Es dramática la situación de millones de desplazados y refugiados ucranianos, el éxodo ha sucedido con una rapidez sólo comparable a lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial, y está generando una crisis migratoria que muestra el rostro más terrible de la guerra cuando se estima que cada segundo un niño ucraniano se convierte en refugiado
La invasión rusa a Ucrania ha generado una serie de consecuencias en el ámbito internacional de las cuales aún no es posible medir su alcance, en un tramo de la historia reciente que devela el telón de la más clara representación del ser humano: su inconciencia y su necedad a cambiar, negando cualquier oportunidad de rectificación después de la larga y oscura noche que significó la pandemia.
Con la guerra llegaron, además: el incremento del costo en combustibles fósiles, como el del gas que Rusia surte a los países europeos, así como a la gasolina, con su impacto en la cadena valor de productos y servicios; y la afectación a los intercambios comerciales vía terrestre, marítima y aérea, que se han visto restringidos, como el espacio aéreo en Europa a vuelos procedentes de Rusia.
También se evidencia la necesaria e inevitable reconfiguración del sistema internacional por uno que dote una representación democrática en los organismos multilaterales, como el seno del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que permita un sistema de contrapesos capaz de lidiar con acciones unilaterales como la invasión desplegada por Rusia en contra de Ucrania.
Una de las consecuencias más lamentables del conflicto armado, además de los miles de lesionados y pérdida de vidas, es el desplazamiento forzado al interior de Ucrania y, en mayor medida, la expulsión de millones de personas que huyen de la guerra, situación que acarrea una posible crisis humanitaria.
En efecto, la intervención de Rusia en Ucrania trajo consigo un efecto de grandes dimensiones para Ucrania, Europa y el mundo, es decir, el incremento de los causes de los flujos migratorios. En tan sólo siete días de la guerra habían abandonado Ucrania poco más de un millón de personas, estimándose que durante lo que se extienda el conflicto podrían llegar a ser más de cuatro millones las personas que se hayan visto obligadas a emigrar, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Como en otras partes del mundo, la Unión Europea (UE) mantiene una política migratoria de contención a la inmigración forzada de personas que buscan mejores oportunidades de vida. Desde el año 2015, la UE implementó medidas para mantener un control férreo de las fronteras de los países miembros con la finalidad de frenar la llegada de migrantes.
Con las medidas adoptadas por la UE ha disminuido de manera considerable el flujo de migrantes a los países europeos, con medidas de contención en las principales rutas utilizadas por las personas migrantes.
La ruta del Mediterráneo oriental es por donde arriban migrantes a Grecia, Chipre y Bulgaria, por donde llegaron refugiados que huyeron de la guerra civil Siria. Por la ruta del Mediterráneo occidental llegan las personas migrantes a España, provenientes de Argelia y Marruecos y en general de países de África. Por la ruta de África occidental llegan migrantes a las Islas Canarias, principal ruta para llegar a España de personas provenientes de Marruecos, el Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal y Gambia. Y la ruta del Mediterráneo central, que utilizan migrantes para llegar por mar a Italia y Malta, particularmente utilizada por personas que viajan de África.
En general, la UE ha adoptado un conjunto de acciones y normas tendientes a gestionar los flujos migratorios que en cierta medida ha funcionado, sin embargo, la intervención militar de Rusia en Ucrania abrió un complejo episodio de migración forzada que nuevamente pone a prueba las medidas con las que se venía atendiendo el tránsito masivo de personas que huyen de la guerra.
Como es común en los conflictos bélicos, la población civil sufre las consecuencias del ataque armando ruso en Ucrania, provocando la salida masiva de personas y el desplazamiento interno de familias. Aunque la ACNUR estima que serán unos cuatro millones de personas que saldrán de la zona de los ataques, la UE por su parte calcula que podrían ser siete millones los desplazados de manera frozada, con lo que inicia un verdadero reto para los países europeos a fin de dar acogida a los refugiados. En la última semana del mes de marzo de 2022, la cifra de personas que habían salido de Ucrania superaba los tres millones.
Por tanto, la intervención militar rusa ha generado como efecto, entre muchos más, el acelerado incremento de la inmigración forzada, que ya de por sí era una cuestión política compleja, que pondrá en jaque los esfuerzos europeos por contenerla. En lo inmediato, este desplazamiento masivo de personas ha mostrado un trato diferenciado de Europa, por ejemplo frente al caso de los refugiados sirios que huyeron de la guerra civil en su país en 2013, año en el que un millón de sirios necesitaron de seis meses para poder salir.
Lo anterior contrasta con la abierta solidaridad actual con la que diversos países europeos han recibido a los ucranianos, como Dinamarca, país que posee una de las más rígidas políticas antiinmigrantes en Europa y que actualmente mantiene una posición de abierta recepción de migrantes, sin las restricciones acostumbradas. Tal vez las palabras del Primer Ministro de Bulgaría, Boyko Borisov, exliquen la posición de Europa: “Estas son personas que son europeas, por lo que nosotros y los demás países europeos estamos listos para darles la bienvenida”. En el fondo la cercanía de Ucrania y la idea de que Rusia amenaza la seguridad de Europa explican la manifiesta solidaridad para con los refugiados ucranianos.
A pesar de esa solidaridad de países de Europa central y del este, tendremos que estar atentos para ver en qué medida la oleada masiva de migrantes ucranianos podrá ser atendida por Europa, sobre todo por las estimaciones que ubican entre cuatro y siete millones de personas buscando refugio durante el conflicto armado. Tengamos en cuenta que no necesariamente todas las personas que salen de Ucrania van a tener el estatuto de refugiadas, aunque a diferencia de otros episodios, las fronteras de los países europeos no se han cerrado.
La incertidumbre por la escalada bélica y el tufo nuclear que le rodea, pero sobre todo el impacto de la guerra sobre la población civil ante los peligros que se ciñen sobre las personas que huyen de los ataques, también presenta un desplazamiento masivo interno de personas que están buscando llegar de la zona oriental a la parte occidental, situación que podría agravarse conforme se vaya prolongando la confrontación armada y no fructifiquen las negociaciones para alcanzar la paz.
Aun cuando desde 2013 Ucrania mantiene con la UE acuerdos sobre facilitación de visados y de readmisión, que desde 2018 sus ciudadanos están excentos de visado para entrar a paises de Europa en estancias cortas, y que a partir de marzo de este año la UE haya activado el mecanismo de protección temporal, con el cual se brindaría protección a refugiados hasta por un año, con el beneficio de tener acceso a derechos sociales, como salud, educación y trabajo, todavía debemos esperar para saber si la oleada de inmigrantes no rebasará la capacidad de los países europeos, considerando la gran cantidad que sigue llegando, ya que no será facil dotar de servicios de salud, educación y trabajo a millones de personas que en pocas semanas han tenido que emigrar.
Ucrania cuenta con una diáspora de poco más de seis millones de personas que iniciaron el éxodo desde la desintegración de la entonces Unión Sovietica. Ahora con la intervención militar rusa la situación se ha agravado al grado de que existen voces dentro del Consejo de Europa que acusan a Rusia de violar el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Ucrania presentó solicitud de inicio de procedimiento en contra de Rusia ante la Corte Internacional de Justicia por la violación de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, solicitando además el cese de los ataque armados, en tanto que la Corte Penal Internacional ya inició una investigación.
En este contexto, es dramática la situación de millones de desplazados y refugiados ucranianos, el éxodo ha sucedido con una rapidez sólo comparable a lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial, y está generando una crisis migratoria que muestra el rostro más terrible de la guerra cuando se estima que cada segundo un niño ucraniano se convierte en refugiado, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Son tiempos aciagos, son días de dolor y necedad por una guerra que niñas y niños, ancianos, mujeres y hombres en general sufren, con las secuelas que nadie quiere. Es una guerra con una enorme carga militar, mediática, tecnológica y económica, con un importante fenómeno migratorio. La guerra ha expulsado a millones de personas que se dirigen en su mayoría a Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumania. Sin duda, el conflicto armado muestra su peor rostro en la migración que provoca, pero también exhibe la falta de planeación de los gobiernos para atender las crecientes solicitudes de migrantes y refugiados.
En su momento, el nivel de los desplazamientos provocados por la guerra habrá de generar un descontrol de la migración y una crisis humanitaria de proporciones aún difíciles de determinar. Es tiempo de que los derechos de los migrantes y su situación actual, en razón de la intervención armada rusa en Ucrania, se contemplen en toda mesa de negociación y formen parte central en la agenda de los organismos internacionales y de los gobiernos que participan en el proceso para alcanzar la paz, así como construir alternativas que generen oportunidades a quienes huyen de la guerra.