Si bien no puedo hablar por todas las feministas, sí puedo hacerlo desde aquello que nos identifica como feministas a quienes nos asumimos como tal: la lucha por eliminar las históricas desigualdades entre sexos y la de garantizar a todas las mujeres el acceso pleno a sus derechos y libertades.
Este identificador es el piso desde el cual parte nuestra incidencia y nuestra articulación. Llevamos años peleando por la conquista de cada uno de nuestros derechos, y aunque han habido grandes e importantes avances, los pendientes aún son muchos. Para poder seguir avanzando, necesitamos vías de diálogo, apoyo y construcción con las y los tomadores de decisiones, especialmente con aquellos que tienen una responsabilidad pública y capacidad de incidencia política.
Hace 68 años nosotras no podíamos votar, hasta antes de 1953 no éramos consideradas ciudadanas, impensable que pudiéramos ir a las urnas a ejercer nuestro derecho, eso era un privilegio de los hombres. Porque para ellos, los hombres blancos, ser ciudadanos, además de participar pública y políticamente, fue un derecho garantizado desde las polis griegas. Para las mujeres fue motivo de muerte y luchas.
En México desde 1884 las mujeres manifestaban su exigencia por ser consideradas ciudadanas y poder votar, así lo hicieron en el célebre periódico feminista, Las violetas del Anáhuac.
Sin embargo, fue hasta 1955, luego de las reformas constitucionales promulgadas por el entonces presidente Adolfo Ruíz Cortines, que las mujeres pudieron ir a votar por primera vez; en esa elección histórica, las mujeres pudieron votar y ser votadas. Las cuatro primeras mujeres diputadas se eligieron en aquella legislatura.
Y a partir de ahí inició la lucha por nuestros derechos políticos, por obtener espacios de representación. Si somos la mitad de la población en el país, ¿por qué estar subrepresentadas?
Pero en un sistema político electoral dominado por hombres, la desigualdad no se ve así. Las mujeres mantuvieron una participación bajísima por más de 40 años, como si nos estuvieran haciendo el favor de regalarnos una decena de curules. Era evidente que sin leyes y sanciones que obligaran a los partidos políticos (tradicionalmente “Clubs de Toby”) a incluir mujeres en las candidaturas, seguiríamos con una representación marginal.
Llegó el año 2000 y con él una reforma electoral que obligaba a los partidos a entrar en un sistema de cuotas donde las mujeres debían tener un 30 por ciento de las candidaturas contra un 70 por ciento de espacios garantizados para los hombres. Era evidente la falta de equilibrio, la ausencia de paridad. Pero para los hijos más sanos del patriarcado esto era un escándalo, las mujeres les estaban robando los espacios, sus espacios. Así que tuvieron que aplicarse sanciones económicas para que los partidos entendieran que no era una concesión sino una obligación.
En el año 2008 hubo una reforma al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) en el cual la fórmula de las cuotas fue ajustada, 40 por ciento de espacios para mujeres, 60 por ciento de espacios para hombres. Ante el avance de las mujeres en un medio tradicionalmente dominado por hombres, la respuesta machista no se hizo esperar. Una distinta forma de violencia contra las mujeres comenzó a emerger, la violencia política en razón de género contra las mujeres.
Ahora ya no sólo éramos violentadas en la casa, en la calle o en la escuela, ahora también en la política.
Sin embargo, eso no fue obstáculo para que en 2015 se lograra la tan ansiada paridad, entendida no sólo como una aspiración sino como un principio constitucional que tendría que cumplirse y hacerse valer como cualquier otra ley.
En 2019 la constitución fue nuevamente modificada y por primera vez se garantizó en ley la #ParidadEnTodo, o sea, el derecho de las mujeres a acceder a la mitad de los espacios de representación en los tres poderes del estado, en los tres niveles de gobierno, en los organismos autónomos y en todas las candidaturas de todos los partidos.
Es así como llegamos a la legislatura LXV, una legislatura histórica por ser la primera en la que exactamente la mitad de los espacios de sus integrantes es para mujeres y la otra mitad para hombres, 250 diputadas y 250 diputados.
¿Por qué esto es tan relevante?
- Porque las mujeres estamos paritariamente representadas, somos la mitad de la población, somos la mitad de las integrantes de la cámara baja.
- Porque se abre la oportunidad de impulsar una gran agenda a favor de todas las mujeres, contando, por lo menos, con la mitad de los votos de la cámara (considerando, claro, que todas actúen con perspectiva de género).
¿Qué esperamos de esta legislatura paritaria?
Si bien es claro que ser mujer no da conciencia de género, esperamos de las legisladoras que asuman su responsabilidad con las mujeres que representan, que no haya retrocesos en legislaciones, presupuestos y políticas públicas para las mujeres. Basta recordar que la pasada legislatura, la que se autonombró “legislatura de la paridad” sin serlo exactamente en la realidad, fue la que representó la mayor cantidad de retrocesos legislativos para las mujeres: aprobaron presupuestos machistas que recortaban recursos para programas como los refugios para mujeres víctimas de violencia, recortaron los recursos para la implementación de la Alerta de Género, que se encuentra activada en el 56 por ciento de los estados de la República mexicana, y recortaron presupuesto a INMUJERES.
No podemos arriesgarnos a tener más decisiones regresivas en materia de derechos y libertades para las mujeres. Queremos que estas diputadas y diputados de la entrante legislatura garanticen la progresividad del cumplimiento de nuestros derechos.
Hay un enorme pendiente que demandaremos que atiendan: el pendiente con nuestros derechos sexuales y reproductivos. La despenalización del aborto en México es una deuda del Estado mexicano con las mujeres, es un asunto de justicia social, de salud pública y de derechos humanos. No es un asunto electoral, religioso ni moral, y justo así es como esperamos que se discuta y se legisle.
El aborto clandestino e inseguro es la tercera causa de muerte materna en México. Nuestro país ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil, de acuerdo a la OCDE, y también ocupa los primeros lugares en embarazo adolescente. En este contexto, seguir regateando uno de los derechos fundamentales de las mujeres, que es el derecho a decidir, no sólo obedece a una política legislativa conservadora sino también antiderechos.
Por eso esperamos de esta legislatura paritaria que las mujeres pongan en el centro los temas que nos atañen a todas, que pongan nuestros derechos en el centro, que legislen con perspectiva de género y responsabilidad con su sexo. Si no lo hacemos nosotras, ellos no lo van a hacer. Hoy tenemos la mitad de los votos en la cámara, hoy ellas tienen la posibilidad de ser sororas y factor de cambio, no replicadoras de la política machista que tanto daño le ha hecho a las mujeres de este país.