En Movimiento Ciudadano decidimos no participar en las coaliciones de los partidos políticos tradicionales porque seguimos pensando en México.
Estamos convencidos de que el país tiene derecho a una alternativa que plantee soluciones a los grandes retos del presente, pensando también en el futuro. Una alternativa con la capacidad de escuchar, dialogar y actuar con responsabilidad y sensatez.
Una alternativa que tenga claro que las causas son más importantes que los partidos. Una alternativa que entienda que es inaceptable ganar una elección sacrificando los ideales, la palabra y la dignidad. Una alternativa que no represente el pasado, ni el del presidente ni el de los partidos de siempre.
Nuestro Movimiento decidió no participar en ninguna de las coaliciones que formaron los políticos tradicionales porque México no merece estar obligado a decidir entre los que le fallaron a México y los que prometieron cambiar la historia, aunque lo único que han hecho sea repetirla.
Porque lo que vamos a vivir en este proceso electoral no es otra cosa que el enfrentamiento entre los cinco partidos que, en coalición o de facto, decidieron sumarse a Morena para entregarse al presidente, contra los tres partidos que formaron la coalición Va por México. Esos dos bloques quieren que el país crea que solo puede decidir entre sus dos visiones. Y no es así.
Estas coaliciones, de principios e ideologías antagónicos, tienen poco o nada que ofrecerle a México. En el pasado, prácticamente todos los partidos de oposición nos unimos para enfrentar al PRI, derrotarlo y procurar alternancia en diferentes estados. En ninguno de los “triunfos” obtenidos se lograron prácticas de buen gobierno. Quienes llegaron al poder se comportaron igual o peor.
El problema es que no se trata de que unos u otros ganen una elección, sino de empujar un proyecto de país común para lograr una transformación real, cosa que no se logrará con una simple unión de partidos de origen, ideario y agendas fundamentalmente opuestas. Una suma de emblemas sin proyecto, en la que además se excluye a los ciudadanos, estará siempre condenada al fracaso.
Sin importarles esta realidad, los partidos de siempre se unieron una vez más, cometiendo la aberración de incluir al PRI, pero ahora para enfrentar y derrotar al poder en turno. No son una opción para los ciudadanos porque no los une un proyecto ni una idea de país, sino la ambición de recuperar el poder perdido. No ofrecen nada distinto, sino más de lo mismo. En este enfrentamiento de partidos los que siempre pierden son los ciudadanos.
¿Qué pueden ofrecer los partidos tradicionales si son responsables de la terrible tragedia en la que está hundido el país? Su coalición representa 18 años de gobiernos fallidos, el Pacto por México, el inicio de la guerra contra el narco, miles de seres humanos asesinados y desaparecidos, gobiernos corruptos, injusticia e impunidad.
Es absurdo que presuman como un gran logro la suma de emblemas, por todo lo que significan sus historias y contradicciones.
La pretensión de justificar la coalición electoral con el argumento de que solo así se logrará frenar, desde la Cámara de Diputados, la obsesión autoritaria del presidente, además de un sinsentido, es la negación de sus inconsistencias institucionales. No pueden remediar, ni con discursos, ni con esta medida desesperada, el haberse comportado como aliados funcionales del gobierno, ¿por qué vamos a regresar a ese pasado argumentando que estos dos años son terribles, cuando en realidad han apoyado las reformas más regresivas del presidente? Es absurdo que afirmen que se unen para que en el futuro no suceda lo que ya permitieron en la presente legislatura.
Los mexicanos saben que los actuales dirigentes de los partidos históricos están alineados, en los hechos, a la estrategia presidencial. Y que, ante la inminencia del proceso electoral, lo único que se les ocurrió fue traicionar sus causas de origen para unirse a quienes antes consideraban sus adversarios históricos.
Le están apostando a unirse, sin entender que al hacerlo lo que ofrecen es una multiplicación de fracasos, escándalos, corrupción, impunidad y el rechazo que generan cada uno de ellos. Es evidente que las cúpulas partidistas tienen extraviada la brújula.
“Se están organizando para quitarle la mayoría a la actual mayoría, para que ellos, la anterior mayoría, esa de la que apenas nos libramos, recupere su mayoría”, me dijo Sofía, una joven que entiende que ninguna de las dos coaliciones es lo que México necesita.
Del otro lado, ¿qué puede ofrecer la coalición del presidente si en poco más de dos años la promesa de cambio se convirtió en decepción y desesperanza? Sé que es poco tiempo para dar resultados, pero lo cierto es que este gobierno entendió la transformación como una vuelta a las ideas y soluciones del pasado. Siguen gobemando los mismos personajes, respondiendo a los mismos poderes fácticos, recurriendo a las mismas estrategias fallidas, gozando de los mismos excesos y privilegios.
Su coalición está secuestrada por militantes de la vieja guardia de los partidos tradicionales, que no tienen ni la visión ni la capacidad para responder a los nuevos problemas del país. Por eso no es de extrañar que su idea de gobierno esté anclada al pasado, que se aferre a decisiones que no responden a la responsabilidad que tienen de cambiar la realidad del país. La falsa transformación que proponen es regresiva.
En el ejercicio del poder han conculcado derechos ciudadanos, debilitado el federalismo, eliminado contrapesos legislativos y capturado al Poder Judicial con el propósito de regresar al centralismo y restituir la presidencia imperial.
Pretenden que la contienda electoral sea entre los que quieren recuperar el poder y los privilegios perdidos, frente a los que quieren mantener los que ganaron.
Ninguno de ellos está buscando reencontrarse con el país, con la democracia, con un régimen socialdemócrata, igualitario y plural. Ninguno está pensando en México porque sus objetivos son derrocar o entregarse al presidente. Son las mafias de siempre disputándose el control del país.
Por el contrario, somos millones los mexicanos que nos sentimos agraviados por la confrontación permanente que se incita desde Palacio Nacional, pero que tampoco olvidamos lo que hicieron los partidos que promovieron y suscribieron el Pacto por México.
No vamos en la coalición del presidente porque los problemas del pasado no se resuelven con más pasado, porque nos oponemos a la barbarie antidemocrática que ha desatado en el país y porque no vamos a tolerar la restitución de una presidencia imperial.
No vamos en la coalición de los partidos que no han sabido ser oposición porque es un sinsentido. No tienen una idea de país, no están abriendo espacios para los ciudadanos, ni siquiera para los perfiles más preparados dentro de sus partidos, no están pensando en México y esa es la razón por la que los dirigentes del PAN y el PRI están repartiendo las candidaturas entre sus incondicionales, sin entender que esa fue la razón de que el PRD esté hoy al borde de la extinción. Condenados al fracaso electoral, se están repartiendo, con miopía y mucha ambición, los restos de un navío próximo a naufragar.
México merece más.
No vamos en ninguna coalición porque, frente a la obsesión del presidente por acabar con los liderazgos nacionales y regionales, los partidos históricos le responden intentando reempoderarse ellos mismos y no a los ciudadanos.
No vamos en ninguna coalición porque tomamos la decisión de no ser la oposición que le conviene al presidente, por el contrario, nosotros elegimos construir la opción que México necesita.
Una alternativa que brinde espacios a ciudadanos sin partido, que sea diametralmente opuesta al pasado que representan los partidos de siempre y al pasado decimonónico de Andrés Manuel.
Una altemativa que prioriza la colaboración, el diálogo, la construcción, pero también con un amplio sentido de responsabilidad para señalar los errores del gobierno y oponerse de manera firme a los excesos que cometa.
Una alternativa que comprende que la única alianza posible es con los y las ciudadanas, con las ideas, con las causas, con la conviccion de atender los problemas de hoy, pensando en el mañana.
Una alternativa que entiende que esta elección es el momento en que se comienza a construir la ruta para que, en 2024, los mexicanos puedan realmente transformar al país.
Hoy México tiene una alternativa: Movimiento Ciudadano.
Atentamente,
Ciudad de México, marzo 7 de 2021.
Dante Delgado
Senador de la República