natalia Apesi en El país.

Finalmente, Gianni Versace fue un diseñador incómodo, un creador de polémica, genio y salvador para algunos, farsante y peligroso para otros; pero lejos de subjetividades lo que queda claro es que fue un vanguardista que innovó en muchos aspectos del arte y la moda. Sin embargo, ser la punta de lanza siempre implica un doble filo, algo que recuerda la revista Vogue como un vaticinio fatal, justamente en su último desfile: “[…] fue el de hombre primavera-verano, un desfile-performance ideado por el coreógrafo Maurice Béjard y basado en la idea de un hombre asesinado por una mujer. Paradojas del destino, la propia Naomi Campbell apareció en el desfile con una pistola”.