“Seguiré cantando para prestar mi voz a quienes no la tienen”: Miguel Ríos.
El rock es un bumerang,/ por eso siempre volverá, canta Miguel Ríos en el álbum más vendido de su carrera: “Rock and Ríos”, grabado en vivo en 1982. Hoy, con más de sesenta años de trayectoria musical, el tiempo le ha dado la razón; después de la dictadura, la censura, “la movida” española, sus intentos fallidos por retirarse de los escenarios y la revolución musical que han traído las plataformas de streaming, el rock ha regresado siempre a las manos y a la voz de este cantautor español, que el 7 de junio ofreció un concierto en su natal Granada para festejar ochenta años de vida.
“¡La edad me ha dado una cantidad de dolores artrósicos!, me duele el cuello, la rodilla… Afortunadamente, uno cada vez, no a la vez. Hablando de música, la edad me ha dado, por ejemplo, una conservación de la potencia vocal bastante estimable. Estoy contento porque no es sólo con lo que nací, el ‘don’ ese que decía mi madre, sino que he mejorado. Lo he hecho con técnica”, declaró Ríos en una entrevista.
Bien y de buenas, Miguel Ríos combate los achaques con entusiasmo, con una voz inconfundible a la que todavía le quedan horas de vuelo, con una aceptable cantidad de pelo, “indispensable para un rockero” (según sus propias palabras), pero, sobre todo, planta su bandera en la música como una herramienta para fomentar la igualdad social. Presume su silueta de Don Quijote que, en lugar de enfrentarse a los molinos de viento, lucha (micrófono en mano) contra el neoliberalismo, contra la ultraderecha, contra la devastación del planeta, contra los que él llama en uno de sus temas más recientes: “la estirpe de Caín”.
Año veinte del tercer milenio/ una pandemia confinó a la humanidad/ Las costuras del sistema/ muestran su fragilidad/ no es la catástrofe, es su ensayo general […] Y la estirpe de Caín/ siembra la cizaña entre el maíz/ incendia el polvorín/ arde el planeta/ es la estirpe de Caín/ siega la esperanza de raíz/ impávida y ruin/ vende la tierra.
“Vivo en la carretera, adentro de un autobús”
Cuando se menciona hoy a Miguel Ríos, vienen a la mente canciones que quedaron tatuadas en la banda sonora de por lo menos tres generaciones de escuchas; está la mítica “Santa Lucía”, regalo de Roque Narvaja; “El himno a la alegría”, con la música de la Sinfonía número 5 de Beethoven; la versión más famosa de “Todo a pulmón” (escrita por el cantautor argentino Alejandro Lerner en 1983 y después reproducida hasta la náusea por los programas de concursos de talento en la televisión), y algunos temas más que son ampliamente conocidos en la voz del granadino, pero ¿con eso alcanza para que algunos periodistas y admiradores le llamen “el patriarca del rock en español”?
Es cierto que en más de seis décadas de carrera Miguel Ríos ha sido congruente con su música y con su público, pero para ser uno de los fundadores del rock en lengua hispana hace falta mucho más que eso, hace falta, por ejemplo, haber creado la primera gran gira de este género en español: “El rock de una noche de verano”.
En 1983, después del éxito rotundo del en vivo “Rock and Ríos”, Miguel Ríos Campana decidió tomarse al pie de la letra su canción “El blues del autobús”: Cada día despierto en distinta habitación/ donde doy con mis huesos cuando está naciendo el sol,/ dormimos poco y mal, quemando la salud/ para llegar al quinto infierno/ donde cantaré de nuevo/ ¿qué estarás haciendo tú?
Se lanzó a la carretera y consolidó una gira impensable en esos años para un cantante de rock: 600 mil entradas vendidas, conciertos en 35 ciudades de España y, la cereza del pastel, recitales en los estadios de fútbol de primera división. Acompañado del grupo “Leño” y de Luz Casal, Miguel Ríos les dio la bienvenida a las giras masivas de rock en español, todos los que vinieron después (mejores o peores) están en deuda con él.
El filósofo y ensayista José Miguel Valle escribió un libro dedicado a esta icónica gira, Miguel Ríos y el rock de una noche de verano (Efe Eme, 2023), ha señalado los motivos que lo llevaron a crear esta obra: “La capacidad de Miguel de hacer existir lo que antes no existía, su caudal imaginativo para pensar en espectáculos que cualquiera en aquel momento no dudaba en tildar de quiméricos y megalómanos. Su amor por el rock y por lo tanto su deseo de desestigmatizarlo y popularizarlo, sacarlo de las catacumbas en las que se hallaba, y todo ello apelando a la dignidad humana y al deseo de construir marcos de transformación personal y política más amables”.
¿Bye, Bye, Ríos?
En el año 2009 a sus 66 años, Miguel Ríos anunció que se retiraba de la música. Fue un golpe duro para sus seguidores, pero Ríos dijo que tenía miedo de convertirse en su caricatura, que no se sentía ya con la capacidad de seguir grabando discos ni pisando los escenarios. El rockero granadino quería, además, escribir sus memorias, algo que logró en los tres años que se mantuvo alejado de la industria musical. En su libro autobiográfico: Cosas que siempre quise contarte (Planeta, 2013), Ríos narra cómo fue el que, en teoría, sería el último concierto de su vida, un recital que ocurrió en tierras mexicanas.
“Envuelto en toallas para mantener el calor y evitar que el sudor que empapaba mi cuerpo se convirtiera en un resfriado […] miraba absorto las figuras que hacían las sombras en la piedra tallada del inmenso túnel que serpentea por las entrañas de la bella ciudad de Guanajuato, México. Aquella escapada iniciaba una suerte de viaje al centro de la Tierra, por túneles que evitaban que quedara atrapado por la salida del público que había venido a decirme adiós […] Desde el escenario, que estaba enfrentado al edificio que un día de 1810 asaltara el cura Hidalgo para liberar a los mexicanos del dominio español, saludé al respetable al tiempo que, sobrecogido por la belleza que me rodeaba, me daba cuenta de que aquella no iba a ser una noche fácil”.
Por supuesto tuvo razón y la noche no fue fácil, pero el retiro resultó aún más complicado. A toro pasado reconoció que la escritura de sus memorias le absorbió por completo y que él pensaba que el camino de la literatura podría ser ahora su nuevo oficio, pero se dio cuenta de que escribir le era mucho más difícil que cantar, además de que la incertidumbre sobre si su libro le habría gustado a la gente, es un proceso mucho más tardado en ámbito de las letras que en la industria musical.
Sin proponérselo y de improviso, llegó para Ríos el momento perfecto para desdecirse y volver a los escenarios; la gira “El gusto es nuestro”, en el 2016, heredera de una serie de conciertos que comenzaron veinte años atrás, en 1996, donde el cantautor granadino compartió escenarios con sus compatriotas: Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel y Ana Belén. No pudo resistirse a este reencuentro y regresó a darle la bienvenida a los hijos (y también a los nietos) del rock & roll.
Así que Miguel Ríos no sólo no se retiró de la música ni de las presentaciones, sino que este 7 de junio le devolvió el favor al “Nano”, Joan Manuel Serrat, ahora fue él quien lo hizo volver al escenario. Ante los múltiples cuestionamientos de esta fallida despedida que 15 años después sigue sin suceder, Ríos se ha defendido con su humor característico.
“La verdad es que soy un poco… A ver, soy Géminis, así que tengo ciertos altibajos. Había veces en las que creía, y seguramente lo volveré a creer en algún instante del futuro, que no estaba en un buen momento de inspiración para salir de un bucle de canciones que habían tenido mucho éxito. Me resultaba difícil componer material nuevo, y creía que ya no merecía la pena seguir […] Cuando tenía 65 años pensé que ya había estirado el chicle, pero luego empecé a hacer todo eso, hice también una gira con una sinfónica y luego compuse un material bueno en formato acústico. En fin, creo que ya he pedido demasiadas veces disculpas por faltar a mi palabra”.
“Qué larga ha sido la marcha, compañeros de fatiga”
En seis décadas de carrera pasan muchas cosas, la noche deja de ser el reino de la felicidad y comienza a ser hostil, los excesos con los que siempre se asocia a los cantantes de este género, “sexo, drogas y rock & roll”, quedan en el pasado y los rockstars comienzan a vivir de su leyenda… bueno, los que tienen más suerte, los que son más cautos, los que no quieren dejar un romántico e inútil “cadáver hermoso”.
“¡Habrá gente que diga que ya no soy ni rocanrolero! Yo me estoy oxidando, como todo tío que llega a mi edad, y eso se paga en muchos ámbitos […] Llegó un momento que el neumólogo me dijo: ‘tío, si sigues así, no durarás nada’. Yo había padecido un enfisema pulmonar, así que tenía que dejar de fumar ¡Y me lo quité como un jabato! Ya había dejado los canutos, porque me daban unas pálidas absolutamente dramáticas: vomitaba, perdía el conocimiento”, relató Miguel Ríos en una entrevista con el periodista Daniel Mateo.
Pero hay mucho más que excesos y desvelos en la vida del casi octogenario Miguel Ríos, quien pasó del citado “Blues del autobús” al “Blues de la tercera edad”; una canción escrita por Ríos y Jorge Norte, grabada en el 2020, después de doce años sin pisar los estudios de grabación. En ella da cuenta de la vida de Ana, una jubilada que vive con una pensión “asistencial” y la amenaza constante de la soledad.
Nació a mitad del siglo XX/ es parte de mi generación/ la que luchó contracorriente contra el padre y la tradición./ Se curtió en las barricadas/ se alistó en la insurrección/ es feminista declarada/ y partidaria de la pasión/ pero en su corazón suena el blues de la tercera edad/ un sutil aguijón de nostalgia/ llamado soledad./ En el cristal ve su reflejo/ su belleza es la dignidad/ repite el mantra de un consejo/ “Ana no te rindas jamás”/ y le da gracias a la vida/ la tristeza no pasará, no, no, no/ hasta el final de la partida/ le quedan sueños por soñar.
Con esta canción Miguel Ríos hace un llamado a dignificar la tercera edad, a hacerla visible y no normalizar el abandono de la gente mayor, a que las generaciones que le siguen recuerden que ellos trazaron los caminos.
“Solamente la ven [a la gente de la tercera edad] los que no tienen más remedio que verlos: su familia, los allegados, los que tienen suerte de tener familia y allegados, claro. Pero quien tendría que abrir la panorámica es la sociedad para poder ver esos rincones donde de verdad habría que iluminar y focalizar […] Hay mucha gente sola, que además se ha quedado sola sin querer estarlo. Es una putada que no hayamos salido en plan generacional para seguir sacándole partido a esta revolución que iniciamos y habernos convertido en viejos cachondos que ya podían haber tenido una especie de ejército de salvación de la tercera edad”, apunta el cantautor.
Dando el ejemplo, Miguel Ríos no se baja de los escenarios, sigue en la batalla (tal vez la principal sea contra sí mismo), compone, canta, se presenta con orquestas, crea fundaciones para difundir la cultura y la música. Este hijo predilecto de Granada tiene claro que la nostalgia puede ser un veneno y que todo está por hacer: Mientras que el cuerpo aguante,/ mientras que el swing arda por dentro,/ mientras que huir le dé tanto placer./ Bailará sobre sus recuerdos.