Movimiento Ciudadano tiene claro que, más allá del 2024, su estrategia se articula en torno a un discurso de cambio sistémico a largo plazo
El 5 de diciembre de 1998, Convergencia por la Democracia celebró su Asamblea Nacional Constitutiva como partido político nacional. Hoy, 26 años después, ese proyecto, que ahora lleva el nombre de Movimiento Ciudadano, se ha consolidado como una fuerza política independiente, con personas libres y valientes comprometidas a construir un México nuevo.
Movimiento Ciudadano cumple 26 años de representar una alternativa de futuro para edificar un país justo, incluyente y democrático, respetuoso del Estado de derecho y constructor de un estado de bienestar para superar la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, el camino ha estado lleno de desafíos. Desde su fundación, ha resistido los ataques de la vieja política, del partido en el poder y de las formas tradicionales y pervertidas de hacer política en nuestro país.
En estas más de dos décadas, han sido 16 los partidos políticos nacionales que han aparecido en la boleta electoral y han perdido su registro. En contraste, Movimiento Ciudadano se ha consolidado como una fuerza política en constante y sostenido crecimiento que ha logrado ganar y gobernar capitales de algunos estados de nuestro país: Oaxaca en 2001, Guadalajara en 2015, Monterrey en 2018 y Campeche en 2021. Sin alianzas ni coaliciones, Enrique Alfaro se convirtió en el primer gobernador de Movimiento Ciudadano al ganar Jalisco en 2018; a él le seguiría, en 2021, Samuel García en Nuevo León.
A lo largo de un cuarto de siglo, Movimiento Ciudadano ha participado de forma autónoma en diversas contiendas electorales, desmarcándose con ello de las alianzas que la vieja política insiste en crear. Su estrategia independiente le ha permitido construir una alternativa real para las personas que buscan una opción distinta y con identidad propia.
En este 2024, Movimiento Ciudadano tomó la decisión más significativa en su historia: participar de manera directa en el proceso electoral, sin alianzas ni coaliciones con la vieja política o con los partidos que ya le fallaron a México. Por primera vez, se postularon candidaturas propias en todo el país, tanto para la Presidencia de la República como para 564 senadurías y diputaciones federales, para 1465 ayuntamientos y para 674 escaños en las legislaturas de los estados.
La decisión de participar así reflejó una determinación contundente de ir más allá de las dos grandes coaliciones de la vieja política: PRI, PAN y PRD, y Morena y sus esbirros. Movimiento Ciudadano confió en su visión y en su proyecto de nación que venía construyendo de la mano de la ciudadanía con foros y seminarios en todo el país, y que contó con la participación de expertos de talla nacional e internacional en temas de seguridad y justicia, salud, ciencia y tecnología, medio ambiente, educación, cultura, desarrollo agropecuario, igualdad sustantiva, entre otros. Estas aportaciones se integraron a la plataforma electoral y a la agenda ciudadana de gobierno nombrada “Un Buen Gobierno para México”.
Al marcar un hito en su historia y contar con un programa y una plataforma electoral firmemente sustentados, Movimiento Ciudadano se negó a subir al “Titanic” que representaba la alianza electoral; desafió la tendencia de los partidos políticos tradicionales de unirse en coalición para alcanzar sus objetivos electorales y, con ello, reafirmó su identidad y sus valores.
Movimiento Ciudadano participó en el proceso electoral presidencial con un candidato joven, preparado y sin componendas con nadie: Jorge Máynez. Juntos, demostraron ser la opción que requería el país y acreditaron, en solo 90 días, que podía existir una alternativa nueva. Máynez ganó los tres debates presidenciales y pasó de tener 6% del reconocimiento popular a contar con el 85% de este en sólo tres meses.
Movimiento Ciudadano no sólo se enfrentó en la contienda a los partidos tradicionales y su llamado al “voto útil” que hoy, con un golpe de realidad, da cuenta de su inutilidad, sino que también se enfrentó contra el aparato del Estado, apostó por presentarse como una alternativa distinta para la gente y transitó un camino lleno de retos y desigualdades.
Los ataques al candidato Jorge Máynez llegaron por doquier: lo mismo podía Héctor Aguilar Camín llamarle “mentecato”, que Leo Zuckermann pedirle al INE que no participara en los debates; incluso Joaquín López Dóriga, en plena veda electoral, llamó a no votar por Movimiento Ciudadano. Así mismo, Alito (PRI), Marko Cortés (PAN) o Jesús Zambrano (PRD) llamaron esquiroles a Movimiento Ciudadano y a su candidato presidencial. No se quedaron atrás Mario Delgado (Morena) y su candidata Claudia Sheinbaum, quienes hicieron un llamado a no darles ni un voto.
Lejos de dar un paso atrás, Jorge Máynez y Movimiento Ciudadano crecieron ante la adversidad, ya que optaron por las plataformas digitales y su viralidad para conectar con un público joven que simpatizó con su independencia, sus propuestas, su programa de gobierno y su pegajosa rola “Presidente Máynez”.
Pese a la inequidad de la contienda, la disparidad en el presupuesto, la reducción en el acceso a los tiempos de radio y televisión, y a ser víctimas de constantes agravios por los medios de comunicación adscritos al mal llamado “voto útil” que intentó la oposición como única forma de detener a Morena, Movimiento Ciudadano obtuvo la mayor votación de su historia: más de 6.5 millones de votos que corresponden al 11.6% de la votación nacional.
Sin componendas con nadie, Movimiento Ciudadano eligió ese camino difícil; sin embargo, mantener su dignidad tuvo un alto costo, pues además de participar en profundas condiciones de desigualdad, tuvo que enfrentar también a los poderes fácticos, a los partidos políticos y al presidente de la República a través de consejeros electorales cómplices y magistrados electorales subordinados, quienes avalaron una ingeniería electoral para transferir votos y escaños entre partidos, y permitir a Morena y aliados una sobrerrepresentación absurda que la ciudadanía no le dio con sus votos.
A Movimiento Ciudadano le quitaron más de 20 diputaciones y 9 senadurías que le correspondían por haber obtenido el 11.6% de la votación efectiva, la más alta en su historia. Solo así, con un fraude a la Constitución, los otros partidos pudieron hacerse de una mayoría calificada artificial en el Congreso, que hoy les ha permitido aprobar las reformas constitucionales más retrógradas y antidemocráticas de nuestra historia reciente.
Pese al fraude, hoy Movimiento Ciudadano cuenta con una Bancada Naranja de 5 senadurías y 27 diputaciones en el Congreso de la Unión; tiene representación parlamentaria en casi la totalidad de los congresos estatales, con 76 representantes, 42 de ellas mujeres; será gobierno en más de 150 municipios y refrendó la gubernatura de Jalisco con Pablo Lemus.
El simbolismo que tiene la participación en solitario de Movimiento Ciudadano en las elecciones presidenciales de 2024 da cuenta de una lucha por romper con las alianzas tradicionales de la vieja política y de lo que hoy representa Morena, que es más de lo mismo. En 26 años, Movimiento Ciudadano ha logrado mantenerse y adaptarse a las necesidades y demandas de la gente, en un sistema totalmente diseñado para que se vean beneficiados los partidos tradicionales y las grandes coaliciones.
Dante Delgado es un convencido de que se pueden hacer cambios profundos y que se pueden romper las formas pervertidas de hacer política. Movimiento Ciudadano tiene claro que, más allá del 2024, su estrategia se articula en torno a un discurso de cambio sistémico a largo plazo. El objetivo de Dante Delgado no es solo ganar elecciones, sino construir una fuerza electoral que transforme la manera de hacer política en nuestro país y le dé a México una alternativa real de futuro con visión de grandeza.