Luis Donaldo Colosio Murrieta, con quien tuve una grata y franca amistad, lo asesinaron en Lomas Taurinas, Tijuana, el miércoles 23 de marzo de 1994, hace ya 25 años, cuando concluía uno de los exitosos mítines de su campaña como candidato del PRI a la presidencia de la República.
En este XXV aniversario luctuoso, el priismo, náufrago de sus propios vicios, errores y abusos, lamentará más que nunca la muerte del político sonorense.
Diecisiete días antes del artero crimen, el domingo 6 de marzo, bajo la bóveda del Monumento a la Revolución, Donaldo (como lo llamaban coloquialmente sus amigos), vislumbró con claridad el cambio que necesitaba México y que podría resumirse en 128 palabras:
“Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos. Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y democrático.
“Reformar el poder significa fortalecer y respetar las atribuciones del Congreso Federal.
“Reformar el poder significa hacer del sistema de impartición de justicia, una instancia independiente de la máxima respetabilidad y certidumbre entre las instituciones de la República.
“¡México no quiere aventuras políticas! ¡México no quiere saltos al vacío! ¡México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron ser ineficaces! ¡México quiere democracia, pero rechaza su perversión: la demagogia!”
La resonancia de estas audaces palabras acompañó a Colosio en todos los tonos y con todos los matices durante más de dos semanas de campaña electoral, hasta que un cobarde disparo le quitó la vida.
Apenas se esparció la noticia de que Luis Donaldo había muerto, las aves de rapiña que aún actúan en el sistema político mexicano revolotearon ante la inminente sustitución del candidato asesinado y se entregaron afanosamente a una vieja y siniestra costumbre: amarrar navajas y despertar celos, a fin de eliminar presuntos obstáculos y arropar a “su elegido”.
Cuatro días después del crimen, uno de los blancos de esa rapacería, mi amigo José Francisco Ruiz Massieu, me envió a domicilio una carta fechada el domingo 27 marzo de 1994 (misma que conservo, al igual que un posterior mensaje manuscrito). La reproduzco textualmente:
“Estimado Luis:
“En relación a comentarios privados, y en algunos casos de prensa, sobre la posibilidad de que participe en la nominación del candidato a sustituir al Lic. Luis Donaldo Colosio, cuya desaparición todavía hoy, y para siempre, habremos de llorar quienes lo conocimos, debo expresar que mi condición, en todo momento equívoca (sic), de ex cuñado del actual mandatario, Lic. Carlos Salinas de Gortari, en un sistema como el nuestro, sin considerar otros elementos de juicio, porque ello sería ocioso, hace imposible siquiera imaginar tal cosa.
“En todo caso, junto con las innumerables personas que tuvieron afecto a Luis Donaldo y compartieron las ideas que expuso a lo largo de su vida pública y de su campaña, especialmente con tanto valor el 6 de marzo pasado, espero contribuir a que esas ideas puedan llevarse a la práctica con la mayor celeridad.
“Te agradeceré me publiques estas líneas. Muy afectuosamente”. La carta apareció íntegra en el diario Unomásuno, del que yo era entonces director general.
Ernesto Zedillo Ponce de León fue el agraciado que reemplazó la candidatura de Luis Donaldo Colosio. Triunfó en las elecciones del domingo 3 de julio.
La mañana del miércoles 28 de septiembre de ese año fatídico, un tal Daniel Aguilar Treviño le disparó a José Francisco Ruiz Massieu (confesó que le pagaron 50 mil pesos por hacerlo) cuando salía del hotel Casa Blanca, en la calle de Lafragua (a un lado del Monumento a la Revolución, en la Ciudad de México), y lo mató. Había asistido a una reunión con 180 diputados priistas electos, de los cuales iba a ser coordinador. Ya no pudo contribuir a que las ideas de Luis Donaldo Colosio pudieran “llevarse a la práctica con la mayor celeridad”. Estorbó.
Varios políticos resultaron involucrados en el asesinato de Ruiz Massieu. Entre ellos Raúl Salinas de Gortari (hermano del presidente Carlos Salinas), detenido por el comisionado Pablo Chapa Bezanilla y después liberado; el entonces diputado federal Manuel Muñoz Rocha, y los hermanos Jorge y Fernando Rodríguez González, ambos sentenciados a 50 años de prisión.
Claudia Ruiz Massieu Salinas, hija de José Francisco y de Adriana Salinas de Gortari, es actualmente presidenta del PRI.