El gobierno del Distrito Federal, siempre pendiente de cumplir con la promesa hecha en su campaña de resolver los problemas de la ciudadanía, ha encontrado una nueva forma de agredir los exiguos ingresos de la población: los “Parquímetros”. Nuestros gobernantes en lugar de dedicarse a resolver los múltiples y enormes problemas de la ciudad, utilizan su valioso tiempo para inventar nuevas formas de meterse en el bolsillo de los ciudadanos.
Se ha dicho hasta el cansancio que el aire de la ciudad de México es muy malo, pues la contaminación sigue creciendo a pesar, según se dice, de los esfuerzos realizados para controlarla. Así empezó este ingenioso plan, con el famoso Hoy no circula, que más que mejorar el aire, le hizo más difícil la movilidad a los capitalinos. Para justificar esta primera agresión, nos dijeron que la idea era fomentar la amistad ciudadana y que en un sólo vehículo podrían viajar amigos o vecinos del propietario.
Nada más lejos de poder llevarse a cabo, puesto que no se tomaron en cuenta horarios, actividades, ni domicilio de los empleos en los que se ocupa la población. Más adelante, con la misma y maravillosa lógica, se determinó que habría que pagar por una revisión al automóvil para determinar si era importante la contaminación que producía al circular. Es decir, la famosa verificación, que terminó en el mismo fracaso que el anterior ensayo, pues sólo fue una causa más de la corrupción imperante, que ha aumentado la desesperación de la población, que no logra a entender por qué tiene que someterse a esta nueva forma de quitarle el dinero, cuando el 90% de los automóviles particulares hacen sólo dos viajes al día, de ida y regreso al hogar; en cambio el transporte público, camiones, peceras, coches de ruletero, así como los vehículos industriales que acarrean todo tipo de materiales y artículos, recorrenen promedio 200 kilómetros diarios sin ser sometidos a este riguroso sistema. Después inventaron un derecho vehicular que es otra forma de esquilmar a la sociedad.
Con el mismo pretexto de regular la contaminación, ahora se compra un automóvil y el propietario nunca lo acaba de pagar debido a este nuevo impuesto. Por si fuera poco, llegamos al tema que nos interesa en este momento, y que consiste en el robo que se hace a la población utilizando las orillas de las aceras para colocar medidores de tiempo y cobrarle al habitante por tener la desgracia de asistir a un trabajo, en donde no siempre se cuenta con lugar de estacionamiento para los empleados, pero sí se tiene la necesidad de estar presente. Agregue a esto, que el medidor no admite que se pague todo el día, si es que uno va a estar más de cuatro horas ocupado, situación que se encarga de vigilar un grupo de empleados que, tal parece, persiguen a los ciudadanos con una saña de fiera, ya que por un sólo minuto que se atrasen en la aplicación del dinero correspondiente le colocan un inmovilizador mecánico como castigo.
Para volver a utilizar su vehículo, el ciudadano tiene que cumplir una serie de trámites por demás engorrosos, amén de pagar una multa bastante alta, sin que al parecer le importe a las autoridades de la ciudad encargadas de velar por el bienestar de los habitantes. Además, se debe decir que estar estacionado en un lugar con parquímetro no da tranquilidad, pues no existe un seguro y el automóvil puede ser golpeado, rayado, robado parcial o totalmente, sin que haya ninguna responsabilidad por parte de las empresas o las autoridades. Como puede darse cuenta, este comportamiento de las autoridades no refleja más que una voracidad económica sin límite, y el engaño se completa al no cumplir con el prefijo de esta nueva mentira, ya que al implantarlo dijeron que el dinero obtenido sería utilizado en beneficio social para la delegación correspondiente.
Nada se ha visto, nada se ha cumplido, fuimos otra vez sorprendidos por las autoridades y estafados por el gobierno sin que exista la conciencia de que los salarios no aumentan al mismo ritmo que las exigencias impositivas, cosa que mantiene cada vez más mal y más desesperados a los habitantes de esta ciudad. No se puede asegurar hasta cuándo se podrá aguantar esta dictatorial imposición, ya que es de sobra conocida la inconformidad de los ciudadanos de las colonias, que han hecho presencia en grupos y manifestaciones; y sin embargo, con actitudes propias de delincuentes, las autoridades han aprovechado las madrugadas para instalar estos dispositivos y, después, con prepotencia, hacer efectivas las multas y castigos. ¡Pobre México con este tipo de gobierno!