De los veinte capítulos hay algunos que destacan justamente porque, entre lo que se establece en su descripción y lo que está ocurriendo en la realidad, generan gran polémica
En medio del mar de escándalos de inmoralidad y corrupción en los que se ha visto envuelto últimamente el gobierno federal de la República, considero fundamental revisar puntualmente algunos de los postulados contenidos en la “Guía ética para la transformación de México”, con el fin de confirmar en los hechos si realmente el jefe del Ejecutivo, su gabinete y los diversos funcionarios que le acompañan en la administración pública federal están siendo congruentes o no.
Publicada en noviembre del 2020, la señalada publicación circula principalmente en las oficinas públicas y, según la información editorial, el tiro manifestado es de 8 millones de ejemplares, difundido en tamaño media carta, con un contenido de treinta y cuatro páginas en las que se describen veinte temas, cuya pretensión –a decir de los coordinadores de la misma en la introducción- es contribuir a la construcción de una convivencia nacional pacífica, cívica, con libertad, paz, justicia, dignidad y seguridad.
De los veinte capítulos hay algunos que destacan justamente porque, entre lo que se establece en su descripción y lo que está ocurriendo en la realidad, generan gran polémica y mueven a pensar a más de uno en nuestro país, que el actual es un gobierno más que expresa a los “cuatro vientos” que hay que comportarse bajo ciertos principios nobles y éticos, pero que, en los hechos, muchos funcionarios optan por contradecir con sus conductas o hasta ignorar las recomendaciones éticas, provocando confusión entre la población y en ocasiones hasta molestia, al sentir que una vez más se les está “tomando el pelo”.
El capítulo 9 se titula “DEL PERDÓN”: “El perdón libera a quien lo otorga y a quien lo recibe”, tiene como subtítulo. En parte de su contenido se redacta lo siguiente: “Quien perdona se deshace del rencor, de la sed de venganza e incluso del odio y puede de esa forma superar la ofensa y seguir adelante”. Muchos mexicanos nos preguntamos si acaso el actual mandatario se ha logrado deshacer del rencor con el cual ha venido gobernando y tomando las principales decisiones a lo largo de su sexenio. Empezó cancelando el aeropuerto internacional proyectado en Texcoco, continuó con la cancelación del seguro popular sin tener alternativa alguna establecida para substituirlo, siguió después decretando sin justificación alguna la eliminación de numerosos fideicomisos para aprovechar electoralmente su presupuesto y, desde luego, ha dedicado gran parte de su tiempo a quejarse lastimeramente de los gobiernos anteriores.
Pasársela continuamente argumentando que tal o cual tema no ha podido atenderse debidamente, es signo claro de una persona que no acepta sus limitaciones como ser humano, pero en política “cargarle la culpa” a los gobiernos predecesores es síntoma de incompetencia y de estar guiado solamente por el rencor. Y entonces, utilizando el propio mensaje contenido en ese capítulo 9, le podemos expresar al presidente López Obrador que no cabe duda de que hay una resistencia natural a disculparse, porque quien lo hace siente que se rebaja, se humilla o se rinde y por ello no alcanza a vislumbrar la enorme potencia liberadora del perdón. Ojalá que el jefe del Ejecutivo se acuerde de ese párrafo, en la página 17 de la “Guía Ética para la transformación de México”, y lo aplique.
Otro capítulo del documento ya señalado es el número 12, encabezado como: “DE LA VERDAD, LA PALABRA Y LA CONFIANZA”, que incluye un subtítulo que se ha convertido en una auténtica perla para ejemplificar la gran estafa gubernamental existente hoy en día, que es: “No mentir, no robar, no traicionar”. Utilizaré nuevamente el propio contenido del capítulo referido para ejemplificar la conducta presidencial durante sus conferencias matutinas a medios de comunicación.
Dice el capítulo textualmente: “Una persona miente cuando tergiversa o deforma los hechos en forma deliberada, aun sabiendo que lo que expone es parcial o totalmente falso. Esa conducta deteriora rápidamente las relaciones sociales y a la larga termina por afectar al mentiroso”. Y eso justamente le ha ocurrido a López Obrador cuando, por ejemplo, ha expresado que durante su gobierno no se ha espiado a los periodistas o a líderes opositores.
Las recientes revelaciones del colectivo conocido como “GUACAMAYALEAKS”, ha evidenciado que al menos los gobiernos de Enrique Peña Nieto y el actual de Andrés Manuel López Obrador han utilizado un sistema de espionaje contra sus opositores, de origen israelí, llamado “Spyware”, interviniendo llamadas telefónicas e interceptando los contenidos de los teléfonos móviles de los espiados. Mentir para el presidente se ha vuelto una insana costumbre, ofreciendo un pésimo ejemplo como el supuesto líder social positivo que debía ser, por lo que la gente deduce que si el presidente de la República engaña, entonces es válido que cualquier persona en la sociedad practique dicha conducta sin que le cause perjuicio legal alguno.
Y miren ustedes –amigas y amigos lectores–, lo que se muestra en otro apunte de este emblemático capítulo 12. Nos dice textualmente: “Una forma particularmente perniciosa de la falsedad es prometer algo y no cumplirlo, o prometer acciones en un sentido y posteriormente actuar en sentido contrario, es decir, faltar a un compromiso adquirido”. ¿A poco no nos viene como anillo al dedo para describir muchos episodios verbales que le hemos escuchado al presidente de la República?
Las madres de niños que iban a guarderías, las que tenían a sus hijos en escuelas de tiempo completo (que incluía alimentación), los padres que padecen enfermedades terminales como el cáncer y carecen de medicamentos, las inconsistencias sobre la actuación ilegal de varios de sus parientes sin ser molestados por las autoridades, son temas en los que la sociedad mexicana exige que se actúe y se transparente. Un mensaje al mandatario en turno tendría que ser exactamente como lo expresa la Guía Ética, donde señala que la mentira y la traición destruyen la confianza, que es la credibilidad que otras personas han depositado en ti. Se puede consultar en la página 22 del texto. Ojalá pudiera el licenciado López Obrador predicar con el ejemplo, sería muy sano, aunque ya no está tan a tiempo, al menos podría intentarlo.
El capítulo 14 se titula “DE LAS LEYES Y LA JUSTICIA”, con el subtítulo siguiente: “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie. Todo por la razón y el derecho; nada por la fuerza”. ¡Qué bonito se escucha, pero en el México de hoy es letra muerta! Sin entrar en el catálogo de violaciones normativas y legales en el que ha incurrido el actual gobierno, solamente hay una evidencia contundente para ilustrar cómo se interpreta la justicia en México. El caso del hermano del presidente, Pío López Obrador, que ya fue exonerado completamente de todas las acusaciones que tenía, alegándose que había operado recursos de procedencia ilícita para la campaña de su hermano Andrés Manuel. Nada conmovió, por supuesto, a Gertz Manero ni a otras autoridades para aplicar las leyes y castigar malas conductas.
En la descripción de este capítulo 14 se establece: “No basta que existan leyes para que haya justicia. Debe haber, además, instituciones apegadas a la legalidad y servidores públicos dispuestos a cumplirla en forma imparcial, equitativa y sin distingo”. Mucho nos tememos que el mandatario en turno no sepa tal vez que hoy en día hay escasez de funcionarios que apliquen las normas legales, o tal vez él lo ha instruido así para poder personalmente ser selectivo en cuanto a quién castigar y a quién perdonar.
Finalmente, vamos a referirnos al capítulo 15 de la ya multicitada “Guía Ética para la transformación de México”, titulado: “DE LA AUTORIDAD Y EL PODER”, en donde se redactó lo siguiente: “Si llegas a un cargo público deberás recordar siempre que estás allí como representante y ser fiel a tus representados; tener en mente que eres el mandatario o la mandataria y que tus mandantes son los que mandan; en otros términos, debes apegarte siempre al principio de mandar obedeciendo”.
¿Alguien en sus cabales puede pensar que el presidente López Obrador ha mandado obedeciendo? Ha ignorado por completo las voces sensatas de gran parte de la sociedad, prestando oídos en cambio a gente perversa que le ha aconsejado dolosamente y que lo está llevando a un triste final, rumbo al término de su gobierno. Y ni qué decir de los poderes Legislativo y Judicial, a los que constantemente presiona, condiciona, chantajea y hasta humilla.
Jamás podrá presumir el jefe del Ejecutivo en turno que ha predicado con el ejemplo. Si hubiera sido congruente, coherente y sensato en el análisis de los acontecimientos, la República Mexicana estaría en otras condiciones económicas, sociales y políticas. Pero ha preferido imponer su voluntad, actuando visceralmente, provocando que entre 2018 y 2022 hayan surgido cinco millones de nuevos pobres. Esos son sus resultados.
¿De qué sirve publicar un texto como esa Guía Ética si quienes la imprimieron y difunden son los primeros en hacer todo lo contrario a lo que ahí se dice? México siempre ha padecido gobiernos contradictorios que en campaña dicen una cosa y en el momento de la verdad, en el ejercicio gubernamental, salen con otra, pero el que encabeza actualmente el presidente López Obrador ha ido más allá del agravio social, la humillación hacia los gobernados y de la insensatez para actuar con justicia.
No hay de otra, ante el cúmulo de ofensas la enérgica respuesta ciudadana debe mostrarse vigorosa en las urnas de las elecciones venideras y ofrecer una ejemplar conducta cívica, que siente el sano precedente de que al pueblo se le debe respetar.