Ante el panorama actual, es difícil pedirle al ciudadano confianza en los poderes públicos
Investigadores y estudiosos del tema electoral coinciden en que hay confianza en unas elecciones limpias siempre y cuando se den estos supuestos: a) la integración no partidista de los organismos electorales; b) un sistema de partidos institucionalizado, y c) confianza individual en el poder público, satisfacción y apoyo a la democracia como sistema, y optimismo ciudadano ante la situación económica y política.
Estas condiciones no se dan en nuestra desconfiada sociedad: los partidos políticos dominantes están involucrados en los órganos electorales, señaladamente en el Instituto Federal Electoral; no están institucionalizados ni son autónomos, lo que deviene en una democracia deficitaria, en transición. La desconfianza que esta situación genera se acentúa con fenómenos que se repiten cada año en el intenso calendario electoral mexicano: la compra de votos y la impune violación a los topes de gastos de campaña. La sociedad indefensa es enfrentada a un escenario perverso: leyes que prohíben estas prácticas de jure y son toleradas de facto.
Ante este panorama, es difícil pedirle al ciudadano confianza en los poderes públicos, que apoye el funcionamiento paticojo de la democracia y que, además, se muestre optimista frente a la situación económica, política y social que vive México, incluido el grave clima de inseguridad imperante en varias partes del territorio nacional. Además, es incontrovertible que los órganos electorales están contaminados por el descrédito.
De ahí que Movimiento Ciudadano haya propuesto al Congreso de la Unión que se cree el Instituto Nacional de Elecciones (INE), para que como órgano electoral único reemplace al IFE y a los institutos electorales de los estados, y sea el único en organizar y vigilar comicios en todo el país. La propuesta incluye, entre otros puntos, la creación de una Ley General de Partidos que dotaría al INE de reglas jurídicas claras, al tiempo que plantea la reducción del gasto de los partidos, una mayor trasparencia en su manejo y la disminución de los topes de campaña.
Para que la sociedad recupere la confianza, Movimiento Ciudadano plantea en su Programa de Acción que se promuevan de manera decidida el fortalecimiento y la autonomía de los órganos electorales respecto del Poder Ejecutivo en todos sus ámbitos: federal, estatal y municipal.
Otro factor que fortalecería la credibilidad social es que la ciudadanía dejara de ser rehén de los procesos electorales. En el curso de un sexenio y en fechas diferentes, los mexicanos deben elegir desde presidente de la República hasta gobernadores, senadores, diputados federales, diputados locales y presidentes municipales. Aparte del hartazgo que representa para el ciudadano el bombardeo publicitario que se origina cuando se ponen en marcha los procesos y las campañas electorales correspondientes, el costo para el erario público es de cientos de miles de millones de pesos.
Al respecto, Movimiento Ciudadano propone que se realicen las reformas necesarias a leyes federales, estatales y municipales, para que se realicen solamente dos procesos electorales en un periodo de seis años. Estas reformas se acompañarían de otra importante medida: el año previo a la elección del jefe del Ejecutivo Federal y de los integrantes del Congreso de la Unión, no se realizarán elecciones. El objetivo: establecer en ese lapso los acuerdos político-administrativos que sean necesarios y consolidar las políticas públicas.
Es razonable, asimismo, analizar seriamente la ciudadanización de los tribunales electorales, máxime en casos pluripartidistas como el de México. El mero hecho de que en el Instituto Federal Electoral exista (legalmente) la vigilancia recíproca entre partidos es, paradójicamente, prueba fehaciente de la desconfianza imperante entre sus respectivos representantes. Por eso cualquier desequilibrio da lugar a suspicacias y pérdida de credibilidad, cuando no a enfrentamientos que nada aportan a las expectativas ciudadanas.
El que las elecciones sean transparentes y creíbles es muy importante para la legitimidad democrática. Ningún país puede asumirse democrático si sus elecciones no son limpias. Su sistema político no puede perdurar ni se puede alcanzar la gobernabilidad si la ciudadanía percibe que los comicios son fraudulentos.
Una reflexión final: si la partidocracia le sigue dando la espalda a la sociedad y continúa sin atarse las manos en los procesos electorales, entonces el ciudadano es quien debe exigirlo.