La activista Shula Serur concedió una entrevista para los lectores de El Ciudadano
He sido voluntaria en varias instituciones, entre ellas fui presidente de Women´s International Zionist Organization (WIZO) en México, una fundación de mujeres de la comunidad judía que trabajamos por el bien común de nuestro país. Esta fundación existe en cincuenta países, empecé a colaborar ahí desde muy joven, desde los 18 años me dedicaba a desarrollar temas sociales, luego me metí a trabajar, tras bambalinas, para producir eventos y finalmente me puse a buscar fondos para ayudar a la gente.
Tenemos causas distintas destinadas siempre a la ayuda comunitaria, una de las cosas que hacemos es amueblar y equipar escuelas en diferentes zonas aledañas a la Ciudad de México. Vamos una vez al año con piñatas para el festejo del día del niño, por ejemplo, o llevamos pláticas para los padres. De alguna manera adoptamos a estas escuelas y hacemos que el gobierno también participe, que pinte, que ponga luz, que habilite baños y nosotras entramos con todo el amueblado: biblioteca, computadoras, libros, etcétera. Llevo ya treinta años trabajando para ayudar a los demás. Fui presidenta de WIZO hace cuatro años, ganamos en ese entonces el reconocimiento Benito Juárez, que es el premio al voluntariado como institución que otorga la Cámara de Diputados.
Todos estos proyectos vienen desde Israel y se replican en nuestro país, hay 55 fundaciones que trabajan por el bien México en distintos ramos, pero todo tiene que ver con la educación, la cual, me parece, es la base de cualquier cambio significativo en la sociedad.
En Israel hay varias escuelas que tienen métodos distintos de enseñanza, existen 180 proyectos dentro de las escuelas pensados para niños con problemas de discapacidad, para niños golpeados, para mujeres golpeadas, para hombres maltratados física y psicológicamente. Israel es un país donde casi no existe el analfabetismo, es prácticamente imposible encontrar un niño que no asista a la escuela, sin embargo hay otros problemas como los ataques terroristas, el servicio militar obligatorio para los hombres desde muy jóvenes, las mujeres que se casan muy chicas y hay también muchos niños huérfanos. Es por ello que han logrado desarrollar tantos programas interesantes, muchos de los cuales hemos traído con éxito a nuestro país.
Cuando tenía treinta años hubo un parte aguas en mi vida, tuve un problema de salud muy fuerte, de la nada se me reventó un pulmón, estuve convaleciente durante siete años y mi condición era muy grave, permanecí en terapia intensiva dos meses, me operaron tres veces y tuve lapsos de muerte, me morí y regresé. En toda esta etapa de enfermedad aprendí a vivir con lo que tenía y sobre todo a agradecerlo. Fue en este lapso cuando pensé en todo ese tiempo desperdiciado en el que las personas (la mayoría) nos estamos quejando de cosas nimias, pequeñas, la vida es muy frágil y no valorar lo que uno tiene por estar en la queja y en el desacuerdo me parece una tragedia.
Yo me quejaba mucho de los dolores del pulmón, ya cuando había salido de peligro, y me di cuenta de que llegué a cansar a los demás; entendí que por más que la gente te quiera, sea tu marido, tu mejor amiga, incluso tu madre, no puede entender el dolor que estás sintiendo, es imposible y eso no se soluciona quejándose. Se sale de ahí estando bien con uno, finalmente con quien vamos a vivir toda la vida es con nosotros mismos, así que mejorar es algo que sólo nos debemos a nosotros.
Cuando dejé la presidencia de WIZO en México tenía 48 años y me puse a pensar qué podía hacer, a qué podía dedicarme desde el voluntariado que me llenara y que realmente tuviera un eco y una importancia social. En una ocasión estaba en un evento masivo de productos de belleza y vi que mucha gente traía pulseras que eran un símbolo de apoyo para distintas causas sociales, entonces se me ocurrió hacer pulseras y venderlas. Al principio era para ganar dinero, trabajar como vendedora, pero la verdad es que vender sin causa no se me da muy bien, fue entonces cuando se me ocurrió comenzar la Asociación Civil “Un mundo sin quejas”.
Así empezó este movimiento y lo hice a mi estilo, ya no se trata de una pulsera con una leyenda, es un proyecto de vida, la pulsera es sólo un medio para que la gente tome consciencia y se planteé hacer un cambio muy positivo que le va a traer grandes beneficios.
La queja viene de un mal hábito, desde que te levantas y en lugar de decir “buenos días” comienzas con un “qué mal me veo”. Somos insoportables a veces, nunca nos gustamos, estamos gordos, flacos, el pelo, la pestaña, todo eso provoca que en nuestra mente nos estemos castigando constantemente. Si te sientes con sobrepeso, haz ejercicio y deja de quejarte; si no puedes comer azúcar, ten voluntad y hazlo; no es fácil, pero por algún lugar hay que empezar.
Con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que hay mil maneras de lidiar con las quejas, es toda una filosofía, no es nada más “hoy no me voy a quejar”, el reto consiste en que te pongas la pulsera y comiences a hacer consciencia de lo que dices y también de lo que pasa a tu alrededor, con tu familia, tus compañeros de trabajo, las quejas se contagian y está científicamente comprobado que convivir con alguien que se queja todo el tiempo es dañino para nuestra salud y sobre todo para la salud del que se queja. Una persona promedio se queja entre 17 y 30 veces al día, es decir que nos quejamos una vez cada media hora, aproximadamente, y por lo general no estamos tratando de resolver lo que nos molesta.
La idea de este reto es empezar por no quejarte durante veintiún días. ¿Por qué veintiún días? Porque es el tiempo que se necesita para hacer un cambio de hábito en el organismo, pero es apenas un comienzo, no es que pase ese tiempo y ya quedó; por ejemplo, un alcohólico comienza con doce pasos, pero si su cuerpo ya no tiene alcohol en veintiún días empieza a estar un poco más relajado, lo mismo ocurre con cualquier tipo de droga o con el azúcar y esto lo digo por la gente diabética. Para crear una nueva forma de vida, tomaría, según los estudios, noventa días aproximadamente.
Junto con la pulsera que lleva la leyenda “un mundo sin quejas”, se entrega también un calendario donde puedes ir midiendo tu tiempo y tus avances, si te quejas en ese lapso hay que comenzar de nuevo, te cambias la pulsera de mano y vuelves al día uno. Es importante aclarar que no todas las quejas son iguales, hay algunas que son válidas, entonces si te vas a quejar que sea por algo que crees que vale pena y sobre todo algo en lo que puedas sugerir alternativas, encontrar una salida. De esta manera, al quejarte menos y proponer más, vas creando una onda que se expande y contagia a la gente que te rodea.
Esta Asociación Civil la empecé hace apenas un año y medio. Lo que se me ocurrió en un principio fue comenzar ayudando a la gente de la tercera edad, porque me di cuenta de que la mayoría de las personas se quejan de ellos, sus familiares los tienen abandonados. Fui a conocer algunos asilos en la colonia Tacuba y es algo terrible, yo no entendía bien el sistema de los asilos en México, llegas al lugar y hay una sección de niños enfermos, porque algunas personas van a los asilos y abandonan ahí a los niños que nacen con discapacidad, cuando ven que no pueden con la carga van y los avientan. Es una realidad muy dura y es mi proyecto a futuro.
Además de todo lo que hemos hablado sobre los beneficios que obtienes tanto en tu salud como en tus relaciones al dejar las quejas, o por lo menos al disminuirlas, el 70 por ciento del dinero de cada pulsera vendida se va a “Estrellas de la calle”, una causa en la que, en colaboración con la fundación Homeless México, ayudamos a que jóvenes sin hogar y, muchos de ellos huérfanos, tengan una esperanza de vida. Lo estamos haciendo por medio del deporte con una liga de fútbol, pero también buscamos lograrlo a través de la educación, la música, la cultura, la risa.
El propósito es alejar a estos jóvenes de las drogas, de la delincuencia y mostrarles que hay otros caminos, ayudarlos a transitar de otra manera por una realidad que les ha sido adversa y les ofrece muy poco. Las quejas de algunos de nosotros se vuelven realmente ridículas ante las historias de carencias y adversidades que han tenido que transitar estos jóvenes en situación de calle.