Muchas mujeres también salieron a las calles a buscar a sus amigas, madres, hijas y compañeras
Ante los recientes sismos que azotaron a la República Mexicana los pasados 7 y 19 de septiembre, muchas fueron las imágenes que circularon en los medios digitales y tradicionales, destacando en todo momento la presencia de mujeres de todas las edades y condiciones sociales que, sin importar el cansancio, estuvieron ayudando durante horas al rescate de personas que quedaron atrapadas entre los escombros.
La solidaridad se manifestó en cada momento, ya que vimos mujeres jóvenes, estudiantes, madres, esposas, trabajadoras que tras el sismo salieron a la calle y, con fortaleza y determinación, trabajaron hombro con hombro junto con los hombres para realizar un sinfín de actividades que sin duda marcaron la diferencia ante la desgracia.
Si bien en el sismo de 1985 las mujeres fueron pieza clave en las labores de rescate y reconstrucción, en esta ocasión, a diferencia de hace 32 años, nosotras, las mujeres, desempeñamos muchas más labores que tradicionalmente se consideraban propias de los hombres y que dieron visibilidad a nuestra muy importante labor ante situaciones de emergencia.
Rescatistas, voluntarias, taxistas, ingenieras, albañiles, doctoras, enfermeras, chefs y cocineras, entre muchas otras, salieron a la calle para dar lo mejor de sí, su trabajo y oficio, con la finalidad de ayudar a todos y todas las afectadas por el desastre. Las imágenes fueron claras y contundentes: la participación de las mujeres se dio en condiciones de igualdad para las labores de rescate y lo mismo sucederá con la reconstrucción. Sin embargo, hay otra parte del panorama que también debe considerarse y es que de las hasta ahora 355 víctimas mortales en Ciudad de México, Chiapas, Oaxaca, Morelos, Puebla y Guerrero, lamentablemente más de la mitad fueron mujeres.
¿Por qué? En el sismo del 19 de septiembre dentro de las casas habitación se encontraban principalmente mujeres; amas de casa y trabajadoras del hogar, obreras de maquila. Si bien no hay datos oficiales sobre la ocupación de las y los fallecidos, resulta imposible no pensar en por qué se trataba en su mayoría de fallecimientos de mujeres, en un país como el nuestro.
Un caso emblemático de este tema es el de la fábrica que se encontraba en las calles de Chimalpopoca y Bolívar, en donde se organizaron brigadas feministas que defendieron que las maquinarias no entraran a la remoción de escombros, pues se tenía claro que muchas mujeres obreras de la maquila estaban dentro y aún con vida. Se alegaba que no estaba centrándose todo el interés en su rescate, ya que se priorizaban los apoyos en otras zonas de la ciudad.
Lo que no se dijo es que la falta de atención en esa zona se relacionaba con el alto número de mujeres migrantes que se presume estaban en dicha fábrica, mismas que no contaban con un censo por su calidad de migrantes, de tal forma que su familia difícilmente acudiría a buscarlas, mientras que oficialmente era conveniente remover los escombros de inmediato. Con lo que no contaban era con la defensa a ultranza de mujeres que exigieron ayudar a sus compañeras atrapadas bajo los escombros, pues su condición de indocumentadas las volvió vulnerables en un momento de tragedia como ese.
En esta fábrica, las labores de rescate se detuvieron sin que hasta el momento las autoridades de la Ciudad de México tengan la certeza de cuántas personas y empresas trabajaban en el edificio o si todos los empleados extranjeros que laboraban ahí contaban con los papeles en regla para trabajar legalmente. En este sentido, el embajador de Guatemala en México, Arturo Duarte Ortiz, reconoció que las autoridades consulares de su país tuvieron conocimiento de versiones, no confirmadas, de que entre las víctimas del derrumbe se encontraban obreras textileras provenientes de Centroamérica, contratadas de manera ilegal.
Ante las versiones que circularon en las redes sociales, el embajador ordenó a su personal corroborar la información con las autoridades, rescatistas y representantes de las empresas que cohabitaban el edificio, por lo que una comitiva encabezada por diplomáticos de Guatemala, Honduras y El Salvador acudió hasta el lugar del siniestro. La información que les proporcionó el forense es que entre las víctimas se encontraban los cadáveres de mujeres de nacionalidad taiwanesa y el de un hombre de nacionalidad surcoreana.
Ninguna de las víctimas era centroamericana. Además, en la reunión las autoridades les participaron que existía la firme sospecha de que en estas empresas laboraran obreras asiáticas de manera ilegal, pero hasta el viernes 22 las autoridades encargadas del operativo de rescate desconocían el número total de empleadas porque los representantes de las compañías, mañosamente, no habían entregado el documento de relación de sus trabajadoras.
En un comunicado, el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) del Tribunal de Justicia de la Ciudad de México informó que hasta la tarde del viernes se habían entregado ocho cadáveres de personas extranjeras que perdieron la vida a consecuencia de los derrumbes provocados por el sismo del pasado martes. “Se trata de cuatro cuerpos femeninos de personas de nacionalidad taiwanesa; otro femenino, panameña. Asimismo, tres masculinos: uno de nacionalidad coreana (del Sur), otro de española y uno más de Argentina”, dijo sin especificar el lugar de los fallecimientos.
No sólo eso, la institución mencionó que el número de cuerpos plenamente identificados y entregados a familiares pasó de 60 a 64. Tal vez precisamente por todo este tema es que se inventaron otras historias, protegiendo una realidad que finalmente salió a la luz.
Quizá por esa razón muchas mujeres también salieron a las calles a buscar a sus amigas, madres, hijas y compañeras, porque aún prevalece en nosotras la sensación real de vulnerabilidad ante situaciones de esta naturaleza, una realidad que queda comprobada en este caso donde fue sólo el impulso de las mujeres lo que logró que se siguiera buscando entre los escombros.
La sororidad se impone, queda claro que las mujeres no confiamos debido a la invisibilidad que hemos sufrido siempre. Prueba de ello es que apenas se abren las estadísticas en renglones gubernamentales que nunca habían desincorporado la información de género, tal y como lo vivimos en las elecciones de 2015 y como se visualiza en la información de Protección civil, donde únicamente salud maneja información desagregada por género.
Sí, queda en evidencia la vulnerabilidad de la mujer por carencia de información estadística, es por eso que este tema debe ser atendido por las áreas gubernamentales. Además, es necesario generar un protocolo que instrumente de manera clara y determinante la situación de la mujer ante siniestros, con el fin de así lograr la atención correcta y segura en casos de desastre como el que se suscitó el pasado 19 de septiembre, que dejó al descubierto las deficiencias oficiales.