Sin lugar a dudas uno de los retos de mayor trascendencia, tanto a nivel nacional como universal, es el que concierne al acelerado proceso de degradación de los ecosistemas. El manejo inadecuado de los residuos sólidos (basura) que se generan día con día quizá sea el tema que mayor impacto genera, tanto en los suelos como en los cuerpos de agua y en la atmósfera (sobre todo si se incineran). Para nadie es un secreto la aseveración de Miguel Valencia en ECOMUNIDADES, que “los autos, los aviones, los trenes de alta velocidad, los tráileres y los cargueros, así como el consumo de electricidad, plásticos y carnes rojas son los principales enemigos del clima”.
Lo anterior pese a que desde hace décadas se han construido los recursos jurídico legales y se han implementado diversas medidas para que el manejo y destino final de estos contaminantes se realice de tal manera que no impacten de manera desfavorable el entorno. Sin embargo, hasta el momento continúa siendo recurrente encontrarse desechos de diversa índole en prácticamente todas las localidades urbanas, en las cuales, según The New York Times, “grandes cantidades de desperdicios contaminados o incluso tóxicos se mezclan con desperdicios sólidos que podrían utilizarse como materia prima”.
Es de vital importancia que las autoridades ambientales de los tres niveles de gobierno; quienes integran el Poder Legislativo en el ámbito federal; quienes conforman los 32 Congresos Locales; académicos, centros de investigación y la ciudadanía organizada (organizaciones comunitarias, sindicatos, cooperativas, asociaciones civiles e incluso cámaras empresariales) en distintos ámbitos de la realidad nacional, de manera incluyente, organizada y coordinada, tomen en cuentan el hecho de que “recientemente, la Organización Mundial de la Salud estimó que la ‘carga de la enfermedad’ prevenible mediante el manejo adecuado y la reducción de sustancias químicas en el medio ambiente impacta alrededor de 1.6 millones de vidas por año”, según el portal SYNERGIES among the Basel, Rotterdam and Stockholm conventions.
Mención aparte merecen los más que significativos volúmenes de plástico que día con día son desechados: “Hay que ver los 130-150 millones de toneladas de residuos plásticos que ya se encuentran en los océanos y en los millones de toneladas que se añaden cada año… La producción mundial de plásticos ha aumentado constantemente hasta alcanzar los 320 millones de toneladas por año, pero solamente el 9 por ciento se recicla y el 12 por ciento se incinera. Se estima que 100 millones de toneladas de plástico han terminado en los mares y océanos, el 80-90 por ciento, de las cuales provienen de fuentes terrestres, según las Naciones Unidas”, tal como asegura el portal del servicio internacional de la Sociedad Suiza de Radiodifusión y Televisión.
Dados los niveles de complejidad de esta problemática se requiere de un gran esfuerzo de carácter interinstitucional, intersectorial e intergeneracional para revertir los escenarios que se han planteado con respecto a la problemática ambiental, tanto presente como futura. Se trata de que cada quien, desde su espacio vital, desde su ámbito de incidencia y desde el nivel de compromiso que adquiera con respecto la viabilidad futura de la vida en el planeta, actúe en la perspectiva de “reducir los envases de plástico de un sólo uso y avanzar hacia el sistema de recarga y reutilización para salir de esta crisis”.
Desde esta perspectiva la función de los medios públicos en un contexto de política de estado es fundamental, dado que, a diferencia de los medios privados, pueden elaborar y difundir mensajes para explicar a detalle a la ciudadanía en general, la necesidad de replantear actitudes, comportamientos, inercias y niveles de participación, de corresponsabilidad y compromiso ante los más evidentes retos de carácter ambiental y climático que enfrentamos.