Hay que multiplicar las actividades amigables con el medio ambiente, ya que cualquier medida que se lleve a cabo, por muy sencilla o básica que sea, está aportando a los cambios que se requieren para vivir de manera sustentable
Sin lugar a dudas, el verano del 2023 será recordado como el más caluroso en varias partes del planeta, lo cual es la más clara evidencia del calentamiento global cuyos efectos, según un artículo publicado el 8 de julio en Expansión: “[…] provocados por las actividades humanas -empezando por el uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas)- han aparecido simultáneamente en todo el mundo”.
A la par se han multiplicado las acciones que, desde distintos ámbitos, se vienen llevando a cabo para enfrentar, revertir o mitigar este fenómeno cada día más urgente. La crisis ha llegado a tal grado que sectores como la academia, la investigación, las políticas públicas y la iniciativa privada se están enfocando en la problemática, implementando estrategias de alianza de carácter intersectorial o interinstitucional para potenciar las capacidades y aplicar de manera más eficiente los, por lo general, limitados recursos, en un intento por revertir la pérdida de la biodiversidad y el aumento de los contaminantes en prácticamente todos los ecosistemas.
Estos esfuerzos deben ser apoyados por todos los segmentos de la sociedad, hay que multiplicar las actividades amigables con el medio ambiente, ya que cualquier medida que se lleve a cabo, por muy sencilla o básica que sea, está aportando a los cambios que se requieren para vivir de manera sustentable.
Afortunadamente, cada día aumenta el universo de personas que han comprendido la necesidad de replantear el cómo concebimos la crisis ambienta. En su artículo “Sustentabilidad y racionalidad ambiental: hacia ‘otro’ programa de sociología ambiental”, publicado en la Revista Mexicana de Sociología 73, Enrique Leff menciona “la necesidad de una nueva racionalidad social que permita reorientar los comportamientos individuales y sociales ante las leyes límite de la naturaleza y las perspectivas de un futuro sustentable”.
Sin embargo, la sustentabilidad como estilo de vida requiere no únicamente de buenas intenciones, sino también de formas distintas de organización social. Se trata de disminuir los volúmenes de materia y energía que se utilizan para satisfacer las necesidades más importantes, como la alimentación y el acceso al agua, por señalar dos de las necesidades estratégicas.
No obstante, existen segmentos de la sociedad que observan con suspicacia o desconfianza las convocatorias para abrir los espacios de participación ciudadana. Esta actitud surge en respuesta a un fenómeno que explican a profundidad los autores del artículo “Participación ciudadana y responsabilidad social para el desarrollo sustentable”, publicado en el número 17 de la revista Estudios Sociales Contemporáneos, quienes mencionan que “[…] la participación se limita a cumplir con los requerimientos formales, se concreta cuando la mayoría de las decisiones ya han sido adoptadas, no se adecúa a las características sociales, económicas, geográficas ni de género de las comunidades […]”.
Es por ello que resulta importante subrayar que quienes pugnen por ser gobernantes, legisladores o tomadores de decisiones deben tener plena claridad y compromiso en promover, alentar, impulsar y generar las condiciones propicias para que, desde todos los segmentos de la sociedad, se multiplique el universo de ciudadanos y ciudadanas que se involucren en una perspectiva de corresponsabilidad en los procesos que conlleven a una participación activa, propositiva y dinámica.
Este compromiso implica necesariamente a los medios de comunicación y difusión de la información, tanto los convencionales como prensa, radio y televisión, como los medios y plataformas digitales, que cada día ejercen mayor influencia en la sociedad contemporánea. A esta área tan importante de la problemática ambiental se refiere Vicente Silva Liga en su tesis “Eficacia de los instrumentos y mecanismos de participación ciudadana en la política ambiental en México”. En su texto, el autor afirma que “[…] acceso a la información y a la participación en materia ambiental [aspectos que] son fundamentales para la promoción del desarrollo, la democracia y para lograr un medio ambiente sano. Su aplicación efectiva aporta múltiples beneficios como son: tomar mejores decisiones, integrales, de mayor calidad, e instrumentarlas eficazmente; involucrar al público en la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales; promover la rendición de cuentas de los gobiernos; generar un mejor desempeño de las instituciones y una mayor transparencia en el servicio público”.
La real, genuina, activa y extendida participación de la ciudadanía en la construcción de los paradigmas que singularicen el desarrollo sustentable, debe trascender el discurso de ocasión o de coyuntura, y evidenciarse con el cambio de actitudes con respecto al medio ambiente. Sobre todo por quienes, de manera reiterada y pública, afirman su compromiso con dejar un mundo más vivible para las presentes y futuras generaciones, y que son parte de la élite económica y política de la sociedad.
Hay que avanzar en la perspectiva de ser parte del universo de personas que han comprendido que es posible ser felices sin necesidad de destruir los ecosistemas, que es posible compartir el planeta con la biodiversidad existente.