El empoderamiento ciudadano apunta a fortalecer la evolución mexicana, con más ciudadanas y ciudadanos con certeza y convicción de empoderamiento, más avanzaremos en el gran proyecto que nuestro movimiento impulsa
La primera vez que competí en una elección fue en mi pueblo, Dzemul, una localidad de menos de tres mil habitantes al norte de Yucatán, cerca de la costa. Tenía 23 años y cerca del mercado había un drenaje que nunca se terminaba: administración tras administración lo abrían o cerraban, pero ninguna lo concluía.
Un día me pregunté: ¿no habrá otra forma de hacerlo mejor? Y decidí, con el apoyo de mi familia y amistades, postularme a la presidencia municipal.
No fue una tarea sencilla: no había legislación en materia de paridad ni existían criterios para garantizar la igualdad en las oportunidades sin distinción de género. En mi pueblo nunca había gobernado una mujer y a cada paso que daba parecía que las puertas se cerraban más; enfrenté resistencias de los aspirantes varones, pero cada negativa y cada desaire no me agachaban, por el contrario, me impulsaban a seguir adelante.
Al final, gané el proceso interno y fui candidata. Y gané el proceso constitucional: fui electa primera mujer presidenta municipal en la historia de Dzemul.
Era apenas una jovencita, pero entendí la importancia de conocer mis circunstancias, mis capacidades, pero sobre todo de decidirme a actuar, a involucrarme en las cuestiones públicas. A demostrar que podía ser una opción real, distinta de lo viejo y cercana a la ciudadanía.
No lo sabía entonces, pero me convertí en una ciudadana empoderada. El tiempo y las circunstancias, mi convicción de servicio, los resultados de mi gestión, me llevaron a una trayectoria política que pasó por la legislatura estatal y federal, el Senado y culminó cuando me convertí en la primera gobernadora de Yucatán constitucionalmente electa.
Durante este involucramiento total en los asuntos de interés público y en la actividad política, he constatado personalmente el gran poder de la ciudadanía cuando se hace consciente del valor de la acción, cuando conoce y ejerce sus derechos. Ejemplos sobran.
Por eso, cuando en octubre del año pasado me incorporé a Movimiento Ciudadano a invitación de nuestro líder nacional, senador Dante Delgado Rannauro, le manifesté mi interés de trabajar para fortalecer al partido convenciendo a más mujeres y hombres de sumarse a la construcción del Nuevo Trato, a ser parte de la Evolución Mexicana.
Generosamente, me han dado la oportunidad de promover este convencimiento mediante la Coordinación Nacional para el Empoderamiento Ciudadano.
¿Y qué es una ciudadana empoderada, un ciudadano empoderado?
Es precisamente quien se informa, toma conciencia de la realidad sociopolítica que lo rodea, de las necesidades de su comunidad, del actuar de las autoridades, y percibe qué es lo que hace falta para resolver los problemas que afectan a todas y todos. Sobre todo, es quien se decide a actuar en consecuencia.
Una ciudadanía empoderada tiene como principio básico la libertad, porque las ataduras ideológicas radicales solo restringen y confunden el pensamiento. Una ciudadanía empoderada tiene convicciones y ve en cada ciudadana y en cada ciudadano un aliado para construir el futuro.
Una ciudadanía empoderada también está dispuesta a deconstruirse para entender y defender los derechos de todas y todos en igualdad. No discrimina ni excluye, entiende que una comunidad es armonía y es tolerancia. Es respeto y es acción en movimiento.
Por eso el empoderamiento ciudadano apunta a fortalecer la evolución mexicana, con más ciudadanas y ciudadanos con certeza y convicción de empoderamiento, más avanzaremos en el gran proyecto que nuestro movimiento impulsa.
Sobre todo, a cada paso de mi trabajo en el Movimiento, considero mis orígenes y mi principio como esa muchacha de Dzemul que un día se dio cuenta de las cosas que se pueden hacer cuando nos decidimos a participar en los asuntos públicos.
En cada región, en cada localidad a la que voy, encuentro voluntades con grandes anhelos de participar para mejorar la vida de quienes integran sus comunidades, hay tantas y tantos con fastidio de los viejos procedimientos políticos que por décadas no han llegado a nada o que han sufrido los efectos de las nuevas políticas improvisadas y discriminatorias. Hay mucha ciudadanía a la expectativa que solo requiere un impulso para ponerse en movimiento.
A ellas, a ellos, queremos llegar y motivarlos para dar ese paso tan importante que cambie para bien la realidad de sus pueblos, ciudades, estados. Que cambie para bien la realidad de nuestro país.