Bajo la tendencia centralista y autoritaria en el manejo de los recursos que ha venido caracterizando al régimen presidencial actual, no se augura poder invertir en varios de los compromisos que se firmaron como nación en aquél septiembre del 2015, quedándonos truncos una vez más en cuanto a cumplir con nuestra palabra
Inicia un nuevo año y ello propicia inevitablemente que muchos analicemos y replanteemos diversos objetivos y metas que en su momento nos fijamos, con la idea de crecer y realizarnos como personas. En el caso de las autoridades gubernamentales ocurre igual, se da una revisión detallada de los alcances, rezagos y pendientes existentes ante los principales temas y retos afrontados, en función de lograr mejores resultados.
Resulta, en ese contexto, que el 25 de septiembre del 2015, los 193 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) firmaron un acuerdo en el que se comprometían –a partir de ese momento– a trabajar con seriedad y formalidad para erradicar la pobreza extrema, reducir la desigualdad en todas sus dimensiones, generar un crecimiento económico inclusivo, con oportunidades laborales para cubrir la demanda natural de trabajo, diseñar ciudades sostenibles y luchar contra el cambio climático, que tanto daño está provocando a millones de seres humanos.
Tras seis años transcurridos desde el surgimiento de dicho acuerdo y faltando ocho más para arribar al momento del año 2030, una vez más las noticias sobre los logros y avances no son buenas, lamentablemente, evidenciando que una cosa son las buenas intenciones y otra generar resultados tangibles que nos permitan avizorar hacia el futuro, a un mundo donde la dignidad y la igualdad de sus habitantes sea real y patente.
¿Qué ha impedido que la mayoría de las naciones –incluida la nuestra– no estén avanzando lo suficiente para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible fijados en el Acuerdo de la Agenda 2030? Que de parte de los gobiernos no existe la voluntad política suficiente para aplicarse. En el caso de nuestro país, los datos y estadísticas nos permiten concluir hoy en día que estamos muy lejos de lograr combatir y revertir algunos de los grandes retos que tenemos como sociedad.
A guisa de ejemplo, tenemos que fue hasta el año 2019 cuando el gobierno en turno logró definir –junto con los diversos actores de la sociedad mexicana– la estrategia nacional para intentar alcanzar los objetivos planteados. Por equis o zeta razones, se perdieron cuatro años, durante los cuales poco se hizo para alinear esfuerzos concretos. Veamos algunas cifras que nos pueden hacer reflexionar acerca de lo lejos que estamos como país de alcanzar resultados positivos, lo que augura que, hacia adelante, afrontaremos mayores problemas sociales, políticos y económicos por no haber sabido organizarnos debidamente.
Son 169 metas establecidas y 17 objetivos por acometer dentro de la Agenda 2030 de la ONU, abarcando cinco contenidos: personas, prosperidad, planeta, participación colectiva y paz. De todo ello, por supuesto, han habido esfuerzos aislados, en donde cada organización gubernamental o de la sociedad han alineado sus intenciones y actividades hacia el logro de algunos objetivos, pero no hay una articulación efectiva entre las partes; los liderazgos marchan por caminos propios, que tal vez algún día se lleguen a encontrar.
Así las cosas, veamos, por ejemplo, que el objetivo número 1, FIN DE LA POBREZA, no resiste análisis alguno. Según el CENEVAL, en los últimos tres años se registran cinco millones de pobres más.
El objetivo 2, es el de HAMBRE CERO. Según el INEGI hay 28 millones de mexicanos en condiciones de vulnerabilidad, que no tienen acceso a una adecuada alimentación.
El objetivo 3, corresponde a SALUD Y BIENESTAR. Ante la desafortunada, pésima, administración de la pandemia -con alrededor de 400 mil muertos- sobran los comentarios al respecto.
EDUCACIÓN DE CALIDAD es el objetivo 4. Aquí tenemos que poco más de 650 mil alumnos de nivel básico abandonaron sus estudios en el actual ciclo escolar y el 2.7 por ciento de alumnos de secundaria desertaron de las aulas, prefiriendo incorporarse a la economía informal.
En el objetivo 5 se encuentra IGUALDAD DE GÉNERO. ¿Qué tenemos en este campo? Algún ligero avance para que a la mujer se le respete laboralmente, a través de la creación de la Norma mexicana MNX-R-025-SCFI-2015 en igualdad laboral y no discriminación, que es un mecanismo de carácter voluntario que busca que se den mayores oportunidades de contratación a las mujeres, pero en materia de violencia de género seguimos ocupando como nación el deshonroso primer lugar en toda Latinoamérica.
Siendo 17 objetivos para el desarrollo sostenible (ODS), por razones de espacio, me propongo abundar en dos siguientes entregas más sobre el total de los mismos, con la idea de que el público lector tome conciencia acerca de la enorme brecha existente en cuanto a alcanzar niveles dignos de calidad de vida para todos los mexicanos.
En toda organización humana, si la cabeza está convencida de una determinada propuesta, normalmente es más fácil que el resto del equipo de trabajo opere coordinadamente para llegar a la meta establecida; se predica con el ejemplo. En el caso mexicano, parcialmente el gobierno de Peña Nieto y el actual de López Obrador han mostrado escaso interés en esforzarse y cumplir con la Agenda 2030, lo que nos desacreditará a nivel globo terráqueo, tristemente, como un país poco serio y carente de solidaridad con las principales causas humanas, condenando desde luego a millones de mexicanos al castigo de una insultante e inadmisible pobreza.
Es importante destacar con respecto al tema que estamos analizando, que el apartado de flujo migratorio no se contempla, aunque por supuesto es un renglón de alta incidencia en cuanto a poder cumplir las metas de la Agenda 2030 de la Naciones Unidas, toda vez que atraviesa los cinco contenidos ya señalados y conocidos como “las 5 p”.
Recientemente el gobierno de los Estados Unidos de América (EE. UU) ha anunciado que reactivará su programa de análisis de petición de residencia, por lo que entonces ahora diariamente recibiremos decenas de migrantes que aguardarán la resolución de petición, quienes se sumarán al flujo natural de centro y sudamericanos, que como olas de mar hacia la playa, continuarán arribando.
Lo anterior implicará que las autoridades gubernamentales deban invertir más recursos para la atención humanitaria de dichas personas. Y si, como ya sabemos, actualmente no alcanza para atender las necesidades naturales y de infraestructura doméstica, menos habrá para los coyunturales visitantes.
Un apunte final no menos importante es la situación de que el gobierno federal decidió unilateralmente –desde el principio de su mandato– eliminar poco más de doscientos fideicomisos, que ayudaban en mucho a paliar y a conducir soluciones a diversos retos sociales y económicos.
Bajo la tendencia centralista y autoritaria en el manejo de los recursos que ha venido caracterizando al régimen presidencial actual, no se augura poder invertir en varios de los compromisos que se firmaron como nación en aquél septiembre del 2015, quedándonos truncos una vez más en cuanto a cumplir con nuestra palabra. Una gran decepción. El tiempo nos volvió a ganar la partida.
En su más reciente informe, el organismo WORLD ECONOMIC FORUM publica que calcula que habrán de transcurrir alrededor de 202 años para que el mundo en el que vivimos logre ser un planeta equitativo, justo e igualitario. Yo espero que dicho pronóstico no desaliente a más de uno y -por el contrario– nos haga “ponernos las pilas” y buscar en el “día a día” construir mejores comunidades donde vivir, para lograr la realización y trascendencia que como individuos genuinamente estamos buscando.
Si para la próxima elección federal del 2024 los potenciales votantes identifican a alguno de los aspirantes presidenciales que incluya el tema del cumplimiento de la Agenda 2030 de la ONU entre sus propuestas de campaña, quizá sea un elemento que oriente el voto hacia su plataforma de gobierno. Ya veremos qué ocurre. Por lo pronto, redoblemos esfuerzos en nuestras actividades personales y laborales, para que en la consciencia de cada uno de nosotros “no quede” que no se aportó con formalidad para buscar vivir en un mundo mejor.