“Tienes que estar consciente de que cada libro es un producto y, como tal, compite en un mercado”
“La iniciativa privada tiene que estar muy atenta a todos los aspectos de la industria cultural, en especial después de los cambios que han ocurrido en este gobierno”
LOS INICIOS: UN PROCESO ORGÁNICO
La editorial inició, para contarlo de manera muy sencilla, siendo una revista de literatura y arte. Era un proyecto universitario, un grupo de alumnos dentro de la Universidad Iberoamericana decidimos juntarnos, en su momento no sabíamos exactamente para qué ni para dónde iba a ir o cómo iría cambiando, pero resultó una experiencia muy enriquecedora porque de ese modo me di cuenta de que, número uno, me gustaba la edición, y número dos, había muchos otros temas que me interesaba abordar: textos, escritores con los que quería contactar. Y de alguna forma eso fue alimentando mi curiosidad por crear algo más grande.
Pasaron cuatro o cinco años hasta que decidimos crear formalmente una casa editorial: “Textofilia”. Y nos dimos cuenta de que otra de las ventajas de que hubiera nacido como una revista es que pudimos ir creando canales de comercialización que después nos iban a servir y que fueron básicos para que pudiéramos funcionar y sustentarnos como editorial.
Fue un proceso muy orgánico en ese sentido, porque en ese tiempo todavía no había mucha oferta de profesionalización en el campo de la edición en México, todo era vicario, entonces era literalmente agarrar tu mochila con libros, ir a la librería y ver cómo operaba su sistema, ir creando esas infraestructuras que paso a paso fueron creciendo para poder consolidar una empresa. En ocasiones cuando se toca el tema de los libros nos vamos mucho por el lado romántico que a todos nos fascina de estar viendo qué publicar y compartir historias, pero el reto era crear una estructura empresarial que le diera forma y cuerpo a la idea romántica de “vamos a compartir literatura”.
Tomando en cuenta este periodo de formación, la editorial tiene aproximadamente quince años, pero operando ya formalmente con la noción completa de publicación de libros lleva diez años. El primer libro salió entre 2010 y 2011.
LOS DESAFÍOS DEL LIBRO COMO NEGOCIO
El desafío más importante tiene que ver con la forma empresarial, con la parte de la comercialización, porque uno puede tener excelentes colaboradores y grandes ideas, he tenido la suerte de rodearme de gente muy valiosa, muy inteligente y muy culta que me ha acercado a textos que por supuesto he querido editar, pero el proyecto se queda completamente cojo si no tienes las salidas de venta, de difusión. Es crear todo ese espectro de: ¿dónde van a encontrar los libros?, ¿de qué manera se van a vender?, ¿de qué depende tu visibilidad una vez dentro de las cadenas comerciales?
Tienes que estar consciente de que cada libro es un producto y, como tal, compite en un mercado. Entonces, ¿por qué voy a comprar este libro de una editorial que nunca había escuchado y no el de una editorial como Anagrama, o el de un grupo como Random House o como Planeta, que todos conocemos? Esos nombres y esas marcas van creando de alguna manera una identidad de calidad, entonces el lector sabe que al comprar un libro de ese sello va a encontrar ciertas características casi aseguradas.
Y es todavía más complicado en sellos literarios, pensando específicamente en Textofilia (lo especifico porque ahora la empresa tiene diferentes variedades de publicaciones), porque al arriesgarse como editorial con voces jóvenes, talentos nuevos o escritores que vienen de otros idiomas y que no se conocen en español, tienes que tener esa credibilidad para que tu lector confíe en la propuesta a la que tú le estás apostando. De alguna forma tiene que ver más con la estructura de venta y de posicionamiento de marca.
EDITORIALES INDEPENDIENTES, ¿DE QUÉ?
Yo no considero mi editorial como independiente. Somos independientes en el sentido de que “nos mandamos solos” de alguna manera, pero habría que ver a qué se refiere el término. ¿Independiente de qué? Porque algunos de nosotros, incluso los corporativos grandes, dependemos en ocasiones de fondos que vienen directamente de gobiernos estatales o de gobiernos federales, y no solamente del mexicano sino también de gobiernos y fondos internacionales.
Tal vez somos autónomos de los consorcios grandes, entonces bajo esa definición sí somos independientes. Pero hay ocasiones en que el término se utiliza como justificación para no tener una buena distribución, difusión o falta de diversidad en un catálogo, generalmente tras un escudo de falta de recursos. Entonces a veces el término resulta una excusa fácil para evitar el profesionalismo que requiere una casa editorial. Anagrama, por ejemplo, fue comprada hace cuatro o cinco años, que es muy poco tiempo, fue una casa independiente durante todo el periodo del franquismo y hoy en día si tú le preguntas a alguien por un sello como ese no lo va a pensar como independiente.
En el otro lado hay casas pequeñas que se dedican a las ediciones artesanales, que está muy bien, pero no es una edición independiente sino artesanal. Es muy fácil utilizar el término como una herramienta de beneficio para moverte dentro de las aguas de la edición, y si es el caso me parece bien aprovecharla, lo mismo si se utiliza como una postura ideológica, pero es un término con el que hay que tener cuidado. En ocasiones, si es necesario, me gusta más referirme a nosotros como una “editorial boutique”.
CUANDO EL GOBIERNO SE OLVIDA DE LA CULTURA
Creo que la transformación y la pérdida del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes es enorme, aunque a veces la gente piense que sólo fue una migración de un Fondo a una Secretaría, la realidad es que se perdió mucha independencia en los contendidos, porque el FONCA si algo cuidaba y procuraba era mantener pluralidad en las voces de los autores, por supuesto que había movimientos políticos, pero las capas que protegían a los productores de contendido les procuraban mayor independencia. En cambio, la Secretaría de Cultura, al estar directamente ligada al mando del gobierno, podría incluso llegar a implicar cierta censura.
Esta situación ha golpeado a muchos sellos del sector y las coediciones estatales van de la mano porque cuando la Secretaría tenía la Dirección de Publicaciones destinaba un presupuesto anual para sacar títulos y libros, mismo que ya no existe, es lo que afectó, por ejemplo, a la revista Tierra Adentro. Todo eso nos ha golpeado como industria.
Pero a la vez me parece que es algo que debemos observar como una oportunidad de desarrollo y de cambio. Es un mal hábito depender del gobierno para la producción cultural, porque muchas veces se pierde la noción de que esto es una industria y, como tal, tiene que tener sus propios canales. No se trata solamente de cumplir una misión publicando un libro nuevo, si no hay un público que sepa que el libro existe y que se puede conseguir, ¿cuál es el punto?
Me parece que la iniciativa privada tiene que estar muy atenta a todos los aspectos de la industria cultural, en especial después de los cambios que han ocurrido en este gobierno. Creo que los países que tienen industrias editoriales fuertes, por lo menos en el mundo hispano, han pasado por grandes crisis que los han limitado desde el control del gobierno, como es el caso de España o Argentina, los periodos de dictadura también los obligaron a salir adelante y a crear instituciones editoriales que no dependen de un presupuesto local.