El Partido de los Socialistas Europeos y las 58 agrupaciones políticas europeas que lo componen se enfrentan al mismo debate: cuál debe ser el espacio que ocupe la vieja socialdemocracia, amenazada en gran medida por el auge de una enorme ola neoconservadora.
Estas nuevas propuestas políticas que proclaman ser movimientos de regeneración democrática alejados de cualquier vertiente política o extrema, e inicialmente asociados erróneamente a movimientos de izquierdas por el auge de fórmulas como Syriza o Podemos, agitan el mapa político europeo y, me atrevería a decir, iberoamericano.
Socialdemocracia vs neoconservadurismo
Diferentes formaciones socialistas se debaten entre mantener el espacio ideológico de centro-izquierda (socialdemocracia), o un giro más a la izquierda como partido o en confluencia con otras fuerzas.
Es un debate engañoso: la polarización izquierda/derecha acaba por beneficiar a la derecha, mientras las izquierdas pelean por ese espacio y se desgarran, como se ha visto en todas las últimas elecciones.
Pero aún hay algo más destacable: los movimientos “populistas” europeos, a excepción de la citada Grecia, España o Portugal, nada tienen que ver con la izquierda, todo lo contrario, son fórmulas ya probadas que surgen con más fuerza tras la crisis del 2008, y que proclaman consignas de odio, racismo y nacionalismo (la culpa de los problemas internos siempre viene del exterior: la inmigración, la globalización).
Auge populista en Europa
De igual manera, y así lo hemos visto en las últimas dos elecciones europeas en Holanda y Francia, no es la izquierda la que frena el avance de la ultraderecha. Aunque el partido Groenlinks (Verdes de Izquierda) obtuvo resultados inmejorables (cuadriplicaron sus votos), fueron los liberales los que lograron frenar el triunfo pronosticado de la ultraderecha islamófoba y euroescéptica de Geert Wilders.
Las elecciones francesas del 23 de abril último demostraron, una vez más, el final del bipartidismo clásico que existe en países de todo el mundo: sus dos grandes y tradicionales partidos quedaron en tercera y quinta posición. Si es sorprendente ver que ninguno de los dos partidos históricos logró pasar a la segunda vuelta, aún lo es más ver cómo siguen creciendo los partidos “anti sistema”, en este caso representados por el Frente Nacional y/o los que representan la centralidad versus el eje discursivo de izquierda o derecha; así, Emmanuel Macron y su partido “En Marche!” resultaron beneficiados.
Macron (39 años), ex-ministro de Finanzas con Hollande y ex-banquero que se presentó sin experiencia en una elección previa y con un partido que no tiene ni un año, hecho a su medida (las siglas EM, pueden hacer referencia al partido En Marche! o a Emmanuel Macron), ha sido el más votado en un escenario de fragmentación del voto.
Gran parte del éxito de este nuevo personaje se basa en el apoyo de figuras sociales y políticas de todos los espectros ideológicos, desde la histórica participación del mayo del 68 con el “rojo” Daniel Cohen-Bendit, hasta líderes empresariales o el propio Nicolas Sarkozy.
Aunque lo más sorprendente es el apoyo decidido de diferentes figuras del socialismo francés, desde históricos dirigentes hasta actuales ministros, lo que representaba el abandono explícito al candidato socialista (Benoît Hamon), que representa el ala más a la izquierda del PS.
De nuevo se constata que las apuestas por candidatos socialistas representantes del ala más izquierda del partido generan división. Ejemplos previos hemos podido ver en España o Italia. Como conclusión: cuando los partidos socialistas se radicalizan o se echan en manos del nacionalismo o el populismo, los ciudadanos les dan la espalda. Y es entonces cuando los partidos de ultraderecha, en ambos lados del Atlántico, recogen todo el desánimo de la ciudadanía; la indignación y la crispación son utilizadas por las propuestas más extremistas, el “antiestablishment” se presenta como solución contra la vieja política.
Afortunadamente las propuestas más radicales en Europa no están cosechando el éxito que tuvo Trump, al menos en Francia u Holanda. Ya veremos qué ocurre en Alemania con el partido xenófobo AfD (Alternativa para Alemania), que apostó en su congreso de abril pasado por su ala más radical y anti-islámica de cara a las elecciones federales de septiembre.
¿Voto de castigo en Francia?
En la segunda vuelta electoral francesa, Macron derrotó a Marine Le Pen y le dio un respiro a la Unión Europea. ¿Fue un triunfo para las fuerzas progresistas? No lo parece. Algunos analistas ven en este resultado un voto de castigo contra las izquierdas, cuyos resultados en el gobierno han quedado por debajo de las expectativas creadas.
Los discursos radicales de izquierda no funcionan. ¿México será una excepción?