Internacional
EL MUNDO EN LA ERA PUTIN

Guillermo Rocha Lira

Guillermo Rocha Lira
@MemoRochaL

A nivel mundial, el vacío que deja Estados Unidos provoca que la doctrina Putin no tenga
contrapeso alguno.

El “proyecto Putin” es la continuidad de la política seguida por los zares y el politburó porque sus decisiones y acciones tienen una gran similitud con los gobernantes de la historia rusa.

¿En qué momento Rusia recuperó el protagonismo de la historia? Parece que el gigante euroasiático ha retomado el liderazgo de la política internacional gracias a un aire nacionalista y militarista renovado o, mejor dicho, reforzado.

En los primeros años de la Posguerra Fría, el liderazgo de Estados Unidos parecía indiscutible frente a una ex Unión Soviética desmantelada y empobrecida. Durante la década de los 90 y los primeros años del siglo XXI dominó en la política internacional una tendencia globalizadora, democratizadora y de libre mercado. En Europa incluso se consolidó el proyecto supranacional, mientras que en otras regiones se llevaron a cabo importantes esfuerzos de cooperación e integración económica, monetaria y política. No existía una amenaza que pusiera en duda la continuidad y el éxito del Destino Manifiesto estadounidense; sin embargo, el que debió ser el “Siglo americano” comenzó con dolorosas derrotas en Iraq y Afganistán.

El mundo de la Posguerra Fría se diluye en una ola nacionalista globalifóbica que tuvo éxitos significativos en EE. UU. y Gran Bretaña y que es manipulada y aprovechada desde el Kremlin por una fuerza militarista subestimada que nunca se fue, y hoy controla el destino de Rusia y del mundo. El antiguo enemigo bipolar ha regresado para reclamar su lugar en el planeta como “la potencia” y tiene en Vladimir Putin a un mandatario decidido a continuar con la grandeza de Rusia a cualquier costo. Hace unos años se minimizaba el potencial ruso y hoy existen pruebas de la intervención de sus servicios de inteligencia en la elección interna de Estados Unidos.

Paradójicamente, este cambio en la historia comenzó en la época de los 90, durante el gobierno de Boris Yeltsin, quien enfrentó la inestabilidad económica, los escándalos de corrupción y la reorganización postsoviética. En aquel entonces Putin no se destacaba entre las figuras predominantes de la política rusa; sin embargo, Yeltsin vio en él a un sucesor ideal que podía garantizar el “orden nacional” y encubrir cualquier posible investigación que surgiera al concluir su propia era.

La historia de Putin siempre estuvo relacionada con el poder. Al parecer su abuelo fue chef de Lenin y Stalin. Durante la época soviética fue espía de la KGB en Dresden y su principal tarea consistía en reclutar agentes para la policía secreta. Después de la desaparición de la URSS continuó su carrera en San Petersburgo como jefe de relaciones exteriores de la alcaldía. En 1998 fue nombrado director del Servicio Federal de Seguridad (antes KGB). En septiembre de 1999 se llevó a cabo una serie de atentados terroristas en un conjunto habitacional en Moscú y Vladimir Putin fue el encargo de la investigación de esos actos. Los hechos sirvieron para que un desconocido Putin ganara popularidad y presencia mediática. Tres meses después de los sucesos, la dimisión de Boris Yeltsin provocó que Putin asumiera el cargo de presidente interino.

Abogado y político de profesión, Putin es un hombre pragmático, serio, que habla poco. La comunicación gubernamental y los medios de comunicación asociados al régimen se han esforzado por posicionarlo como un “mujik”, un hombre fuerte, del campo. En las redes sociales el gobierno difunde videos en los que se ve al presidente como un hombre atlético: Putin practica judo y karate, nada en Siberia y lideró al equipo de nacional de hockey contra Finlandia; maneja tanques, helicópteros, submarinos, un auto de Fórmula 1 y una moto con el nombre de Abadón “el destructor”; incluso se le ha visto montando a un oso y ha sido retratado con animales exóticos.

Los medios oficiales no sólo buscan potenciar sus capacidades físicas, sino también mostrar su decidida personalidad y habilidad como estratega. La mayoría de los rusos ven en él a un hombre ejemplar capaz de dirigir el destino de su nación, al grado que la “marca Putin” se ha consolidado en Rusia como ícono de la mercadotecnia y de la sociedad moderna. Juguetes, series de televisión, comics y hasta vodkas llevan su nombre.

Durante el tiempo que ha estado al frente del gobierno, la economía mostró una recuperación significativa. En su primer mandato se incrementó el PIB en 72%, mientras que el salario mínimo pasó de 61 rublos en 1995 a 6,204 rublos en 2016. El crecimiento ruso avanza gracias a la gran industrialización y desarrollo tecnológico de un país que se adaptó a la dinámica capitalista y las leyes del mercado, pero que mantiene una centralización en la toma decisiones.

Desde su llegada al poder, Putin les demostró a los sectores empresariales quién mandaba. La fragilidad de la economía postsoviética y la apertura comercial provocaron que grupos empresariales, nacionales y extranjeros, se adueñaran de sectores de la economía y obtuvieran ganancias millonarias en poco tiempo. Putin hizo frente a los grupos oligárquicos e incluso encarceló a Mijaíl Jodorkovski, hombre de negocios, considerado el más rico de Rusia.

El gobierno congeló los activos de su empresa y de otros industriales rusos. Recientemente la televisión rusa difundió un video en el que el presidente tuvo que visitar las instalaciones de una fábrica para resolver las diferencias entre obreros y empresarios. Durante esta reunión Putin humilló al oligarca Oleg Deripaska, sus palabras fueron: “¿Por qué no resolvieron esto antes? Ustedes corrieron como cucarachas cuando les advirtieron que vendría. Esta fábrica será reiniciada de una forma u otra”. Desde entonces muchos empresarios rusos fueron encarcelados y otros se han convertido en aliados del régimen.

Vladimir Putin mantiene un fuerte vínculo con la iglesia ortodoxa. El socialismo real no eliminó las expresiones religiosas y con la caída de la Unión Soviética, las exrepúblicas cayeron en un vacío ideológico y moral. El gobierno actual comprende la relevancia que tiene la religión en la sociedad rusa y por lo tanto el patriarcado es considerado como un aliado natural del poder político. El mismo Putin se muestra como un ferviente creyente cristiano ortodoxo y mantiene buena relación con el Patriarca Kirill. La relación con la iglesia ortodoxa no sólo ayuda a Putin a legitimar sus decisiones de gobierno, sino que también provoca un blindaje natural frente al avance del catolicismo, el protestantismo y el islam. El gobierno también ha buscado reunir a las iglesias ortodoxas en torno al liderazgo del Patriarcado ruso, por lo que busca ampliar política y culturalmente su zona de influencia en otras naciones a través de la religión. El patriarca Kirill ha denunciado la decadencia ideológica europea y ha llamado a recuperar los valores de la cristiandad. Esto coincide con el discurso nacionalista de Putin y facilita la “rusificación” de la región.

El gobierno interviene en casi todos los aspectos de la vida de la sociedad, inclusive la cultura y el deporte. La ciudad de Sochi fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014 y el país será sede del Mundial de Fútbol en 2018, con lo cual se busca mostrar a una Rusia moderna. Desde el aspecto cultural, este año el Teatro Bolshoi anunció que se estrenaría el ballet de la vida del famoso bailarín ruso Rudolf Nureyev, sin embargo, hace unos días el director del teatro, Vladimir Urin, canceló la representación y anunció una nueva obra. Fuentes rusas afirman que la orden vino directamente del Ministro de Cultura, Vladimir Medinsky, probablemente porque la obra exhibía temas homosexuales.

A pesar del control estatal, el gobierno ruso también ha enfrentado duras críticas por parte de organizaciones no gubernamentales y de derechos humanos. La popularidad del presidente es alta, pero la oposición interna se fortaleció en la última década.

Una de las demostraciones de rechazo más populares al régimen fue la que encabezó el colectivo punk y feminista Pussy Riot, que realizó una manifestación pública dentro de la Iglesia del Salvador en Moscú, en febrero de 2012.

Sus integrantes fueron arrestadas y encarceladas por vandalismo, desorden social y daño a los valores de la Iglesia Ortodoxa. El 27 de febrero de 2015 el principal líder de oposición, Boris Nemtsov, fue asesinado en la Plaza Roja cerca del Kremlin. Nemtsov fue miembro del parlamento, líder del movimiento Solidarnost y crítico abierto del gobierno. Su asesinato ocurrió días antes de que se llevara a cabo una marcha multitudinaria para protestar contra la guerra en Ucrania. Durante el torneo de fútbol de la Copa Confederaciones 2017 se llevaron a cabo manifestaciones en muchas ciudades de Rusia para exigir respeto a las libertades. Es muy probable que en 2018 estas expresiones de descontento se repitan en el Mundial de Fútbol.

A nivel mundial, el vacío que deja Estados Unidos provoca que la doctrina Putin no tenga contrapeso alguno. Su marioneta presidencial, Trump, se preocupa más por reorganizar a su gabinete, enfrentar a los medios de comunicación y enviar tuits, mientras que el partido demócrata ha dejado de ser una fuerza política propositiva para dedicarse a denunciar las ocurrencias del magnate presidente. Este es el escenario perfecto para Putin.

En la construcción de un nuevo orden mundial, el Kremlin cuenta con el apoyo de un país estratégico: la República Popular de China. Ambas potencias tienen grandes similitudes, como la centralización de la toma de decisiones, gran desarrollo industrial, amplia extensión territorial, vastos recursos naturales y humanos, así como un fuerte desarrollo militar y preponderancia de sus fuerzas armadas. Rusia y China comprenden el contexto mundial actual y han adaptado sus economías al mercado. Los gobiernos de estas dos naciones están más preocupados por el crecimiento económico, el desarrollo industrial, el fortalecimiento militar, la seguridad nacional, la proliferación de armamento y la investigación espacial, que por realizar una apertura democrática de reconocimiento a los derechos humanos, las minorías étnicas y los grupos vulnerables. Mientras Estados Unidos y la Unión Europea se debilitan, Rusia y China hacen y deshacen en otras regiones.

Vladimir Putin aprovechó para reinstaurar la Realpolitik en el siglo XXI. Una foto tomada en la reunión del G20 muestra a Putin rodeado de otros líderes mundiales y confirma quién es el nuevo referente de la política internacional. El nuevo líder no pierde mucho tiempo en negociaciones y realiza acciones estratégicas unilaterales de acuerdo a sus intereses, como sucedió en el caso de la intervención rusa en Ucrania por el territorio de Crimea. En ocasiones recurre a la diplomacia: brinda apoyo a gobiernos afines como Siria o Irán y establece alianzas estratégicas con países como India y Pakistán.

El “proyecto Putin” es la continuidad de la política seguida por los zares y el politburó porque sus decisiones y acciones tienen una gran similitud con los gobernantes de la historia rusa. Al igual que sus antecesores, considera que Rusia es capaz de tener el liderazgo continental a partir del debilitamiento de las potencias europeas. Después de que Rusia derrotó a las fuerzas napoleónicas, el zar Alejandro I llamó a los monarcas europeos a la construcción de una “Santa Alianza” que protegiera los valores occidentales, absolutistas y cristianos frente a la amenaza que representaban las ideas revolucionarias. El actual presidente ruso tiene la misma tentación de los gobernantes absolutistas y los secretarios del partido comunista por consolidar a Rusia como líder de un proyecto paneslavista, que aglutine a las naciones que alguna vez formaron parte del imperio o de la Unión Soviética.

El mundo en la era Putin es multipolar, anárquico, inseguro, desigual y poco democrático. En el pasado, el enfrentamiento bipolar facilitaba el análisis de los fenómenos políticos y sociales. Hoy, el surgimiento de nuevos actores de la sociedad internacional como grupos terroristas, insurgentes y revolucionarios, además de problemas globales como la migración y el cambio climático, hacen más complejas a las relaciones internacionales. Regiones enteras del planeta son inestables y en algunos casos, como África y Medio Oriente, son ingobernables porque prevalecen las guerras civiles, el terrorismo y los grupos paramilitares. China y Rusia aprovechan las condiciones de desgobernanza global para exportar su modelo de gobierno a otros países.

El mundo es más inseguro porque existen más armas convencionales de las que existían en la Guerra Fría y porque hay más países que tienen acceso a armas de destrucción masiva. La no proliferación de este tipo de armamento ha fracasado porque Corea del Norte, Irán, India y Pakistán han perfeccionado su arsenal militar nuclear. Aunque la Guerra Fría concluyó, la carrera armamentista continúa: Rusia posee hasta 3 mil 200 ojivas nucleares de acuerdo a información del Departamento de Estado de Estados Unidos, pero la realidad es que se desconoce el arsenal total nuclear y de armas químicas y biológicas que tiene. El gobierno ruso no ha abandonado la doctrina de guerra nuclear ilimitada; en 2003 reafirmó que las autoridades se reservaban el derecho del uso de este armamento en caso de que la Federación y “sus aliados” se vieran “presionados o amenazados.”

En esta nueva carrera armamentista, Rusia tiene un papel protagonista. La obsesión por la seguridad nacional provoca que gran parte de la investigación científico-tecnológica se oriente hacia la investigación espacial y la creación de armamento moderno. Según el Instituto de Investigación para la Paz Internacional (SIPRI en inglés), Estados Unidos y Rusia siguen siendo los mayores exportadores de armamento convencional a nivel mundial. En 2016 la Federación Rusa obtuvo ganancias por 6 mil 432 millones de dólares por la venta de armamento. Francia, que es el tercer mayor exportador de armas, obtuvo 2 mil 226 millones de dólares en el mismo año. Nada ha cambiado con respecto a la Guerra Fría, la carrera armamentista sigue siendo bipolar.

Hoy Vladimir Putin se autoproclama protector del mundo civilizado y llama a defender los mismos valores que sus antecesores. Pasan los siglos y el objetivo sigue siendo el mismo: mantener el liderazgo político e ideológico de Rusia en el concierto europeo y mundial. Si Catalina la Grande buscaba la rusificación de la región del Cáucaso, Putin busca la expansión planetaria de su ideología y su proyecto. El mundo es la principal zona de influencia de Putin y, por lo tanto, de Rusia.