Queridas y queridos amigos, es un privilegio para mí contar con este nuevo espacio “Bibliófilos” en el noveno aniversario de El Ciudadano, me siento agradecida por la oportunidad y con gran entusiasmo ante este nuevo reto.
Comencemos por definir “Bibliófilos”. Se ha concebido como un espacio que nace del amor al libro y, al mismo tiempo, busca hablar del amor a la lectura, a las ideas, al saber y al conocimiento, a la literatura y al arte. Bibliófilos es un espacio de expresión y difusión de la experiencia del libro.
Por ello, significa también hablar del autor y las aristas de su realidad como el creador de obras, lo que nos conduce también a explorar el universo en el que se gesta su producción, es decir, en la industria editorial, y por supuesto al universo de acción de los libreros mexicanos.
A través de Bibliófilos también tendremos la oportunidad de conocer una de las instituciones más nobles de la sociedad: la biblioteca, poseedora de una gran tradición en nuestro país, sus orígenes y desarrollo; empezando por la joya de la corona, la Biblioteca Nacional de México, en la que se resguarda el patrimonio bibliográfico y documental nacional; en ese recinto se albergan al menos 173 “incunables”, es decir, 173 libros que fueron impresos en la primera imprenta, se les llama incunables a los ejemplares que fueron impresos entre 1469 y 1500, y literalmente son hijos de la primera imprenta.
La biblioteca parlamentaria es otra figura muy querida y valiente, ¿por qué no decirlo así? Se cuenta con registro de su existencia desde 1810, considerando que subsistió hasta nuestros días, superando las condiciones que impuso el movimiento de independencia, las leyes de Reforma, la Revolución Mexicana, la precariedad entre la Primera y Segunda Guerras Mundiales, así como la propia modernidad del siglo XX, la Biblioteca del H. Congreso de la Unión es hoy la cabeza del Sistema de Bibliotecas del Congreso de la Unión y es, en sí misma, testimonio de la historia nacional de nuestro país.
El Poder Ejecutivo también cuenta con bibliotecas de primerísimo orden, como la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, con valiosísimos acervos entre los que se encuentra el Fondo Reservado de los siglos XVI–XIX, el Fondo Genaro Estrada o el Fondo Histórico de Hacienda.
La Biblioteca de la Secretaría de Relaciones Exteriores alberga en sus acervos la Colección Archivo Histórico Diplomático Mexicano o la Colección Digital “Exilio Español en América Latina 1936-1975”, entre otras. Y qué decir de la primera biblioteca de América, fundada en 1646, la Biblioteca Palafoxiana, adscrita a la Secretaría de Cultura. Y, por supuesto, a cargo de esta misma dependencia, la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, entre las que destaca la Biblioteca de México y la José Vasconcelos. Los organismos autónomos también cuentan con importantes bibliotecas, como la del Banco de México, la biblioteca de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, del INE o la del INEGI.
En cuanto al Poder Judicial, la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuenta con una red de bibliotecas denominadas “Casa de la Cultura Jurídica” con cobertura en todo el país. Y eso que no me referiré en esta ocasión a la Biblioteca Universitaria o a las bibliotecas especializadas.
Existen en la actualidad otros esfuerzos para la difusión del conocimiento y la información, y es justo reconocer el modelo sui géneris que lleva a cabo un grupo de bibliotecas aglutinado en la Ciudad de México, se trata de la Red de Bibliotecas y Archivos del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Así, queridas y queridos amigos, “Bibliófilos” busca vivir la experiencia del libro desde todos sus ángulos, porque un libro que no es leído no llega a cumplir su propósito más esencial, así también representa el fruto del trabajo de sus autores y merece la justa retribución por ello. Por otra parte, impulsar a la biblioteca como institución, sin duda contribuirá a alcanzar los propósitos para el fomento a la lectura, impulsará a la industria editorial y sumará a los esfuerzos en materia de educación, porque la biblioteca es una ventana a la cultura. Doris Lessing, escritora británica ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2007, dijo: “La biblioteca es la más democrática de las instituciones porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo”, y esto, en todo caso, no es otra cosa sino la libertad del ser.