“La izquierda latinoamericana debería tender a la socialdemocracia”: Tabaré Vázquez
El 6 de diciembre de 2020 falleció Tabaré Vázquez, el primer presidente socialista de Uruguay, cuyos logros hicieron recordar que alguna vez a su país se le llamó la “Suiza de América”, por poseer niveles de vida comparables con algunos países europeos (se le daban mayores posibilidades desarrollo que a Dinamarca). La metáfora europeísta queda incompleta si no se menciona también al primer gobierno socialdemócrata de la región, el encabezado por José Batlle y Ordoñez, quien realizó las reformas que hicieron posible el milagro uruguayo de la primera mitad del siglo XX.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX en la República Oriental el “tiempo se detuvo”: la economía se estancó, estallaron las crisis y las luchas sociales y políticas, aparecieron las dictaduras, y ya para los ochenta, el nivel de vida danés era diez veces superior al uruguayo, y dejó de compararse con los ricos. Todavía peor, inauguró la presente centuria con una fuerte crisis económica que le recordó a su población que eran más pobres que sus antecesores.
Este Uruguay de la crisis y la dictadura es el que atestiguó la irrupción en la política del polifacético Tabaré Ramón Vázquez Rosas, prestigioso oncólogo, destacado dirigente deportivo, masón y afiliado en la clandestinidad al partido socialista en 1983, del cual formó parte de su comité central. En 1987 participó en la comisión proreferéndum para revocar la ley que amnistiaba a militares acusados de violaciones a los derechos humanos. En 1989 se convirtió en el primer intendente socialista de Montevideo, cimbrando el bipartidismo de colorados y blancos. En ese cargo prestó especial atención a mejorar los servicios públicos y a la política social (redujo el precio del boleto, multiplicó las policlínicas, entre otras acciones); promovió la profesionalización de la burocracia, dio incentivos salariales y redujo la jornada laboral; impulsó la descentralización, al crear 18 zonas con órganos de elección local (Concejos Vecinales), e integró el Congreso Nacional de Intendentes, cuya presidencia ejerció en 1993.
En 1994 fue candidato presidencial por el Encuentro-Progresista-Frente Amplio (coalición plural de fuerzas de izquierda), y aunque no ganó la contienda, obtuvo un nada despreciable 30.6 por ciento de los votos. La derrota no fue obstáculo para que fuera electo presidente del FA en 1997, un año antes de que estallara la recesión económica. Si bien en las elecciones de 1999 Vázquez volvió a perder (en segunda vuelta) con el 45 por ciento de los votos, el EP-FA quedó como la principal fuerza en el Congreso. Durante el gobierno de Jorge Batlle estalló la crisis económica más grave en la historia moderna uruguaya, que acentuó el desempleo, la pobreza y la desigualdad como nunca antes. En 2002 se produjo la quiebra del sistema bancario nacional y el gobierno debió recurrir al FMI para evitar la moratoria de pagos y refondear sus finanzas. En un entorno de gran malestar con los partidos tradicionales, en las elecciones de 2004 triunfó Tabaré Vázquez con el 51.67 por ciento de los votos y el FA consiguió la mayoría en ambas cámaras. Así, se rompió la “maldición” de que el cargo de intendente desprestigiaba e impedía alcanzar la presidencia y se acabó con el bipartidismo.
El contexto internacional de recuperación económica global y ascenso sin precedente del precio de las materias primas fue favorable para el gobierno del frenteamplista. El primer gobierno de Vázquez fue exitoso, y el secreto fue conjugar la continuidad con el cambio, de forma parecida a Lula en Brasil. Preservó el equilibrio macroeconómico y de las finanzas públicas, y generó un clima amigable para el sector privado, incluso firmó un tratado bilateral de inversiones con Estados Unidos. Del lado del cambio, destacó su agenda reformista: los planes de Emergencia y Equidad para contrarrestar los efectos de la crisis; la creación del Ministerio de Desarrollo Social; el plan Ceibal para romper la brecha digital en educación; la conformación de un Sistema Nacional Integrado de Salud, que cubrió hasta un casi un 100 por ciento de la población (aunque vetó la despenalización del aborto); la reforma tributaria, que simplificó el cobro de impuestos y contribuyó a financiar el gasto público y la política social. De gran relevancia fue su combate al tabaquismo, con una ley qvue prohibió fumar en espacios públicos, la publicidad de tabaco y elevó los impuestos a los cigarrillos, lo que fue reconocido internacionalmente. Aunque no derogó la ley de caducidad, sí excluyó de ella para poder juzgar a violadores de derechos humanos, como los expresidentes Gregorio Álvarez y José María Bordaberry.
Tabaré rescató a su país de la crisis y lo reencauzó por la senda de crecimiento con desarrollo social y fortalecimiento democrático. El FA nuevamente ganó las elecciones en 2009 con José Mujica y el FA mantuvo su mayoría en el Congreso. Mujica, quien deslumbró al mundo por su honestidad y humildad, dejó un país con tasa de crecimiento de 5.5 por ciento, desempleo 6 por ciento, se redujo la pobreza de 34 a 11.5 por ciento, y la histórica legalización de la marihuana recreativa en 2013.
En 2014, Vázquez retornó a la presidencia con 56.6 por ciento de los votos, y el FA retuvo la mayoría parlamentaria. En su segundo gobierno el contexto internacional fue desfavorable, y Tabaré se concentró en preservar el equilibrio macroeconómico, si bien no cejó en sus reformas. Así, destaca la Ley de Cuidados, que reconoció el derecho de todas las personas en situación de dependencia a ser cuidadas con calidad, y la Ley Integral para Trans, que garantiza el derecho de las personas de desarrollar su personalidad conforme a su identidad de género.
Las presidencias de Tabaré Vázquez y José Mujica son ejemplo de que en América Latina resultan viables gobiernos de corte socialdemócrata, de centro político-progresista, alejados de la polarización política populista o neoliberal.