El poder ciudadano, única salida
En su sobrio despacho en la rectoría de la Universidad de las Américas, el Dr. Alejandro Gertz Manero, experto en el tema de seguridad pública, habló con El Ciudadano sobre lo que hoy es una preocupación nacional: el peligroso asedio al estado de derecho que representa la crisis de seguridad y justicia que se vive en gran parte del país.
El escenario nacional es preocupante en materia de seguridad pública. No recuerdo haber escuchado a un secretario de Estado hablar de que en una entidad federativa está siendo desafiado el estado de derecho. Lo dijo Videgaray a propósito de Michoacán. Yo creo que no es nada más Michoacán. El desafío al estado de derecho (pero esa es una percepción mía), lo veo en varias partes de la República. Pero es a usted a quien le pido su diagnóstico, su visión de cómo está el país en materia de seguridad y de justicia y por qué.
Creo que es quizá la materia que más afecta a toda nuestra comunidad, que es el problema más serio que ha tenido México en los últimos años. Se perdió la certeza jurídica, la gobernabilidad y el control sobre muchas de las áreas del país.
¿Y esto por qué ocurrió? Por un fenómeno político que se da en muchos de los aspectos de la vida pública de México. Porque el sistema no entendió el cambio, no entendió los nuevos retos de una sociedad totalmente distinta a la que estaba acostumbrado a mandar y a gobernar, y porque creyó que este problema se podía solucionar con fórmulas que ya quedaron totalmente fuera de la realidad.
Prácticamente desde 2004, México entra en una vorágine de violencia que no tiene paralelo en su historia, independientemente de la Revolución, que es otro caso. Usted jamás pensó, como seguramente ninguno de los mexicanos lo pensamos, que el país iba a entrar en una confrontación con más de 100 mil muertos. Cuando se habla de 100 mil muertos, se habla de una guerra como en Irak, o de una guerra civil. Y aquí nosotros hemos enfrentado esa violencia.
Y no solamente fue el número de asesinatos. Fue la multiplicación de delitos que forman parte ya de una estructura de apoderamiento de los territorios. Es decir, se pierde el control de los territorios que es lo que usted señaló al principio de esta conversación.
¿Cómo se pierde? Los delincuentes ganan lo que se llama el derecho de piso, son dueños ya de los territorios físicos urbanos y de toda naturaleza, en donde ya ellos cobran sus propios impuestos, y al que no lo paga le queman su empresa, le destruyen su casa, le invaden sus tierras. Es ya una verdadera estructura paralela de poder que se queda con los territorios y con todas las personas y los bienes que están en esos territorios. Ese es el famoso derecho de piso. Viene la extorsión que es concomitante con este derecho de piso, es decir, a las personas se les empieza a asediar y a atemorizar y a aterrorizar a través de todo un sistema mediático de comunicación para obtener dinero o para sujetarlos y dominarlos. La extorsión, el secuestro.
20 millones de delitos al año
Basta con que se presente un sujeto en la puerta de la casa y que diga: usted va a pagar de ahora en adelante tanto. Sabemos dónde están sus hijos, su mujer, a qué escuelas van, usted sabe las consecuencias. Muchos tenemos amigos, hermanos, parientes, que han sido víctimas de este tipo de delito. Asaltos en el transporte público, en la calle…
El número de robos. Mire, le voy a dar datos que son verdaderamente espeluznantes: se registran en México más de 20 millones de delitos al año, dato certificado por el INEGI. El 98% de esos delitos, casi el 99, quedan impunes; de esos más de 20 millones de delitos solamente se denuncia 1.5%, de ahí resulta el otro porcentaje: el de la impunidad.
Las cárceles mexicanas están sobrepobladas. En cambio, el 98% de los delincuentes están impunes y libres en la calle. Es una esquizofrenia, es una contradicción. Las cárceles llenas ¿de qué? De delincuentes menores, o de inocentes, mientras el 98% de los delincuentes están en las calles impunes y libres.
Es una situación muy complicada y difícil. Desalentadora, diría yo. ¿Hay remedio, se avizora una política pública que pueda resultar eficiente para combatir este problema?
Ahí hay dos preguntas: ¿hay remedio? Sí hay remedio. ¿Se avizora una política? No, no se avizora. Es decir, el remedio existe, pero no se avizora una política para abatir este problema. Y le voy a decir por qué. Este es un nuevo gobierno, que entra al poder después de 12 años de haberlo perdido; que tenía como obligación fundamental recuperar los márgenes de gobernabilidad que ellos mismos consideran que se perdieron mientras no estaban en el poder, y no tienen un proyecto.
Tenemos al final de este año, en Michoacán, una crisis igual a la que tuvo el gobierno anterior al principio. Quiere decir que pasaron siete años y no hay un proyecto para poder resolver uno de los problemas más serios que tenemos en el país, que son los de Michoacán, los de Guerrero y muchas partes de la frontera norte. Independientemente del resto del país, que tiene problemas muy serios. Veracruz y la frontera sur con Guatemala. A donde quiera que vaya usted, soterrada o evidente, hay una crisis de seguridad y de justicia. ¿Qué quiere decir? Que evidentemente no tienen un proyecto que les haya funcionado.
Este gobierno consideró que bajando el escándalo de la apología del delito, de los delincuentes y de las actividades delictivas que hubo durante la administración anterior, la crisis se iba a reacomodar por sí misma y que iba a bajar. No señor. Subió. ¿Por qué? Porque tiene su propia dinámica. Una cosa es el manejo mediático de un problema y otra muy distinta es el problema en sí mismo.
El hecho de que se le dé a los delincuentes un perfil de menor exposición pública, les da más territorio, en lugar de quitárselos. Por lógica. Eso fue lo que no pensaron.
Corrupción y humo mediático
Se sienten más protegidos.
Se sienten más protegidos porque no los están asediando y van tomando territorios. Que el arzobispo primado declare que a ellos mismos, a los sacerdotes, los están extorsionando, quiere decir que ya no hay límites.
Y frente a eso, un aparato que ha subido el 500% su gasto.
Claro. Desde el 2004 que comienza esta crisis, hasta el día de hoy, se ha incrementado 500 %, cinco veces más; y entre más dinero gastan y entre más personal tienen, peor nos va.
Los policías no son incapaces. Su problema no es de capacidad. El problema es estructural. Cuando un sistema de seguridad y justicia no es un servicio para la comunidad, sino un factor de control y de poder, se corrompe, porque el gobierno cree que la seguridad y la justicia se dan en razón de su propio poder, no de su obligación de dar ese servicio. Entonces, se vuelven instituciones con 35 mil elementos y en ese momento es cuando explota la delincuencia en todo el país. Y en lugar de entenderlo, se pasan toda la vida haciéndose propaganda y saliendo en todos los periódicos. Es grotesco.
Ahí están los resultados. Si usted dijera que este es un problema de presupuesto, pero nunca se les ha dado más y nunca nos ha ido peor. Es un problema de capacitación. Nunca ha habido más academias e instituciones de capacitación y nunca nos ha ido peor. Van sacando conejos de un sombrero de mago y van diciendo: un día es la capacitación, otro día son los juicios orales, al tercer día es el mando único, al cuarto día son las organizaciones de carácter social que ellos dicen que crean. Todo eso no es más que humo mediático. Atrás de eso hay una profunda incapacidad que nos lleva a la situación en la que estamos viviendo.
Conduce a algo que es todavía peor, a que esas instituciones que no están hechas para dar esos servicios, se erosionen y se descalifiquen, porque lo que ellos saben hacer no es lo que se necesita hacer. Hacen la guerra, no son una institución de prevención. Son una institución de defensa y generan un proyecto de defensa, que es hacer la guerra. Entonces, usted no puede poner a una gente enseñada a hacer una cosa, a hacer otra, porque tal vez momentáneamente pueda resolver el problema con su presencia, pero después se tiene que convertir en guerra. Y un problema de convivencia no se resuelve con un modelo de guerra, sino con un modelo de convivencia.
Con política.
Claro. Y con congruencia. Mire usted, hace 20 años o más, en Colombia se dio un fenómeno brutal de violencia. ¿Por qué motivo? Por el narcotráfico. ¿No era verdaderamente elemental prever que ese fenómeno de violencia iba a repercutir aquí? Pues ya lo tenemos.
¿Qué fue lo que pasó? Entre otras cosas, que el mercado de las drogas en Estados Unidos se autocontrola, como cualquier producto, en razón del control de sus precios. Entonces, se queda mucha droga porque se invade de demasiada droga el territorio norteamericano, y el negocio se pierde. Esa droga hay que colocarla. ¿Dónde la colocaron? En México. ¿En complicidad con quiénes? Con las autoridades.
En este país no se puede delinquir en forma consuetudinaria si no se delinque en asociación y en colusión con las autoridades. Usted no puede cortar una hoja de un árbol allá afuera, porque llega la patrulla. Usted no puede poner un tenderete para hacer una venta informal, porque le llega la patrulla. Pero si a usted le roban su coche, nunca encuentra a la patrulla.
Problema estructural
Fíjese que sí puede ser. Le voy a poner un ejemplo. Cuando nosotros vamos a los Estados Unidos, no nos bajamos de la banqueta, no tiramos chicles en la calle, porque sabemos que hay un sistema que castiga al que incumple, y ese cambio generacional lo hacemos instantáneo a partir del momento en que cruzamos la frontera, porque sabemos que ahí hay un sistema que no permite esas cosas. Es exactamente lo mismo. Todos entendemos rápido y bien cuando nos dan los elementos para darnos un aliciente, pero también para sancionarnos.
No es un problema que tengamos que esperar un cambio generacional para resolverlo, eso de ninguna manera. Yo creo que lo que se necesita es algo que va más allá de la comprensión y de la filosofía de un sistema y de un gobierno que cree que puede resolver un problema estructural con la simple llegada de una persona, y que el hecho de que cambie de persona va a resolver el problema.
Cuando vino la gran alborada democrática para México, en el año 2000, se creyó que el simple hecho de que se respetaran los votos en una elección, nos iba a convertir en demócratas. No, no nos convirtió en demócratas. El nuevo gobierno se alió y se metió en las estructuras anteriores y las administró, yo creo que peor que los que las habían administrado antes.
Y se repitió una crisis de seguridad y de justicia como no ha tenido el país en 70 u 80 años. Perdimos prestigio internacional, hubo migraciones enormes de familias y de grupos sociales que se tuvieron que ir de muchas partes del país, al extranjero inclusive. El número de personas agraviadas, no nada más por el narcotráfico, por el tráfico de personas, es espantoso. Con todos los robos. Tenga en cuenta que el 70% o más de los delitos están relacionados con el robo. ¿Y el robo sabe usted a quién le pega más? A los más pobres, porque son los únicos que no se pueden defender.
Entonces llega uno o se va otro y se conserva la misma estructura, que ya es absolutamente obsoleta, para un país que es totalmente distinto, que está educado en otra forma, que está informado en otra forma, que tiene medios alternos de comunicación que antes no tenía, que tiene conocimiento de un mundo exterior que antes no tenía, y también el asedio de toda una estructura delictiva que antes no existía en ese tamaño; pues se trata entonces de otro país al que hay que darle otro tratamiento.
Y dicen: vamos a cambiarlo; vamos a hacer una reforma para que en los juicios penales haya una sola audiencia. ¿Usted va a cambiar todo un fenómeno social con hacer una sola audiencia? No cambió nada. El primer estado donde lo hicieron fue en Chihuahua, que hoy es uno de los estados más asediados por el delito.
Esa incomprensión y esa obsesión por conservar un sistema (que les debe rendir muy buenos resultados, si no, no habría esa obsesión) hace que, a lo que cueste, no lo quieran cambiar.
El poder y todos sus valores agregados, que son muchos.
Así es. Y los beneficios derivados del ejercicio del poder.
La salida es una, el poder ciudadano. La fuerza de una comunidad que no se ha podido encausar y expresar en la forma que debería de hacerse. En el momento en que realmente haya una estructura y una fuerza ciudadana que diga hasta aquí llegamos, ni un día más en esto, ese día comenzamos a cambiar. El día que todos los que hemos sido víctimas, hagamos de esa victimización una fuerza inmensa que obligue a quienes nos han maltratado y nos han humillado y nos han vuelto víctimas de delito, a que cambien o a que se vayan; los más inteligentes van a cambiar y los demás se van a ir.
El poder vs la comunidad
Esas fuerzas han existido, con más o menos estas características, desde hace muchos años; y han ido creciendo como resultado del vacío de poder. Y esas fuerzas pueden ser, o la angustia de una comunidad que no encuentra otra manera de defenderse, o el dominio de un grupo delictivo que hace su propia estructura de poder, armada, para controlar los territorios, para llenar ese vacío.
Usted lo ve en Michoacán, en el lenguaje de los grupos que ya están verdaderamente adueñados del poder real. Ellos tienen la convicción, y así lo expresan, de que son realmente el poder representativo de su comunidad. Y el poder son unos invasores que están allá afuera, que vienen a generarles problemas de convivencia que son inaceptables para ellos. Es decir, ya es la convicción de fondo planteada. Y eso lo ratifica un funcionario del gobierno que dice que ahí ya se perdió el control. Lo pueden aceptar o no en otras partes, pero está ocurriendo, esa es la verdad.
Entonces, esto, por donde lo llevan, no lo resuelven nunca. Porque usted no puede establecer una confrontación con un enemigo, cuando el enemigo forma parte de sus propias fuerzas. Si las estructuras del poder usan a la policía, al ministerio público y a los jueces, para imponer los intereses del poder, pues todas esas estructuras van a reconocer que sirven a eso, a los intereses del poder, no a los intereses de la comunidad. A partir de ese momento, empiezan a operar para ser factor de poder, no para hacer servicio a la comunidad. Entonces, si usted tiene al ministerio público para perseguir a sus enemigos, si usted tiene a la policía para reprimir a sus enemigos, si usted tiene a los jueces para encarcelar a sus enemigos, evidentemente, esas estructuras que debieran ser para servir a la comunidad en contra del abuso del poder o de la delincuencia, se convierten en instrumentos que van en contra de usted, y eso es lo que tenemos actualmente. Y esos mismos instrumentos, entre más los capaciten, entre más los armen y entre más dinero les den, más duro nos van a pegar.
Pero si eso no lo explica uno, la gente no tiene porqué entenderlo. Si la sociedad no asume su función primigenia, que es su propia defensa, y le dice a sus empleados, que son el gobierno, tú tienes que hacer lo que yo te mando, yo no soy tu víctima, a mí no me vas a hacer como quieras.
Las redes
Fíjese que, eventualmente, todos lo somos si hubiera algo o alguna fórmula política que nos lleve a unirnos. Los grandes cambios se dan con una sociedad que está muy lastimada, muy maltratada, muy humillada y con un factor de unión que les dé la cohesión necesaria para ese cambio.
Exactamente. Eso es todo, y ahí empieza un cambio que va a una velocidad que usted no se imagina.
Yo creo que hay un factor adicional: la información, porque también para esto hace falta una sociedad informada y aquí los medios juegan un papel esencial.
Por supuesto, pero hay que tener en cuenta que ya hay un sistema alterno de información al que los medios tienen que respetar, porque si no lo respetan le pasan por encima y se los acaba.
Las redes. Fíjese que todos los elementos del cambio ya están ahí. Y usted ha tocado uno de los puntos fundamentales. En este momento, los medios tradicionales ya están reduciendo cada vez más su ámbito de poder; y eso lo ve usted en la prensa escrita, también las áreas de la prensa cibernética. Saque usted la parte que es diversión y el resto tiene muy poca credibilidad. ¿Por qué? Porque ya hay un sistema alterno, y ese sistema alterno es parte de esa nueva sociedad que lo único que necesita es una cohesión, un factor aglutinante y una conducta dispuesta a recuperar la autoestima individual y social, para poder salir a crear un frente. La sociedad aún no tiene idea de la fuerza que tiene.
La fuerza del ciudadano, del poder ciudadano, como una salida importante.
Es la única, no hay otra. Ahí el talento está en identificar qué es eso. Es un punto verdaderamente fino; el que lo encuentre, cambia esta situación.