El esquema de salud no responde a la realidad actual, mucho menos a las necesidades de la población, y esto se debe a que se siguen utilizando las mismas prácticas para hacer frente a las problemáticas sanitarias, sin analizar el fenómeno de fondo, sin ir más allá de medidas reactivas
Recientemente nos hemos escandalizado por el indignante “caso Duarte” y otros más sobre políticos que han jugado con la salud de los mexicanos. Lo cierto es que en México ningún estado puede presumir de proveer un óptimo esquema de salud a sus ciudadanos. Acostumbrados a recibir mala atención médica, a acudir a centros de salud en total abandono, y encima a pagar por los insumos y medicamentos que necesitamos, los mexicanos somos presas de un sistema de salud en decadencia, obsoleto y tirano. ¿Esto es lo que merecemos?
El esquema de salud no responde a la realidad actual, mucho menos a las necesidades de la población, y esto se debe a que se siguen utilizando las mismas prácticas para hacer frente a las problemáticas sanitarias, sin analizar el fenómeno de fondo, sin ir más allá de medidas reactivas. La falla radica precisamente en este aspecto, en el cual la visión es tan limitada que se cree que la salud sólo se trata de curar enfermedades, de crear más y más hospitales que probablemente se conviertan en elefantes blancos al ser inoperantes por los altos costos que requieren.
La salud va más allá, es un tema complejo que involucra la vinculación de diversos elementos, situaciones, factores y condiciones sociales, políticas y económicas. Las personas se desenvuelven en múltiples contextos sociales que afectan, positiva o negativamente, su salud; por lo tanto, resulta evidente que tales contextos no sólo competen al sector salud.
Pero, ¿qué necesitamos entonces? El primer paso es dejar de simular que todo va bien; necesitamos cifras, así como información verídica de los problemas y retos que debemos afrontar. Para ello es indispensable un diagnóstico integral y continuo que se nutra de información día con día, que nos ayude a identificar los puntos nodales, aquellos sitios en los que se requiere atención urgente; información que nos ayude a controlar los riesgos antes de que se conviertan en una emergencia y, sobre todo, generar un análisis sobre las necesidades reales para, con base en ello, diseñar las políticas públicas que realmente resuelvan el problema de raíz.
Esto sin duda requiere de un verdadero Plan de Salud que asegure la transformación del sector en niveles institucionales y prácticos: en el nivel institucional, al interior del sistema de salud, es necesario realizar una reingeniería administrativa y operativa. Las instituciones de salud deben actualizarse, modernizarse y, sobre todo, adaptarse a los retos de una sociedad distinta a la de hace 50 años. Una sociedad que va tan rápido que no le da tiempo de esperar más de ocho horas por atención médica. Así como resolver las condicionantes en el acceso a la salud de miles de mexicanos que se encuentran en desventaja por la grave desigualdad social que se vive en nuestro país. Este cambio también exige contemplar el desarrollo y la capacitación de su personal según los más altos estándares posibles, priorizando su calidad de vida.
El segundo punto de transformación, en un enfoque práctico, debe encaminarse en reformar a nivel de gobernanza, articulando bajo este precepto las determinantes sociales de la salud sobre una sociedad globalizada. Esta nueva sociedad enfrenta un rápido envejecimiento demográfico y una rápida urbanización, aspectos que derivan en nuevas afecciones provocadas por enfermedades crónicas y padecimientos derivados del estrés, la depresión y la ansiedad en jóvenes, además de hábitos de vida poco saludables que tienden a priorizar la comida rápida e inhibir la actividad física.
Este aspecto requiere de estrategias de promoción de la salud y prevención de enfermedades, con el objetivo de crear facilitadores para que la población alcance su íntegra capacidad social, mental y física en entornos saludables. También precisa de la participación social que elimine los obstáculos geográficos, culturales, económicos y administrativos a la salud. Pero esto no será posible sin un diagnóstico efectivo para focalizar y racionalizar recursos con base en la demanda epidemiológica y demográfica de la población.
Todos estos cambios deben tomar en cuenta la alienación de las políticas públicas a las metas y prácticas nacionales e internacionales, así como una coordinación transversal e intersectorial de la salud con el aparato institucional local y nacional. También deben priorizarse la innovación y el cambio, generando un ambiente que propicie la creación y divulgación del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Sobre este punto sobra decir que debemos hacer que la tecnología juegue a nuestro favor, la implementación de un sistema que genere un expediente clínico electrónico debería ser ya una realidad. Imaginen ustedes poder acceder a toda su historia clínica en cualquier momento y en cualquier lugar mediante una memoria USB o un código, incluso poder recibir las recomendaciones de cuidado en su teléfono celular, reduciendo los tiempos de traslado y costos al centro de salud o al hospital.
Es decir, se deben involucrar y conjugar las acciones del campo académico con el profesional, el técnico y el político, creando un engranaje científico-institucional que propicie no sólo un mayor entendimiento sobre el avance del conocimiento en materia de salud, sino que éste influya directamente en la práctica para mejorar la salud de los mexicanos al crear entornos saludables, asegurar una correcta atención médica y estar preparados para atender emergencias sanitarias.
Sin embargo, esto no va a ocurrir mientras sigamos manteniendo esa visión limitada de que el sector salud sólo debe enfocarse en curar enfermedades y que lo que necesitamos son más hospitales y medicinas. Para lograr una intervención integral no se necesita descubrir el hilo negro, basta con poner atención en las recomendaciones internacionales, las experiencias de homólogos y las necesidades actuales; pero, sobre todo, se trata de voluntad política y de dejar de hacer las cosas como creemos que deben hacerse sólo porque así se han hecho siempre.n