Calladita te ves más bonita, me decían. Después entendí que si no hablaba, no iba a ser escuchada, y si no participaba, no iba a ser tomada en cuenta. Esto viene a colación por los comicios del próximo 7 de junio, cuando se elegirán 300 diputados federales en forma directa y 200 indirectamente, nueve gobernadores, diputados locales y autoridades municipales en 16 estados, además de jefes delegacionales y asambleístas en el DF.
Viene también a cuento por el desencanto que tenemos como sociedad ante los procesos electorales. Es claro que todos estamos hastiados de los malos gobiernos, de la corrupción, del despilfarro del dinero público por parte de los políticos y gobernantes –con la complicidad de los legisladores–, ante la cada vez mayor pobreza y desigualdad en el país, de la inseguridad, las desapariciones, asesinatos, la violencia generalizada, el abuso en la utilización de los programas sociales con fines electorales, de la compra del voto, los altos precios, la pésima atención en los hospitales públicos, los malos programas educativos y, lo que es peor, las reformas: la energética, para entregar nuestro petróleo y gas a empresas trasnacionales; la que permite la venta de nuestras playas a particulares extranjeros; o la reforma para privatizar el agua –detenida hasta que pasen las elecciones. Cosas que nos duelen en la dignidad, en nuestros derechos, en nuestro bolsillo, en el amor a la patria, y el colmo es que nos quieran ver la cara de pendejos.
El asunto es que, aún con las afortunadas voces de protesta con las que nos hemos solidarizado, como colectivo hemos pasado mucho tiempo callados; quejándonos, sí, pero en voz baja, sin ser escuchados.
Así que en la próxima elección tenemos de tres sopas: no votar, anular el voto, o emitir el voto razonado.
No votar en nada nos favorece. No votar carece de consecuencia jurídica que pueda beneficiarnos. No votar no es una protesta política y tampoco va a demostrar tu descontento. No votar, además de permitir que los que sí votan decidan por ti, es peor aún.
A su vez, el voto nulo fue promovido en anteriores elecciones por diversas organizaciones de la ciudadanía ante la falta de transparencia, rendición de cuentas, representatividad o interés de los partidos políticos. Se argumentó que el voto nulo no elegía a nadie, pero que contaba porque bajaba el porcentaje de participación económica de los partidos. Falso.
Anular el voto es legitimar la permanencia de los políticos que tanto daño han hecho al país. Según el artículo 15 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales “…para la asignación de diputados de representación proporcional, se entenderá como votación nacional emitida la que resulte de deducir de la votación total emitida, los votos a favor de los partidos políticos que no hayan obtenido el tres por ciento de dicha votación, los votos emitidos para Candidatos Independientes y los votos nulos”.
Anular tu voto es dárselo al partido en el poder, que ahora es el PRI. Es decir, como las anulaciones no se cuentan en el cómputo final de votos emitidos, el porcentaje de votación válida para los partidos aumenta, lo que provoca que ganen más escaños de representación proporcional en el Congreso.
Como la veas: al no votar o anular tu voto, le das más votos al PRI, al PRI-PVEM, al PRI-PRD-PAN.
Constitucionalmente tenemos derecho a elegir a nuestros gobernantes. Con el voto razonado intervienes como ciudadano. Es un compromiso que debemos asumir si queremos realmente vernos representados. Con el voto razonado participamos, y en función de ello lo siguiente es involucrarnos. Votar para exigir a nuestros representantes transparencia y cuentas claras, gobiernos austeros, un presupuesto participativo, legisladores comprometidos con la ciudadanía.
Si nuestro problema es el mal gobierno, los malos políticos, nosotros mismos debemos resolver el problema. Necesitamos participar más.
Es tiempo de reflexionar seriamente sobre nuestro destino y el de México. Creo que el problema del país es el problema del individuo, pues la sociedad es la extensión del individuo. Si queremos realmente un país mejor, con progreso, sin injusticias, necesitamos cambiar individualmente, desterrar de nuestra individualidad los factores que producen tanto daño a México. Si cada uno de nosotros participa, el país cambiará inevitablemente. Siempre que un individuo se transforma, transforma el mundo.
Así que, mejor sí: ¡Vota!