Internacional
De Persia a la República Islámica

La verdad es que el envío de drones por parte de Irán contra Israel no debe sorprender a nadie; es más, desde su creación como República Islámica es probable que se prepararan para este momento, para este punto específico de la historia

¿Cómo fue que las relaciones internacionales en Medio Oriente llegaron a ese grado de descomposición en los últimos meses? En la edición anterior de El Ciudadano explicábamos que Estados Unidos había dejado un enorme vacío en muchas regiones del mundo donde ha perdido el control, pero en el caso del conflicto entre Israel y Palestina simplemente quedó demostrada su completa incapacidad. Por lo tanto, debemos entender que tanto las acciones de Israel en Palestina como el envío de drones por parte de Irán contra Israel son consecuencia de lo mismo: de todo lo que ha hecho y dejado de hacer Estados Unidos en la región, que hoy tiene un Medio Oriente incendiado y con dos potencias medias desatadas, descontroladas, dispuestas a todo.

Pero para entender bien lo que sucede en la zona es necesario analizar a uno de sus mayores protagonistas: Irán, nación que en los últimos meses ha estado en el círculo rojo mundial y en torno a la cual hay muchísimas preguntas sobre su potencial militar, su alcance, su liderazgo en la región y sus objetivos. Por eso, esta edición de El Ciudadano se la dedicaremos a la República Islámica, país que, como se verá, no tiene comparación con ningún otro en el mundo.

Irán es en realidad el heredero del gran mundo persa, de hecho, durante casi tres mil años fue mejor conocido como Persia, y hasta la fecha el persa sigue siendo su lengua oficial y su grupo étnico principal. Desde el III milenio a.C. los “medos” ya se encontraban establecidos en el territorio actual de Irán y alcanzaron su esplendor con Ciro el Grande en el 500 a.C;  posteriormente se reafirmarían como el Imperio de la antigüedad más grande de Oriente Próximo, con Darío I.

Los persas siempre fueron reconocidos como un pueblo guerrero, lo cual quedó demostrado en las guerras médicas contra las ciudades estados helénicas, que duraron por lo menos cincuenta años, pero su rivalidad con los griegos duró alrededor de dos siglos hasta la conquista del Imperio por parte del macedonio Alejandro Magno (en el 336 a.C.), quien conquistó y destruyó Persépolis. Posteriormente surgió el Imperio Sasánida que combatió a los romanos y los bizantinos y provocó que las fronteras del Imperio Romano no se pudieran extender más.

La expansión del islam provocó la conquista del antiguo territorio persa por parte de los musulmanes árabes, sin embargo, a diferencia de otros pueblos, la población sólo se “islamizó” pero no se “arabizó”, ya que mantuvo sus tradiciones, su origen étnico y su lengua; de hecho, hasta la fecha en Irán se habla el farsi, persa moderno, y no el árabe. Desde ese momento comenzó la expansión del islam en todo el territorio de Asia Central hasta el actual Afganistán y la India. En el antiguo territorio persa se fundaron numerosos califatos e imperios como el Seleúcida, el primero de origen turco-persa musulmán y el Imperio Jorezmita que extendió las fronteras del “Gran Irán” y sucumbió a la invasión mongola de Gengis Kan.

En la etapa moderna, desde el siglo XVIII Rusia y Gran Bretaña se disputaron el territorio y sus zonas de influencia en Persia y Afganistán, pero sin tener un control efectivo de la región. El Irán moderno comenzó después de la Primera Guerra Mundial, cuando en 1925 subió al poder Reza Pahlavi, de ideología nacionalista y quien tenía el apoyo británico y estadounidense para gobernar. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Sha comenzó una etapa de modernización del país con influencia occidental que molestó a los sectores conservadores del país frente al liberalismo creciente. 

El nacimiento de la República Islámica

Unos años más tarde sucedió un evento que cambió el destino de Irán, de la región y del mundo entero. En 1978 comenzaron revueltas contra la dinastía gobernante que concluyeron con el derrocamiento de la monarquía del Sha y el triunfo de la revolución islámica, que instauró un régimen teocrático inspirado por el Ayatola Ruhollah Jomeini, padre de la nación y líder moral perpetuo de la actual República Islámica de Irán. El triunfo de la revolución se convirtió en un punto de inflexión para todo Medio Oriente y Asia Central, ya que Estados Unidos y Gran Bretaña perdieron el control de la región y al mismo tiempo nació un régimen que haría frente a toda influencia occidental, lo cual quedó demostrado en 1979 con la captura del personal de la embajada y diplomáticos de Estados Unidos que estuvieron como rehenes durante cuatrocientos cuarenta y cuatro días.

Desde entonces comenzó la consolidación de un Estado complejo donde la constitución tiene compatibilidad con la Sharia o ley islámica, donde se permite el voto directo de hombres y mujeres, pero sus candidatos deben tener la aprobación de los imanes o autoridades religiosas. A diferencia de las monarquías de Arabia Saudita o Emiratos Árabes Unidos, Irán es en realidad una República donde se elige por sufragio a un presidente, quien dirige las principales funciones administrativas con el Consejo de Ministros. Sin embargo, en este régimen teocrático, por encima del presidente existe un líder supremo que es el responsable de supervisar “todas” las políticas del Estado, que incluyen el control total de las fuerzas armadas y la remoción del poder judicial con el apoyo del Consejo de los Guardianes, quienes se aseguran de que exista una correcta adecuación y aplicación de la constitución y el derecho islámico.

La nación de los cien millones de habitantes tiene una Asamblea Constitutiva Islámica conformada por 290 miembros que funciona como un Parlamento unicameral, pero cuyas decisiones tienen que ser ratificadas por el Consejo de los Guardianes, que actúa como órgano revisor. En esta estructura compleja, existe también la Asamblea de Expertos, compuesta por 86 clérigos eruditos de la ley islámica, elegidos también por voto popular y quienes tienen la altísima responsabilidad de elegir al líder Supremo de Irán. En el ámbito judicial existe un Tribunal Supremo y jueces públicos que revisan temas civiles y penales, pero paralelamente hay un Tribunal Especial del Clero y un Tribunal de la Revolución que juzga actos contrarios a la esencia de la República Islámica.

Desde la existencia de Persia, el territorio de Irán tiene una posición geopolítica estratégica por encontrarse en Asia Central con límites actuales con Iraq, Turquía, Paquistán y Armenia, y al sur con una envidiable salida al Océano Índico. Es un enorme territorio que, a diferencia de sus vecinos árabes, en invierno es afectado por las corrientes frías provenientes de Siberia y al mismo tiempo recibe la humedad del Mediterráneo, del Golfo Pérsico y de Omán. Una nación que, en lugar de dunas, está constituida en sus dos terceras partes por tierras altas y cadenas montañosas que continúan hasta Afganistán. Además, cuenta con grandes reservas de hidrocarburos y con la mayor reserva mundial de gas y litio, lo cual lo coloca como una potencia energética en el presente siglo.

Desde la crisis de los rehenes estadounidense se impusieron múltiples sanciones económicas y restricciones comerciales a Irán por parte de la comunidad internacional; sin embargo, el país se ha consolidado como una potencia regional gracias a su desarrollo industrial. Su potencial militar y económico ha provocado que aumente su capacidad de negociación y que tenga presencia en importantes foros regionales e internacionales, como la ONU, la Organización para la Cooperación Islámica y, desde luego, la OPEP.  Asimismo, su rivalidad con Estados Unidos y otros países occidentales le han abierto las puertas para consolidar sus relaciones internacionales, construyendo fuertes alianzas comerciales con Pakistán e India, así como tecnológicas y militares, específicamente con Rusia y China.

En 2002 Irán fue clasificado por el gobierno de W. Bush como parte del “eje del mal” junto con Irak, Corea del Norte, Libia y Siria por el desarrollo de su programa nuclear, el cual en 2015 derivó en la firma de un acuerdo por el cual Irán se comprometía a no desarrollar un arma nuclear, mientras que las potencias eliminarían las sanciones económicas en su contra.

Las incursiones de Estados Unidos en Irak y Afganistán no sólo no cumplieron con el objetivo de democratizar Medio Oriente, sino que incluso provocaron el fortalecimiento del radicalismo islámico, cuyo mejor ejemplo es el regreso del régimen talibán. Este fracaso en la política exterior estadounidense ha dejado un enorme vacío regional que provoca que potencias como Israel e Irán arreglen sus diferencias solas, sin la necesidad de la supervisión o moderación de Estados Unidos que, de paso, sigue irreconocible en su papel de “policía mundial”, porque ahora ya no da el ancho ni para ser árbitro en las peleas. 

El 1 de abril Israel realizó un bombardeo en Siria contra el consulado iraní en el que murieron tres militares destacados del régimen, así como hombres pertenecientes al cuerpo de Guardias de la Revolución Islámica. Esto fue tomado por la República Islámica como una provocación directa y, por lo tanto, el 14 de abril Irán realizó un ataque con 170 drones, treinta misiles cruceros y más de 120 misiles balísticos contra Israel.

La verdad es que el envío de drones por parte de Irán contra Israel no debe sorprender a nadie; es más, desde su creación como República Islámica es probable que se prepararan para este momento, para este punto específico de la historia. Por eso ideologizaron a su nación desde el triunfo de la revolución islámica; por eso avanzaron tecnológicamente aumentando su capacidad militar; por eso fortalecieron su alianza con los BRICS, todo para llegar a este punto de la línea del tiempo, aprovechando la oportunidad que se presentaba. Si un país algún día iba a responder, ese sería Irán, y así lo hizo, acudiendo formalmente a una de las muchas citas que el destino le ha mostrado desde su nacimiento como Persia y las que se acumulen.     

Amenazarlos con una repuesta bélica mayor es un sin sentido porque, como ya vimos, ellos han estado listos combatiendo en todas las épocas, preparados para muchos finales, que en un caso extremo sólo serían continuidad de su historia y su legado. Incluso el mismo Estados Unidos renunció a una represalia directa contra Irán porque eso sólo representaría una escalada de proporciones inimaginables, y la verdad es que en Washington tienen razón. Atacar a Israel no fue una decisión tomada a la ligera en Teherán, porque para la República Islámica era previsible un ataque de mayores proporciones por parte de Israel y, aun así, con todas sus posibles consecuencias, llevaron a cabo la acción. El mensaje de Irán es claro, quizá ellos no tengan la capacidad económica de Arabia Saudita o el progreso de los Emiratos Árabes, pero sí aspiran a ser el líder “moral” del mundo musulmán, y para que no haya dudas están dispuestos a todo, como siempre ha sido.

Y así avanzan Israel e Irán, cada uno convencido de su propio camino en una región cada vez más inestable donde aumentan por todos lados los fanatismos y los radicalismos, mientras que Estados Unidos y la comunidad internacional son meros espectadores del incendio en Medio Oriente.