Los retos postpandemia no son menores, lo que implicará que las autoridades educativas de los tres órdenes de gobierno utilicen todas sus atribuciones y toda la capacidad de docentes, investigadores, directivos, padres y madres de familia
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in lugar a dudas, uno de los segmentos de la población que más atención requerirá conforme la nueva realidad se traduzca en el retorno al quehacer académico de carácter presencial será el universo de la educación, tanto básica como media básica. Considerando las cifras que proporcionan fuentes del diario El Economista, más de 25.4 millones de alumnos de educación básica iniciaron el ciclo escolar 2019-2020 distribuyéndose de la siguiente manera: educación inicial, 284,946 alumnos; en preescolar, cuatro millones 773,360; en primaria, 13 millones 920,602 y en secundaria, seis millones 439,72 estudiantes.
Es por ello que cuando se consideró que las actividades académicas debían ser suspendidas quedó más que claro que iba a darse toda una serie de repercusiones, tanto por el uso como por adecuación de diversas herramientas de carácter tecnológico que requerirían habilitar los alumnos para suplir al modelo educativo de carácter presencial, modelo académico que durante varias generaciones había predominado en México. Esta decisión, como es sabido, se adoptó y llevó a cabo para que la expansión de la pandemia no adquiriera un carácter mucho más catastrófico del que ya de por sí se vive entre la sociedad mexicana.
Tal como se informa en el libro Educación y pandemia. Una visión académica, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no hay que perder de vista el hecho de que en su concreción y vigencia práctica, esta medida de confinamiento por la emergencia ha exacerbado “diferentes formas de inequidad y exclusión de la población vulnerable, en un contexto en el que las soluciones adoptadas en materia educativa tienen destinatarios específicos y no a toda la población de educación básica. El costo educativo de esta inédita situación para los sectores sociales más vulnerables es mucho mayor que para los grupos más favorecidos”.
Una de las repercusiones de este proceso de carácter sanitario es la que ya ha sido señalada por las autoridades educativas, en el sentido de la deserción que ha acarreado este proceso epidemiológico, ya que según información del diario El Comentario: “La SEP indicó que en nivel básico la deserción en el ciclo escolar 2019-2020 alcanzó 10% de la matrícula. Esto significa dos millones 525 mil 330 alumnos de preescolar, primaria y secundaria”. Situación que obligará a que las autoridades educativas tengan que implementar toda una serie de acciones para lograr reincorporar al alumnado que perdieron.
Existe otro hecho que no es menor y que tiene que ver con las repercusiones del proceso de adaptación en los alumnos, quienes han tenido continuar su proceso formativo a distancia, en confinamiento y con el auxilio de diversos aparatos propios y características de la actual sociedad de la información y el conocimiento. Lo que se ha perdido, según reflexiona la investigadora Silvia Schmelkes, no es poco, ya que en educación presencial “nos enseña a ser responsables, nos enseña a ser ciudadanos, el aprendizaje cooperativo, el trabajo en equipo, la participación democrática, la solución no violenta de conflictos, que lo que siembra es paz, la responsabilidad social sobre otros”.
Los retos postpandemia no son menores, lo que implicará que las autoridades educativas de los tres órdenes de gobierno utilicen todas sus atribuciones y toda la capacidad de docentes, investigadores, directivos, padres y madres de familia, para lograr no únicamente el reinsertar a los procesos educativos a quienes, por diversos motivos, tuvieron que desertar del ámbito de la educación formal, sino que también se tendrá que trabajar para revertir las secuelas del confinamiento: sin el compañerismo, el acompañamiento y los procesos de interacción e intercomunicación propios de la niñez y la pubertad.
No hay que olvidar que uno de los logros que de manera reiterada reivindica el actual gobierno federal, según datos de El País, es el “ahorro en compras y contratos de la Administración de 1.3 billones de pesos”. Por lo que podemos afirmar que recursos financieros hay, lo que falta es la voluntad, la determinación y el compromiso de actuar, dada la comprensión y la interiorización de lo que han implicado para las familias y la niñez tanto la pandemia como el confinamiento vivido en México. Debe actuarse en consecuencia, priorizando los procesos de los hoy infantes y púberes, quienes se convertirán mañana en ciudadanos y ciudadanas que conducirán el destino de nuestro país.