En esta guerra comercial, la confrontación chino-estadounidense arrastra al planeta y desequilibra los mercados de todo el mundo
!No estamos asustados, lucharemos hasta el final!, afirmó Geng Shuang, vocero del Ministerio de Exteriores de China ante la decisión de Estados Unidos de imponer aranceles hasta por 60,000 millones de dólares.
No se podía esperar una respuesta menos digna y contundente de una nación milenaria, respaldada por su historia y cuyo potencial demográfico y económico actual la empoderan para enfrentar una guerra comercial con Estados Unidos.
El contexto actual resultaría paradójico, incluso increíble, para aquellos que quieran revisar al pasado. En 1919, hace exactamente un siglo, China era una nación casi feudal, dominada por terratenientes y viejas prácticas imperiales; mientras que Estados Unidos se convertía en el principal acreedor financiero mundial, porque todas las potencias europeas, triunfadoras y ganadoras de la Primera Guerra Mundial, mantenían una cadena de deuda.
A finales de la década de los 50, Estados Unidos se afirmó como la principal potencia capitalista, mientras que la República Popular de China había comenzado su “Gran Salto Adelante”: una serie de políticas económicas y sociales que buscaban cambiar la economía agraria hacia un proceso de industrialización, reforzadas por la “Revolución Cultural”, que provocaría un cambio en los valores sociales para reafirmar la ideología comunista y el proceso de colectivización. Esa China territorial atrasada se quedó en los libros y evolucionó hasta convertirse en la principal economía mundial del siglo XXI.
Ahora parece que los roles se han invertido. Estados Unidos, el mayor defensor del liberalismo económico y el neoliberalismo en el siglo XX, es gobernado ahora por un magnate que impone medidas proteccionistas; mientras que la República Popular de China, de fundamentos socialistas, se ha convertido en el mayor defensor del libre mercado en el mundo capitalista.
Pareciera irónico que sea el mismo Trump quien, con sus políticas económicas y amenazas arancelarias, le dé el tiro de gracia a una etapa neoliberal que dominó el mundo y que ahora es sustituida por una ola proteccionista y neoconservadora que explica otros fenómenos como el Brexit y la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Mientras la “fiebre proteccionista” afecta los mercados de Norteamérica y Europa, China se muestra vigorosa y lista para ocupar ese vacío que voluntariamente dejaron las potencias occidentales.
La postura de Donald Trump y su terquedad arancelaria para proteger la economía estadounidense es amenazante e inflexible. China, por su parte, no parece intimidada y ha mostrado una postura firme ante los tuits de la Casa Blanca. Geng Shuang, vocero del gobierno comunista, afirmó: “Queremos seguir trabajando para firmar un acuerdo mutuamente beneficioso. Nuestra actitud es constructiva, pero alguien ha subestimado nuestra capacidad de defendernos”.
El gobierno chino ha considerado que si la postura de Estados Unidos continúa, impondrá medidas recíprocas a los productos estadounidenses. Si la guerra arancelaria avanza, ambas naciones se verán afectadas, pero eso sí, la respuesta china debe considerarse como un ejemplo de dignidad para las otras naciones.
Es necesario mencionar que la presión arancelaria sobre México también era parte de la estrategia estadounidense para renegociar con China. Días después de la desigual reunión bilateral entre México y EE. UU., el presidente Trump convocó al diálogo.
Esta confrontación comercial no ha llegado a su clímax y tampoco comenzó con la presidencia de Trump. La disputa por la hegemonía económica inició en el siglo pasado y se formalizó mediante tuits desafiantes en el siglo XXI. Algunos economistas e historiadores refieren que China y Estados Unidos están alcanzando su destino: la lucha entre los poderes económicos y financieros más representativos de su época. Hace décadas muchos autores pronosticaban esta inevitable confrontación.
Hay tres factores que representarán una ventaja para China en las siguientes décadas. En primer lugar, la amenaza arancelaria de Trump contra China parte de la desesperación de que muchos productos chinos han desplazado a los estadounidenses; incluso se espera que el proteccionismo actual de EE. UU. reafirme la tendencia favorable de los productos asiáticos en los mercados. En segundo lugar, esta lucha va más allá de lo comercial y tiene que ver con una competencia de tecnologías sensibles y desarrollo de patentes. Desde hace algunos años, China apuesta por la innovación y el avance científico, lo cual impulsa y moderniza su proceso de industrialización y dinámica comercial. En tercer lugar, China mantiene a la mayor PEA (Población Económicamente Activa) y su bono demográfico, combinado con la flexibilidad salarial, representan ventajas sobre su rival.
En esta guerra comercial, la confrontación chino-estadounidense arrastra al planeta y desequilibra los mercados de todo el mundo. Si la escalada arancelaria continúa, el resultado obvio será que ambos países importen menos productos de su competencia, mientras que el comercio mundial sufrirá una marcada reducción. Quienes más sufrirán los efectos arancelarios serán los consumidores y las empresas de todo el mundo, como consecuencia del efecto provocado por la disrupción de las cadenas de valor y el encarecimiento de los productos, debido al recalculo y reubicación de los procesos, costos y tasas de las compañías trasnacionales.
Posiblemente haya más perdedores que ganadores en esta lucha, pero lo cierto es que el capitalismo mundial sufre una sacudida. Estamos ante una emocionante recomposición futura de los polos, de los actores y de las regiones económicas.
Hay muchos cabos por atar y algunos hechos requieren un análisis más amplio, como la posición rusa en esta disputa. Si, como dicen los especialistas, existe una alianza Putin-Trump y, por otra parte, Rusia es el principal aliado político y militar de China, ¿no será que está “todo” listo para que el mundo gire decididamente al polo asiático? Dejo esta pregunta para su reflexión.
Este momento puede ser un punto de inflexión determinante en la economía mundial, que incluso decida el rumbo de la historia. Veremos cómo continúa la disputa por el poder económico mundial, porque estoy seguro de que lo mejor de esta pelea de “pesos completos” está por venir.