Para quienes no hayan visto la serie Game of Thrones, esta indroducción es definitivamente un spoiler, por lo que sugiero pasar directamente al primer subtítulo. Establecida la advertencia, en esta historia de guerras entre reinos, dragones, lobos y especies de zombies (o white walkers) hay muchos personajes entrañables y muchos otros a los que, personalmente, guardo un odio profundo. Entre ellos (porque son varios) están el sádico y mimado rey Joffrey Baratheon y su diabólica madre, Cersei Lannister. Por lo tanto, dos de mis escenas favoritas de la serie son: cuando (por fin) Joffrey muere envenenado y cuando Cersei es obligada a recorrer “el camino de la vergüenza”. El deseo de venganza que habitó en mí durante varias temporadas, y seguramente en muchos de los espectadores, fue momentánamente satisfecho en estas escenas, y las dos (entre muchas otras) fueron grabadas dentro de los muros del casco histórico de Dubrovnik.
Basada en las novelas de George R. R. Martin, esta serie tuvo tanto éxito en todo el mundo que, aunque Dubrovnik no le cobró por utilizar sus paisajes como escenario, con el paso del tiempo le resultó más que redituable: ha ganado millones de euros en visitas turísticas. El tour de Game of Thrones era una las actividades que más esperaba de mi viaje a Dubrovnik, pero aun sabiendo de antemano que parte de la serie fue grabada en ese lugar, jamás me imaginé que al bajar del taxi en la mitad de la noche y acercarme a la puerta Pile, mientras cruzaba el puente de piedra me iba a sentir transportada a otra época, como si en vez de un taxi me hubiera subido a una cápsula del tiempo que me llevó, en media hora, directo al Medievo. Cruzar el puente levadizo arrastrando maletas me pareció casi irrespetuoso, con la ciudad a media luz el camino entre los callejones oscuros y silenciosos merecía una entrada solemne, silenciosa… todo eso pasó por mi mente por varios minutos hasta que llegué a la zona de los bares y, por arte de magia, volví al siglo XXI, casi pude ver a Tyron Lannister riendo con una cerveza entre las manos.
A la mañana siguiente, a la luz del día la ciudad era otra, rodeada del bullicio de los turistas, las tiendas de souvenirs y las banderas de colores de los guías detienéndose en cada edificio para explicar su historia. Aun así agradecí la decisión de haberme hospedado en el casco histórico, estar dento de una ciudad amurallada crea de algún modo la sensación de que todo lo que ocurre dentro tiene su propio sentido. Y obviamente lo tiene, pero la historia de esas murallas es mucho más heróica de lo que imaginé, incluso sin dragones o muertos vivientes.
Me parece importante aclarar, sólo para subrayar la ingenuidad de mi imagnario geográfico, que durante este viaje de trabajo a Europa me había empeñado en conocer Venecia, una ciudad que se me había escapado en viajes anteriores y que ahora había resurgido en mi mente porque alguien me contó que los canales estaban más limpios que en mucho tiempo, a raíz de la pandemia. A la vez, también llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de conocer alguna playa de las costas croatas. Cuando vi el mapa (y sí, hasta que vi el mapa) me pareció una feliz coincidencia que el viaje de Venecia a Dubrovnik fuera tan corto: una hora y media. Y así fue, Venecia me llevó a Dubrovnik… una coincidencia que, después supe, a ellos les había ocurrido una que otra vez anteriormente. Quien conozca algo de la historia de Dubrovnik sabrá a estas alturas que decir “fui a conocer Venecia y aproveché que la ciudad está muy cerca” no es la mejor carta de bienvenida, lo único que me salvó seguramente de ser explulsada fuera de la muralla fue decir que soy mexicana (al parecer, como en otros muchos lugares, nuestras telenovelas nos representan).
LA “ATENAS DÁLMATA” Y SU LUCHA ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE
Esta ciudad costera está localizada en la región de Dalmacia, en la República de Croacia, y es conocida como “la perla del Adriático”. En la primera mención escrita, que data del año 614, se le llama “la ciudad de Ragusa de los Dálmatas romanizados”. El nombre de la ciudad derivó de isla de Laus, que en griego significa “la roca”. Con el tiempo, los pueblos eslavos de los Balcanes fueron llegando a este nuevo núcleo en el mar Adriático y la mezcla de lenguas dio lugar al término Dubrovnik, que proviene de la palabra eslava Dubrava: bosque de robles.
La historia de esta ciudad es de dominios imperiales y de resistencia, con lo cual no difiere mucho de la trama de Game of Thrones. A partir del siglo IX, Ragusa pasó a estar en la órbita del Imperio Bizantino, aunque gozando en cierta medida de libertad e independencia. Gracias a sus arreglos internos la ciudad creció hasta convertirse en uno de los puertos más prósperos del Adriático. Fue justamente en esta época cuando se construyeron algunos de los edificios más importantes, como el Palacio del Rector, la Gran Fuente de Onofrio y el Palacio Sponza.
Durante casi cuatro siglos, Dubrovnik ganó importancia sobre el resto de las ciudades de la Costa Dálmata, pero con su fama y prosperidad crecieron tamibén las amenazas de sus enemigos. Previendo futuros ataques, desde el siglo XIII se empezaron a construir las murallas de Dubrovnik con el fin de proteger la ciudad. Con numerosas adiciones y modificaciones a lo largo de su historia, la muralla ha sido considerada como una de las grandes fortificaciones de la Edad Media, ya que nunca fue tomada por un ejército hostil durante este periodo de tiempo.
En este punto de la historia es donde mi ingenguidad geográfica viene al caso, ya que la principal potencia marítima de la época era, justamente, Venecia, clave en las rutas comerciales del Mediterráneo. Con lo cual resulta lógico que, después de conquistar otras ciudades cercanas, Venecia haya invadido Dubrovnik en 1205, imponiéndole aceptar el nombramiento de un obispo y el italiano como lengua oficial. Fue hasta 1358 que, aporvechando la guerra con Hungría, Dubrovnik pudo liberarse del dominio véneto.
Aunque merecida y festejada, su libertad se vio amenazada nuevamente pocos años después, ahora por las tropas turcas, pero si algo había aprendido la antigua Ragusa en su historia de dominación era el arte de la diplomacia, gracias a lo cual pudieron lograr un tratatado de paz a cambio de pagar tributo anual al rey de Hungría, consiguiendo el ansiado título de “República de Ragusa”.
La lucha por la independecia había fortalecido el ánimo de los habitantes de esta pequeña ciudad, que siguió luchando contra otras grandes potencias italianas y llegó a reunir una flota de doscientos barcos, con tal reconocimiento que dos de sus marineros fueron llamados a sumarse a la tripulación que acompañó a Colón en su primer viaje a América.
ENTRE DERRUMBES,LLAMAS Y BOMBAS
La expansión de Dubrovnik continuó, pero mientras se cuidaban de enemigos de carne y hueso, en 1667 la ciudad fue azotada por una tragedia que trajo más destrucción que cualquier otra amenaza: un terremoto masivo la destruyó casi por completo, causando la muerte de aproximadamente 5,000 personas (lo cual representaba el 40 por ciento de la población).
Al gran terremoto siguió un incendio, que avivado por los fuertes vientos que se desataron en días posteriores, consumió gran parte de los restos de la ciudad. No fue el único, en 2007 bomberos y habitantes lucharon 24 horas por apagar las llamas de un incendio que había llegado desde Bosnia-Herzegovina y que rápidamente se desplazó hacia el territorio croata. Aunque esta es la expliación histórica, estando ahí uno no puede evitar imaginarse a los dragones de Daenerys Targaryen escupiendo fuego sobre la ciudad.
Después del terremoto, la mayor parte de los edificios románicos y góticos que caracterizaban Dubrovnik fueron destruidos y durante la restauración adquirieron el aspecto barroco que presentan hoy. Además, mientras estaba en ruinas y cenizas, la ciudad sufrió saqueos, luchas de poder y muchas otras consecuencias devastadoras, pero la valentía de sus habitantes, una vez más comprobada, logró que poco a poco se fuera restaurando la paz.
Finalmente, ya en el siglo XX, Dubrovnik se libró de los ataques de las dos Guerras Mundiales, pero no escapó a los bombardeos de la horrible Guerra de Yugoslavia. En 1991, el voto fue casi unánime por la República de Coracia, independiente de Yugoslavia, ante lo cual el ejército, compuesto en su mayoría por serbios y montenegrinos, declaró la guerra a los croatas y lanzó un ataque terrestre, marítimo y aéreo al mismo tiempo sobre Dubrovnik. La ciudad fue asediada y bombardeada durante seis meses.
Después del peor peor ataque de su historia, los edificios históricos que habían sido restaurados volvieron a caer, así como parte de las murallas. La destrucción llegó a tal grado que la Unesco declaró a Dubrovnik ciudad Patrimonio de la Humanidad en peligro hasta que, en 1998, recuperó parte del esplendor de su patrimonio.
LOS MILAGROS DE SAN BLAS: SANTO PATRONO DE DUBROVNIK
Después de conocer la historia de esta ciudad y su aguerrida resistencia ante tantas invasiones y desastres naturales, uno se pregunta cómo es que pudo sobrevivir. La respuesta es que no lo hicieron solos, sino en gran medida gracias a la protección de su santo patrono: San Blas.
Resulta que en un intento de ocupación, sus grandes enemigos, los vénetos, intentaron invadirlos mediante un fraude: les hicieron creer que iban a ceder sus buques bajo pretextos comerciales y planeaban tomar la ciudad en cuanto llegara su flota a las costas de Ragusa. Este pasaje de la historia me recuerda a la “Boda Roja” donde peridó la vida Robb Stark, quien desafortunadamente no contó con la ayuda de sus dioses. Volviendo a Ragusa, cuando estaba por ocurrir el ataque secreto, el sacerdote Stojko oraba en la iglesia de San Esteban y cuenta la leyenda que durante su oración San Blas se le presentó con una multitud de huestes celestiales para advertirle que los venecianos querían ocupar la ciudad. Stojko tuvo tiempo de prevenir a las autoridades de la ciudad y el ataque fue repelido. Desde entonces, y hasta hoy, San Blas es venerado como el santo patrono de Dubrovnik, tal como lo atestigua el modelo de la ciudad que lleva en la mano en cada una de sus representaciones, una de ellas en la misma puerta de entrada, Pile, por donde me vió llegar con todo y maletas.
Otra de las figuras importantes está en la propia Iglesa de San Blas: la misma escultura del santo sosteniendo en la mano una maqueta de la ciudad, con la diferencia de que está bañada en oro. Otra leyenda cuenta que durante el terrible incendio que azotó Dubrovnik, todas las reliquias de la iglesia quedaron destruidas, excepto esa escultura de San Blas, a la que se añadió esta inscripción: “Todas las demás estatuas de oro, plata y cobre ardieron, pero la de San Blas, protegida milagrosamente, fue sacada intacta de las llamas”.
Y por si dos milagros fueran poco, la Catedral de Dubrovnik fue testigo de un tercero. Después del gran terremoto de 1667 la Catedral quedó en ruinas y, según la leyenda, Ricardo Corazón de León sufragó la construcción de la nueva catedral para agradecer a los habitantes que salvaron su vida durante un naufragio en la isla vecina de Lokrum. Al levantar los restos para la construcción de la nueva Catedral descubrieron una de las pocas reliquias intactas: nada menos que los restos de San Blas. Estas reliquias (que obviamente no vi, pero que me aseguran que son el cráneo, una pierna y un brazo del santo) permanecen custodiadas en tres cofres bañados en oro y decorados con piedras preciosas. Durante el día de San Blas, la fiesta más esperada de Dubrovnik, las reliquias del santo salen en procesión desde la Catedral a través de Stradun y por todas las calles de la ciudad.
Pero además de este santo reconocido por curar el mal de garganta, muchos otros males pueden curarse en Dubrovnik gracias a los monjes franciscanos, cuyo monasterio comenzó a construirse en 1317 en la calle principal de la ciudad, Stradun, justo enfrente de la Gran Fuente de Onofrio.
Con la construcción del monasterio, los monjes franciscanos establecieron una botica con medicinas y recetas para las dolencias que pronto se hicieron muy famosas entre la población, incluso se dice que la farmacia contenía el “elixir de la eterna juventud”, dato que me recuerda a Melisandre, la sacerdotiza roja al servicio del rey Stannis Baratheon que no envejecía. La farmacia del monasterio ha permanecido en funcionamiento desde el siglo XIV, convirtiéndose en la tercera farmacia más antigua del mundo. Y no es exageración que la farmacia sigue en funcionamiento, un día después de visitarla, tal vez de manera inconsciente para comprobar su eficacia, fui presa de una gripe croata y terminé en el doctor, la receta que incluía antibióticos, gotas para los oídos y sprays para la garganta, surtió efecto pocos días después.
LA FORTALEZA LOVRIJENAC O DE SAN LORENZO: “EL GIBRALTAR DE DUBROVNIK”
Fuera de la muralla occidental de la ciudad, 37 metros por encima del nivel del mar se levanta la famosa Fortaleza de San Lorenzo, cuya historia incluye una vez más a los enemigos vénetos. En las “Crónicas de Ragusa” se cuenta que en sus intentos por tomar Dubrovnik, esta fuerza marítima italiana intentó contruir un fuerte en el mismo sitio donde se ubica la Fortaleza, con lo cual hubieran podido tomar el control de la ciudad por mar y tierra, pero gracias a la información de valiosos espías los ciudadanos fueron alertados y el Fuerte se construyó en el tiempo exacto de tres meses. Cuando los barcos venecianos llegaban llenos de materiales para la construcción, pudieron ver desde la lejanía que ya existía un Fuerte dominado por el ejército y, una vez más, Dubrovnik venció y sobrevivió. Otra extraña coincidencia en la que un muro, como el que custodiaba Jon Snow en la “Guardia de la Noche”, bastara para repeler a vivos y muertos.
¿Tres meses para contruir un fuerte de esas dimensiones? ¿Será que San Blas estuvo involucrado en otro milagro? No precisamente, esa vez fue la astucia de los habitantes de la ciudad la que rindió frutos. Se dieron cuenta de que no necesitaban construir todo el fuerte, con una simulación de la fachada que desde el mar pudiera parecer una fortaleza sería suficiente, y así fue. En realidad el proceso de construcción del Fuerte duró más de 300 años y tuvo que ser reconstruido tras su destrucción parcial durante el gran terremoto.
Pero además de las vistas que ofrece el Fuerte hacia la ciudad amurallada y el mar, uno de los símbolos más importantes de la ciudad, que resume la historia de Dubrovnik, su inconquistable fortaleza, la memoria de los héroes croatas y el legado de sus habitantes fue tallado en latín en la parte superior de la entrada a este gigante de piedra:
Non bene pro toto libertas venditur auro: “La libertad no se vende por todo el oro del mundo”.
Y así ha sido hasta la fecha, leyendas aparte, la historia de Dubrovnik, una ciudad que se ha levantado de los escombros una y otra vez, y cuyos orgullosos habitantes han mantenido, por sobre todas las cosas, su libertad e independencia. Tal vez en un principio haya sido sólo por la fachada, pero en el fondo, la historia que imaginó George R.R Martin tuvo la suerte de escenificarse dentro de unos muros que tienen mucho más que contar. Con esta conclusión, y con un poco de resentimiento a los vénetos del pasado, dejé el verdadero King’s Landing y sus turbulentos mares.