La historia demuestra que la construcción de muros y la militarización de fronteras son obsesiones de gobiernos aislacionistas que no representan ninguna solución a los problemas, por el contrario, los agravan
En la historia siempre han existido gobernantes que prefieren construir más muros que puentes. Donald Trump es uno de ellos, aferrado a una visión nacionalista limitada.
La obsesión por los muros es un mal de todos los tiempos, de aquellos que viven con miedo y que ven en el extranjero una amenaza o, peor aún, ven en “los otros” a un colectivo capaz de desestabilizar o “contaminar” el orden establecido, así como las costumbres de una sociedad que se presume “civilizada”.
En las últimas semanas de marzo, diversos medios de comunicación advirtieron sobre una caravana de migrantes centroamericanos, en su mayoría hondureños, que se dirigía a territorio estadounidense. Este hecho fue aprovechado por el presidente Trump, quien de forma confusa e impulsiva envió una serie de tuits en los que afirmaba que era urgente la movilización de militares para afrontar semejante “amenaza”.
Esta decisión fue criticada por la opinión pública, así como por prestigiados medios de comunicación estadounidenses. La editorial del New York Times calificó la movilización de la Guardia Nacional como un “plan ridículo, irracional y costoso… una táctica demagógica de intimidación”.
Como bien lo menciona el periódico estadounidense, la Ley Posee Comitatus de 1878 prohíbe el uso de las fuerzas armadas para responsabilidades civiles, a menos que exista autorización del Congreso. La Guardia Nacional es una fuerza de reserva estadounidense de aproximadamente 470 mil voluntarios a nivel nacional. Cada estado tiene su propia milicia y los gobernadores pueden recurrir a ella para restablecer el orden público. Sólo en caso de guerra o crisis nacional extremadamente grave, el Presidente de la Nación puede utilizarla.
El uso de la Guardia Nacional es una acción altanera del mismo Trump. Desde los años ochenta la Guardia Nacional participa en el combate contra el crimen organizado y tareas antiterroristas. Por ejemplo, en 2006 el presidente George W. Bush aprobó el envío de seis mil miembros de esta milicia, y en 2012 Barack Obama autorizó la participación de mil 200 integrantes de la Guardia Nacional en la frontera con México. Hasta ahora, Trump sólo movilizó a 650 elementos: 250 en Arizona y 60 en Nuevo México.
Lamentablemente, en pleno siglo XXI hay personas que coinciden con la visión feudal de Donald Trump y consideran que la mejor forma de defender sus fronteras es construyendo muros, ya que al menos uno de cada tres estadounidenses apoya la construcción del muro y considera que es correcto que la Guardia Nacional vigile la frontera con México. Desde luego, esta acción irracional de Trump no puede ser considerada como parte de una estrategia de seguridad nacional, sino como una propuesta mediática trastornada de un presidente que sigue en campaña electoral.
La historia demuestra que la construcción de muros y la militarización de fronteras son obsesiones de gobiernos aislacionistas que no representan ninguna solución a los problemas, por el contrario, los agravan. En este sentido, vale la pena recordar el discurso del presidente Kennedy, el 26 de junio de 1963, en el contexto de la distención bipolar en la ciudad dividida de Berlín. Cito textual las palabras del mandatario estadounidense:
“Mientras el muro es la más obvia y viva demostración del fracaso del sistema comunista, todo el mundo puede ver que no tenemos ninguna satisfacción en ello; para nosotros, como ha dicho el Alcalde, es una ofensa no sólo contra la historia, sino también una ofensa contra la humanidad, separando familias, dividiendo maridos y esposas y hermanos y hermanas, y dividiendo a la gente que quiere vivir unida. Berlín y todos los pueblos de Alemania avanzan hacia la libertad, más allá del muro, al día de la paz con justicia, más allá de ustedes o nosotros, de toda la humanidad”.
Como en el caso del muro de Berlín, la historia también demuestra que todas las barreras terminan por ser derribadas. La absurda construcción de un muro en la era digital es tan relevante como un monolito de la época de las cavernas. En la era medieval el argumento de Trump hubiera tenido sentido para proteger a la nación de una horda de vikingos, pero el proyecto del muro resulta hilarante, más aún cuando existe una nación mexicoamericana que se consolida en la frontera de los dos países.
Esta limitada visión, así como las barreras y muros edificados, será derribada por las mismas fuerzas globalizadoras y la intensa interdependencia que caracteriza a la aldea global. Trump ha demostrado que gobierna como pequeño señor medieval que protege su feudo con medidas torpes e ineficaces. Ninguna barrera detendrá los flujos migratorios a Estados Unidos, ni tampoco evitará que la nación mexicoamericana crezca.
Para colmo de Donald Trump, el estado de California rechazó su plan para movilizar a integrantes de la Guardia Nacional por considerar que sus efectivos no tienen competencia en la aplicación de las leyes migratorias que impulsa el presidente. Esta mala y costosa decisión de enviar a la Guardia Nacional a la frontera con México llega en un momento de duras críticas a su administración. Hay analistas e internacionalistas, como Alfredo Halife, que incluso afirman que el gobierno del magnate presidente representa la decadencia estadounidense y el cambio hacia un nuevo orden mundial dominado por Rusia y China.
Frente a las visiones arcaicas y limitadas de Trump, China impulsa un proyecto global a largo plazo que reafirme el lugar que le pertenece a la nación asiática en el mundo y en la historia. Mientras Trump envía tuits sin sentido y realiza acciones torpes como la movilización de la Guardia Nacional o la imposición de aranceles al comercio, China construye “puentes” y realiza acuerdos comerciales en todo el mundo. El gobierno comunista, defensor del libre mercado, anunció que responderá a la “guerra comercial” que comenzó Donald Trump estableciendo también aranceles a productos provenientes de EE. UU.
Y mientras el magnate presidente sueña con muros y aranceles, un nuevo frente se abre en Siria a causa del aún no comprobado desarrollo y uso de armas químicas por el régimen de Bashar Al Asad, el cual, se sabe, es apoyado por sus aliados estratégicos: Rusia e Irán. El 13 de abril, la coalición formada por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos decidió atacar posiciones estratégicas del gobierno sirio. Diversos medios internacionales señalaron que la mayoría de los 110 misiles lanzados por la coalición fueron “sorpresivamente” derribados. Veremos en los próximos días si las acciones de Trump son realmente efectivas o sólo se trata de altanería y simulación.