SEGUNDA PARTE
Según datos ofrecidos por la Fundación Aquae, existen quince mil plantas desalinizadoras en todo el mundo, en cien países, aunque es en la zona de África del norte y medio oriente en donde se concentran la mayoría de ellas
Amigos y amigas, comentábamos la edición pasada que varias naciones en el mundo ya aplican exitosamente el proceso de desalinización de agua de mar, transformándola en agua potable, avocándose a resolver el desafío de escasez del vital líquido. Arabia Saudita es el país líder en ese campo, operando cuarenta plantas. Sí, ya sé que han de estar pensando, “es que ahí sí tienen dinero”. En México también existen recursos suficientes para atender la dotación de agua, pero lamentablemente no se invierten como deberían.
No sé por qué nos hemos ido acostumbrando como sociedad a conformarnos con pocos resultados por parte de nuestras autoridades, lo mismo las electas que las designadas en la administración pública, a las que invariablemente les “viene bien” usar el argumento de que “hay carencia de recursos”. La verdad es que no, de lo que sí se carece es de visión y creatividad para realizar obras trascendentes que realmente impacten en mejorar la calidad de vida de los habitantes mexicanos.
En Marruecos, por ejemplo, aplicando justamente una mirada de largo plazo se han planteado que entre el dos mil veinte y el dos mil treinta, buscarán que la mitad del agua potable que se necesita en el país provenga de quince plantas desalinizadoras (una de ellas la segunda más grande del mundo), toda vez que se comprende que dicho esfuerzo es prioritario para que la población marroquí se beneficie y vea satisfecha una necesidad básica, además –por supuesto– de que les interesa entregar buenos resultados en el marco de la agenda 2030 de Naciones Unidas.
Otro país que ha trabajado vigorosamente en este campo de la desalinización es España. Por increíble que nos parezca a muchos, desde la década de los sesenta del siglo pasado, o sea, aún inmersos en la dictadura franquista, por ahí alguien “levantó la mano” para establecer el proyecto de crear plantas desalinizadoras de agua de mar, iniciando en las Islas Canarias una labor que hasta hoy en día suma alrededor de ochocientas plantas –distribuidas en todo el territorio español–, mismas que procesan diariamente en promedio cinco millones de metros cúbicos de agua potable.
Según datos ofrecidos por la Fundación Aquae, existen quince mil plantas desalinizadoras en todo el mundo, en cien países, aunque es en la zona de África del norte y medio oriente en donde se concentran la mayoría de ellas. Esa misma fundación tiene calculado el costo anual de dos mil dólares anuales para satisfacer las necesidades de agua potable de una familia compuesta por cinco personas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la necesidad que tiene una persona en cuanto a consumo de agua es de cien litros diarios, que vienen siendo más o menos entre cinco y seis cubetas de uso doméstico en el hogar. Sin embargo, en el caso mexicano resulta que se tiene analizado que consumimos 250 litros diariamente, debido a malos hábitos de consumo, así como por múltiples fugas existentes tanto en la red como en las casas-habitación.
Con ocho litros de agua de mar es posible obtener cuatro litros de agua potable, de acuerdo a diversos estudios efectuados en varias de las plantas desalinizadoras, y si bien es cierto que muchas de estas plantas utilizan una gran carga de energía eléctrica, que es uno de los cuestionamientos que sus críticos y opositores les hacen, la verdad es que los procesos de operación en muchas de ellas se han venido mejorando a tal grado que la tecnología de paneles solares está surgiendo como una alternativa para reducir costos y seguir generando agua útil para el consumo humano.
En nuestro país –hasta donde sabemos– son las ciudades de Ensenada y Tijuana en donde llevan algunas décadas planteando la posibilidad de establecer un sistema de obtención de agua potable a partir del proceso de desalinización. Al parecer, influidos por la ciudad vecina de San Diego, quien creó la planta Carlsbad en 1998, la cual surte de agua potable a cerca de 400 mil personas; en ambas ciudades mexicanas se busca hacer algo parecido, sin que existan estudios precisos al respecto.
Con todo este bagaje informativo, considero que no hay pretexto alguno para que todos en México “nos pongamos las pilas” y organicemos una auténtica cruzada ciudadana para obligar a las autoridades federales a que inviertan inteligentemente recursos públicos en un rubro que permitiría un amplio beneficio a millones de personas y, de paso, tal decisión se constituiría en un firme golpe de autoridad en cuanto a resultados tangibles en la agenda 2030 de la ONU, toda vez que estamos bastante atrasados en el cumplimiento de la misma.
Muy pronto en la Cámara de Diputados se discutirá el presupuesto de egresos de la Federación para ejercerse en 2025 y espero, como ciudadano, que exista la convicción suficiente entre los legisladores para que se destine una partida específica para iniciar un camino serio y definitivo hacia la dotación de agua potable a numerosas personas que tal vez por varias generaciones jamás la han visto ni disfrutado.
Sugiero al respecto que dejemos de ser especialistas en seguir desplazando y difiriendo la aplicación de ideas y conceptos de vanguardia. La futura mandataria cuenta con una maestría en energía energética y supuestamente comprendería la importancia que reviste invertir en un sistema integral de desalinización de agua de mar, a menos que políticamente intente seguir protegiendo otros intereses, como los concesionarios de las pipas que surten agua en numerosas comunidades del país, que a pesar de que la ley establece que su distribución debe ser gratuita cobran buenas cantidades económicas, lucrando abiertamente, en complicidad con las autoridades respectivas, con la necesidad de tener agua en donde se habita.
Agradezco, como siempre, la gentileza de su atención.