“Cada vez que defines en lo que quieres creer, eres el primero en escucharlo. Es un mensaje a ti y a los demás sobre lo que piensas que es posible. No pongas un techo sobre ti mismo”. Oprah Winfrey
México es uno de los países de América Latina en donde las mujeres tienen más oportunidades para emprender, se encuentra en la posición 13 de los 31 países analizados a nivel mundial, según el estudio Global Women Entrepreneur Leaders Scorecard realizado por Dell.
Sin embargo, sólo el tres por ciento, de las empresas en México están lideradas por mujeres, cifra que se estima crecerá en un 30 por ciento en los próximos años.
Las mujeres mexicanas han avanzado mucho en asuntos de participación en el mercado laboral, en su nivel educativo y en su influencia política, sin embargo, los problemas de desigualdad continúan.
Hoy más que nunca nuestro país debe apostar por desarrollar una cultura de emprendimiento con el fin de cerrar las brechas de género, impulsar una realidad en donde existan las mismas oportunidades para mejorar la calidad de vida y crear entornos más resilientes.
De los 52.1 millones de personas que integran la fuerza laboral sólo 19.5 millones son mujeres, quienes forman parte de la población económicamente activa (PEA), y de esa cifra más de 13 millones son madres trabajadoras.
Las mujeres laboran 20 por ciento más horas que los hombres y el 65 por ciento de su trabajo total está conformado por actividades no remuneradas en el hogar. Además, la percepción del salario es inferior, ganan 22.9 por ciento menos que los hombres.
En cuanto a nivel de escolaridad, un millón 37 mil 88 mexicanas son analfabetas, es decir, de cada 100 mujeres, ocho no saben leer ni escribir. En cuanto a su ocupación, el 23.5 por ciento trabaja por cuenta propia, 2.5 por ciento son empleadoras y 9.2 por ciento no recibe remuneración por su trabajo. De las mujeres económicamente activas, tres de cada 10 (31.9 por ciento) son comerciantes, 27.6 por ciento son trabajadoras en servicios personales y 20.3 por ciento son oficinistas.
La educación, sin duda, es la mejor herramienta para empoderar a las mujeres.
Hoy en día, quienes deciden emprender utilizan las nuevas tecnologías. Facebook, en asociación con el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), indican que cuatro de cada 10 empresarios con presencia en alguna de sus plataformas sociales son mujeres. Este tipo de empresas impulsan la economía mundial y además son grandes generadoras de empleo.
La tecnología es aliada para crecer, vender y contratar personal. De hecho, ocho de cada 10 mujeres (81 por ciento) que cuentan con una Pyme dicen que las redes sociales han beneficiado a sus negocios, y en 37 países ellas han clasificado la utilidad que les brindan las redes sociales en mayor escala que los hombres.
#SheMeansBusiness es un programa que Facebook busca potenciar, el cual ayuda a establecer conexiones y compartir información para hacer prosperar sus negocios.Según Facebook, ocho de cada 10 empresarias mexicanas afirman que las redes sociales son útiles para sus negocios, pero enfrentan grandes desafíos en cuanto a financiamiento, ya que al menos una de cada 10 tiene un crédito bancario.
La brecha de género en el mundo emprendedor ha disminuido 30 por ciento en los últimos 10 años, pero todavía les cuesta más a las mujeres decidirse a montar su propia empresa. Sin embargo, cuando lo hacen, fracasan menos que los hombres.
En México el 49 por ciento de las emprendedoras tiene entre 18 y 34 años, mientras que el 41 por ciento tiene entre 35 y 54 años. En ambos sexos, la población de entre 35 y 44 años es la más proclive a participar en actividades emprendedoras. La mitad de las mujeres emprendedoras son solteras y el nivel de escolaridad del 65 por ciento de ellas es universitario.
Emprender puede significarles a muchas mujeres autorrealización, satisfacción personal e inversión de tiempo para proyectos personales. Sin embargo, enfrentan una serie de obstáculos a lo largo de su camino, como el limitado acceso a créditos y financiamientos, las brechas salariales, trámites burocráticos, la carga de trabajo no remunerada, los roles tradicionales de género, la insuficiente oferta de servicios de cuidado infantil y de prácticas laborales flexibles.