Es lamentable que mientras nuestros migrantes radicados en Estados Unidos nos dan buenas noticias con el incremento del envío de remesas, aquí en México el gobierno les da la espalda reduciendo el presupuesto a las oficinas consulares
Llegamos al primer tercio del actual sexenio que generó grandes expectativas de cambio para millones de personas que votaron por el candidato que, con sus promesas de campaña, auguró mejores condiciones de vida para los mexicanos. Tras dos años de gobierno, el ánimo festivo se ha traducido en incredulidad ante a los magros resultados.
De los discursos del candidato que tenía la solución para todos los problemas del país, pasamos al presidente que tiene todas las excusas para no resolverlos. Esto ha transformado las esperanzas de cambio en un sentimiento de desencanto, producto de la disociación entre el discurso presidencial y la cruda realidad social.
Durante el primer año se fue perfilando el desmantelamiento de muchos de los logros que costaron años construir a los mexicanos. La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional en Texcoco fue el primer oscuro mensaje de una larga lista de decisiones, producto más del capricho personal del presidente que de la valoración socioeconómica de su viabilidad, que llevaron a tener un gravísimo crecimiento cero y los primeros visos de una recesión económica en el país.
“La pandemia: nos cayó como anillo al dedo”
En enero de 2020 llegaron las primeras noticias de un nuevo virus que despertaba preocupación en China y que generaba incredulidad entre ciudadanos y gobernantes.
Pasaron dos meses para que, el 27 de febrero de 2020, México tuviera su primer caso. Durante esos 60 días, el gobierno de López Obrador hizo caso omiso de los riesgos. Ya para el 30 de abril, es decir 64 días después, el número de contagios había crecido exponencialmente: 19,224 casos confirmados y 1,859 fallecidos.
Fueron dos meses muy valiosos en los que el gobierno pudo haber implementado medidas de contención del virus. La respuesta fue la omisión y el desdén, por irresponsabilidad, ignorancia y cálculo político. Las consecuencias ya todos las conocemos: las cosas no solo no mejoraron, sino que han empeorado.
Dos años de gobierno. Triple crisis: económica, de salud y de seguridad
El manejo unipersonal del gobierno, dejando de lado el andamiaje institucional, ha generado la centralización de las decisiones en un solo hombre, el presidente, que ha demostrado no saber escuchar y dialogar. Su política es la obediencia ciega y la sumisión.
A dos años del actual gobierno, nuestro país se encuentra sumergido en una profunda crisis con tres vertientes: la crisis económica, que inició antes de la llegada de la pandemia y se ha visto agravada con ella; una crisis de seguridad que no cede, pese a la militarización de su combate, y una crisis sanitaria que ha provocado la muerte de más de 115 mil mexicanas y mexicanos y cerca de 1 millón 300 mil contagios.
La determinación del presidente de cancelar obras como el Aeropuerto Internacional en Texcoco y su necedad por construir obras faraónicas como el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas o el Aeropuerto de Santa Lucía, en lugar de concentrar los recursos económicos y los esfuerzos del gobierno en apoyar a la población que se quedó sin empleo y sin fuentes de ingresos, muestra a un presidente que se olvidó de su lema de campaña: “primero los pobres”, para hacer apología de moral y buenas costumbres, protegiendo a colaboradores y familiares envueltos en la opacidad y la corrupción.
Por su parte, la estrategia de seguridad, a pesar de las altas expectativas del gobierno por la creación de la Guardia Nacional, ha demostrado ser ineficaz, como lo señala el hecho de que sus dos primeros años de gobierno han sido los más violentos en la historia del país.
En materia de salud, las deficiencias del sector más las erráticas decisiones han colocado al país como uno de los que tiene más elevada letalidad por COVID-19, donde el gobierno ha actuado con exceso de confianza y la adopción de medidas coyunturales que no previenen en nada la propagación del virus, situación que parece no tener fin después de que se autorizó el regreso a las actividades productivas sin haber aplanado nunca la curva de contagios y sin escuchar las voces que piden un cambio en la estrategia de combate a virus. ¿Cuántas muertes hacen falta para corregir la estrategia?
El otro México que no quieren ver
En el tema migratorio, la situación no es distinta: en sus mensajes, el presidente habla de los millones de dólares que los migrantes envían al país, mismos que, por cierto, actualmente son la principal fuente de divisas para México, pero no existe la voluntad política de atender sus problemas y defender sus intereses.
Fuera del país vive una comunidad de 13 millones de personas nacidas en México, de los cuales poco más de 12 millones viven en Estados Unidos, al agregar a quienes tienen origen mexicano, la cifra llega a 37.5 millones de compatriotas viviendo en el extranjero.
Esta situación obliga a nuestro país a atender a una comunidad que tan solo en 2020 pudo alcanzar la cifra de 39,500 millones de dólares en remesas a la economía, convirtiéndose en fuente fundamental para la recepción de divisas, pese a las condiciones, en su mayoría adversas, en las que tienen que desarrollar su trabajo, pues tan solo en Estados Unidos existen 5.6 millones de migrantes mexicanos sin documentos.
Por ello, no compartimos la visión del actual gobierno federal de dejar en el desamparo a ese otro México que vive fuera de nuestras fronteras. La reducción de recursos dentro del PEF 2021 es muestra palpable del nivel de importancia que para la actual administración tiene la comunidad mexicana residente en el extranjero: mientras nuestros migrantes nos dan buenas noticias con el incremento de remesas, aquí en México el gobierno les da la espalda reduciendo el presupuesto a las oficinas consulares.
Ante este escenario, continuaremos demandando que nuestro país salde la deuda histórica que tiene con sus migrantes con iniciativas que les permitan ejercer plenamente sus derechos.
Pero, ¿qué se requiere para atender a la comunidad mexicana migrante? En principio, contar con instancias, como una Secretaría del Migrante, que atiendan sus necesidades junto con las demás dependencias del gobierno federal, de manera transversal. Además, permitirles contar con representación en el Congreso de la Unión con la figura del Diputado Migrante, así como el derecho al voto desde el extranjero de manera electrónica, sin trabas burocráticas.
Por ello, es tiempo de pensar en una agenda migratoria a largo plazo, que supere las medidas coyunturales de control migratorio, que tenga como propósito el paso de una migración irregular a una migración legal, con una perspectiva humana y regional.