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nos 380 periodistas de más de 90 medios en 67 países, investigaron durante casi un año para poner al descubierto las tripas de los llamados “paraísos fiscales”; dos despachos de abogados y 19 registros mercantiles se encargaron de ayudar a destapar la cloaca, apoyados en 13 millones 400 mil documentos con información de lugares en los que muchos millonarios guardan sus fortunas para evadir impuestos y, en numerosos casos, ponerse fuera del alcance de la justicia penal y disfrutar a sus anchas de la impunidad, dado el oscuro origen de sus riquezas.
Los Paradise Papers (“Papeles del Paraíso”) han dejado atónitos a millones de ciudadanos comunes en todo el orbe.
Surgen a poco más de cinco años de que la Organización de las Naciones Unidas alertó que el actual modelo de desarrollo global es insostenible; a trece años de que el mundo necesite un 50 por ciento más de alimentos, un 45 por ciento más de energía y un 30 por ciento más de agua para asegurar la subsistencia; aparecen cuando nuestro planeta frisa los 7 mil 500 millones de habitantes (seremos más de 9 mil millones en 2040), y en muchos lados se da la voz de alarma: sin agua, alimentos y energía suficientes, 3 mil millones de seres humanos caerán irremediablemente en la pobreza.
Desde luego, el tema obliga a echar un vistazo a la realidad mexicana.
¡Nombres! ¡Nombres!, retumban los medios de información. Y entre alborotos hasta filtran los de algunos futbolistas. Por fortuna, uno que otro periodista (como Carlos Puig) se arma de valor y desnuda, por ejemplo, los casos escandalosos del aumento de la deuda pública durante la gestión de dos exgobernadores: Humberto Moreira en Coahuila (más de 8 mil millones de pesos) y Javier Duarte en Veracruz (más de 7 mil millones). Un informe de la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad de Texas, dado a conocer a principios de noviembre del año en curso, vincula a ambos con el cártel de Los Zetas, aunque lo descalifican porque no corresponde a una denuncia o a una investigación judicial. Se trata de jóvenes estudiantes, argumentaron del lado de Humberto Moreira.
Estos casos son apenas un pálido reflejo del mar de corrupción, impunidad y desvergüenza que asfixia a nuestro país. De ello son responsables quienes han ejercido el poder público y no han querido (porque les conviene o los aherroja la gratitud hacia sus mecenas) poner las cosas en su lugar.
Son numerosos los escenarios: sindicatos, oficinas de obras públicas, departamentos de compras, campañas electorales financiadas con dinero sucio, licencias, trámites, grandes contratos.
Pero el gran culpable es el modelo de desarrollo al que la clase en el poder se aferra desde hace décadas. Está presente en los números de Paradise Papers y enraizado en el sistema. Es el eje rector de políticas públicas ejecutadas para beneficio de una minoría y en perjuicio de las mayorías.
Mientras en un bien cuidado campo de golf se discurren estrategias de defensa para esa minoría, millones de mexicanos sudan la gota gorda en el barbecho, al frente de una yunta. Lejos están de saber que el costo del tren ligero a Toluca se va a ir por encima de 30 mil millones de pesos; que el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) subió a 180 mil millones de pesos; que en la nueva terminal marítima de Veracruz se invierten 30 mil millones; que en otra terminal marítima, la de Lázaro Cárdenas, la inversión llegará a 900 millones de dólares (17 mil millones de pesos, a precios actuales).
Obras importantes, sin duda. Pero la mayoría de los mexicanos (53 por ciento del total, que vive en situación de pobreza) percibe en esa danza millonaria un mundo ajeno a sus penurias cotidianas. Un mundo hecho “para los de arriba”, mientras “los de abajo” parecen condenados a revivir todos los días la vida de Demetrio Macías, el humilde campesino zacatecano de la memorable novela de Mariano Azuela.
Los ajustes que se están instrumentando son para que los mercados se reactiven, pero esto significa que los que puedan comprar, compren, lo que no implica que las medidas de política económica se orienten a reducir el desempleo y a hacer de las empresas pymes organizaciones competitivas, a través de una cultura innovadora. Las economías emergentes tendrán que adaptarse a la dinámica de las grandes empresas, las cuales ya cuentan con la investigación y el desarrollo tecnológico como práctica empresarial, dueñas de la tecnología vía Propiedad Intelectual; sólo requieren de acuerdos y tratados (como el TLC y el TPP) que les faciliten llegar a sus consumidores.
Mientras la economía mexicana baja más de lo que sube, en un tobogán social siniestro y errático, no ocurre lo mismo con el aumento de la pobreza, que tiene a 23 millones sin acceso a la canasta básica.
Paraíso, ¿para quiénes?