Mientras pensaba a quién iba a entrevistar para los Minidiálogos de este mes de enero de 2016, sobre todo cuando tomé en cuenta que mis reiterados males de la garganta a causa del frío invernal no me permitirían andar por las calles en búsqueda de una buena entrevista, tuve una plática con el director de El Ciudadano, quien me recordó que el tema del mes era la Educación Superior y por ende la UNAM.
Recordé la entrevista, en dos partes 1, que le hice a una joven estudiante que ingresó como becaria del Conacyt, en uno de los programas de Maestría y Doctorado de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien fue víctima de acoso sexual y psicológico por parte de un docente y que titulé en el 2014: “Focos rojos en la UNAM”.
Y me acordé del tema porque será uno de tantos pendientes que el nuevo rector de la máxima casa de estudios, el doctor Enrique Graue Wiechers, debe resolver, además de las constantes denuncias en materia administrativa que merecen investigación y textos aparte. Es bien conocida por ejemplo, sobre todo por los estudiantes, la operación de mafias y el tráfico de intereses al interior de la UNAM que rebasan totalmente la cuestión académica.
Por lo anterior y sin temor a equivocarme, pues segura estoy que es una cuestión sin resolver, me pregunto ¿qué hará el nuevo rector para remediar el tema del acoso sexual y psicológico del que son objeto, tanto alumnos como académicos y personal administrativo?
Y en ello pensaba y googleaba cuando me encontré que en materia de violencia de género dentro de la casa de estudios, existe incluso un libro titulado: Intrusas en la Universidad2, editado por el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) y el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, y que da cuenta, mediante encuestas a la población universitaria, de que el hostigamiento sexual no es ajeno a las instituciones educativas en donde prevalecen relaciones de poder, en especial entre el alumnado y el profesorado.
La doctora Marta Lamas escribió sobre este libro: “Indudablemente, una de las principales contribuciones de Buquet, Cooper, Mingo y Moreno (autoras del libro) es la de haber puesto el tema del sexismo en la Universidad sobre la mesa, para que se ventile abiertamente lo que se suele encubrir o negar. Siempre es más fácil fingir demencia que asumir la verdad, por lo que toca felicitar, además de a las cuatro autoras, a las distintas dependencias que apoyaron esta valiente y necesaria investigación. Debe ser un orgullo para la UNAM ser pionera en este tipo de trabajos, y las cuatro universitarias deben también sentirse muy complacidas del impacto que están provocando con su tesón, creatividad y valentía3”.
Sin embargo, también me llamó la atención que dicho texto fue editado en el 2013 y mi entrevista realizada en el 2014; asumí, por lo tanto, que la UNAM no había tenido mucho avance después de esa investigación y, además, es en noviembre de 2013 cuando la UNAM, recibe por primera vez en su historia una recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) por el presunto acoso a una alumna de la Escuela Nacional Preparatoria por parte de un profesor4; dejo al criterio de lectoras y lectores reflexionar si, por tratarse de la primera recomendación, era la única o no.
La investigación plasmada en el libro Intrusas en la Universidad, detalla que no cuentan con protocolos de atención a la violencia de género; peor aún: ningún rector de la UNAM ha expuesto una postura institucional clara sobre la materia.
En el 2014, a mi pregunta de si sabía de cuántas denuncias por acoso sexual y psicológico se mencionaban en ese momento en su maestría, la respuesta de mi entrevistada fue: “Que yo sepa, al menos unas siete. El problema es que no son denuncias formales porque se carece de pruebas factibles o que puedan servir para llevar el caso al Jurídico de la UNAM, o incluso fuera de la institución, porque ya es un asunto que no debe quedarse únicamente dentro de la Universidad”.
Este es uno de los temas pendientes que reclaman atención de nuestra máxima casa de estudios y su nuevo rector. No obstante el gran reto que representa el hacer de ella un ícono en materia académica, la UNAM también debe ser un ejemplo en las prácticas éticas en su interior, y dar atención a este tema que no sólo se refiere a la violencia de género sino al respeto de los derechos humanos y a la no discriminación.
Inclusive, ¿por qué no?, cabe la realización de investigaciones exhaustivas y serias que deslinden de responsabilidad a la plantilla académica que, ineludiblemente, debe siempre destacarse por la solidez de sus valores éticos, lo que ayudaría a blindarla, además, de alumnos enojados y temerarios cuyos dichos o cuyas acciones pudieran sembrar dudas sobre la integridad de los mentores.
Un organismo como la UNAM debe ser reconocido en todos los niveles, pero también en su vida institucional; asimismo tiene que restaurar y fortalecer los lazos de convivencia entre la comunidad universitaria y, a como dé lugar, acabar con las malas prácticas y los vicios que se han incrustado dentro de ella. El nuevo rector tiene en sus manos autoridad y posibilidad de resolver estos problemas y sanear a la institución. No hacerlo y dejarlos pasar, sería incurrir, como sus antecesores, en omisión y/o desinterés.