Es necesario, oportuno e ineludible construir una Agenda Nacional que contenga los grandes temas que como mujeres hemos debatido e identificado como impostergables
El Colegio de México (COLMEX) publicó el informe Desigualdades en México 2018, en el que realiza un análisis de este fenómeno desde el año 2000 hasta la actualidad. En este informe se acentúa claramente que combatir la desigualdad es el reto más importante para la sociedad mexicana, las instituciones y el gobierno, debido a su impacto en la economía y la integración social.
Este análisis considera los legados que ha venido arrastrando y heredando la desigualdad en educación, ingreso y movilidad, así como en el campo laboral. Además, plantea los nuevos desafíos para la equidad, que van desde la migración de retorno y desigualdad hasta el cambio climático. Este estudio compara también cada una de las agendas electorales en sus diferentes plataformas, vislumbrando de qué forma proponen las coaliciones abordar y abatir esta problemática en nuestro país.
Conforme vamos avanzando en la lectura del informe Desigualdades en México 2018, teniendo muy presente que la Constitución Mexicana establece que “hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y somos iguales ante ley’’, vamos entendiendo que ni siquiera entre personas del mismo sexo, mujeres u hombres, tenemos las mismas oportunidades ni las mismas desigualdades. Por lo que nos deja claro que no es el mismo contexto de desigualdad el que sufre una mujer indígena de Chiapas que el de una mujer de la Ciudad de México o una mujer de Ciudad Juárez. Ni siquiera dentro de una misma demarcación territorial: no es la misma desigualdad la que vive una mujer que radica en la alcaldía Álvaro Obregón que la de una mujer que radica en Xochimilco, por lo que la acción pública debe ir dirigida a promover la igualdad sustantiva ente hombres y mujeres, considerando además los contextos locales específicos de cada género sin fórmulas absolutas.
Nos confirma que las mujeres continúan siendo quienes perciben menores ingresos en este país, situación que se agrava para las que pertenecen a la población indígena, quienes enfrentan las mayores dificultades para conseguir acceso a oportunidades y desarrollo. Entre estas dificultades, el acceso a la información continúa siendo la más severa, por ejemplo, durante las primeras décadas del siglo XX las mujeres asistían a la escuela en menor medida que los hombres, y aunque esto se ha ido reduciendo, en la actualidad la persistencia de estereotipos de género influye en las decisiones de elección de carrera, pues las mujeres tienden a inclinarse por profesiones menos “técnicas’’ como la educación y la salud.
Del total de personas que tuvieron acceso a la educación superior del año 2000 al 2018, el 87.8 por ciento de los hombres participan en la economía, en comparación con el 69.3 por ciento de las mujeres, debido a que las mujeres nos seguimos ocupando del trabajo no remunerado, conocido popularmente como “los quehaceres del hogar”. Esta situación afecta nuestra independencia económica, pues del 20 por ciento de las mexicanas adultas que fueron a la universidad, más de un millón no utilizará sus conocimientos en algún trabajo remunerado, volviéndose dependiente de un hombre. El acceso equitativo a buenos empleos con buenos salarios es crucial para mejorar la calidad de vida de las mujeres, así como compartir el 50 por ciento del espacio público y del espacio privado con los hombres.
Las desigualdades en el ingreso son más graves para nosotras en cualquier clase social. Quienes nacen en condiciones privilegiadas son más propensas a descender en la escala socioeconómica que un hombre, y las que nacen en hogares con pobreza difícilmente saldrán de una marginación en la vida adulta. Asimismo, hay que tomar en cuenta que desde el 2000 las oportunidades de obtener empleos de calidad se encuentran en extinción, y quienes cuentan con uno son sometidos y sometidas a no tener acceso a seguridad social o a un contrato, y si lo tienen es temporal o, en el peor de los casos, ganan menos de un salario mínimo.
Una mujer mexicana tiende a alcanzar menos oportunidades en la escala social a lo largo de su vida, lo cual le provoca además un estado de vulnerabilidad ante diferentes riesgos que tendrá que enfrentar durante su vida. Una quinta parte de las mexicanas con estudios universitarios, es decir, más de un millón, no tiene una ocupación remunerada y se dedica principalmente a trabajos de cuidado. Esta desigualdad se encuentra más arraigada en las mujeres pobres, pues las mujeres de clase media y alta pueden contratar a otras personas y enfocarse en su vida profesional.
Por otro lado, el cambio climático afecta de manera desproporcionada a las mujeres, por ejemplo, en cuanto a la pérdida de tierras y propiedades; en particular en los lugares donde las mujeres tienen restricciones en derechos de propiedad o dependen de los bienes comunitarios. Otras afectaciones se ven reflejadas en la escasez de recursos ambientales, inseguridad alimentaria, vulnerabilidad económica y deterioro de la salud.
Este informe culmina haciendo una revisión a las distintas plataformas electorales del 2018 en México, a partir de la cual podemos afirmar que es necesario un cambio de régimen que garantice la igualdad de condiciones para ejercer las libertades, así como un sistema económico incluyente que disminuya las desigualdades. También se requieren propuestas substanciales y no superficiales para combatir la desigualdad y que ocupen un lugar prioritario en todas las instituciones de gobierno.