EN EL LLANO
NUESTRA MACROURBE

 
 
Luis Gutiérrez Rodríguez

 

 

Expertos urbanistas coinciden: la Ciudad de México figura entre las tres más grandes de nuestro planeta

La gran concentración urbana de la Ciudad de México, nuestro Distrito Federal, forma parte del descomunal crecimiento de las grandes sociedades industriales que nacieron en el siglo XX, con el surgimiento de las llamadas megalópolis, gigantescos centros urbanos que rápidamente pusieron a sus habitantes frente a problemas de agua, transporte y medioambiente, así como ante apremiantes desafíos de convivencia social.

Con 1,495 km², representa el 0.1 por ciento del territorio nacional. Su población es 99 por ciento urbana. El censo de 2020 expuso que ese año la Ciudad de México tenía 9.209,944 habitantes que representaban el 7.3 por ciento del total del país, lo que la sitúa como la segunda entidad federativa más poblada, sólo detrás del Estado de México.

El gran salto de la incorporación de la Ciudad de México al siglo XXI inició hace más de 200 años. Significó para nuestra gran capital pasar del rango 42 al tercero o segundo lugar y ubicarse entre las grandes metrópolis del mundo.

Aunque difieren los datos en cuanto al punto original de este crecimiento, abundan estudios e investigaciones en la materia que, al menos, son referencia. Entre ellos merece mención particular el explosivo crecimiento de nuestra gigantesca capital, cuya superficie urbana (según diversas fuentes) ha crecido a un ritmo tres veces superior al del inicio tangible del proceso.

Numerosos tratadistas se han ocupado de este desafío del crecimiento. La Dra. Alejandra Núñez, autorizada urbanista, trata el tema en su estudio “La elección residencial. El conjunto de decisiones que determinan la expansión de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México”.

Confirma la especialista –y coincide con colegas investigadores– en que el crecimiento y la expansión de las ciudades no constituyen un proceso fatalmente inocuo o ajeno a las políticas públicas. Así, el crecimiento y la expansión de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), entre 1970 y 2010, se debió a una combinación de factores: desde la creciente migración rural-urbana hasta intensos periodos de gentrificación del centro histórico, elementos que influyeron e impactaron en la elección residencial de las personas.

Es oportuno mencionar que la gentrificación es un ciclo que suele producirse en vecindarios humildes ubicados cerca de importantes centros urbanos, en donde vecinos con mayor capacidad de poder adquisitivo desplazan poco a poco a gente con menores ingresos, habitantes originales de la zona. La palabra proviene del inglés gentry, un neologismo que significa “alta burguesía”, que fue empleado por primera vez en 1964 por la socióloga marxista Ruth Glass, para explicar experiencias de esa época en zonas cercanas a Londres.

Si bien este proceso provoca mejoría inmobiliaria, así como crecimiento y desarrollo, origina también el desplazamiento de zonas humildes. Obviamente, las acciones especulativas de inmobiliarias y entidades crediticias no se hacen esperar, por lo que es imperativa la conveniencia regulatoria de las autoridades para propiciar el control del uso del suelo.

La principal e indeseable consecuencia, desde el punto de vista social, es que la población humilde, de escasos recursos económicos, es desplazada por quienes tienen más poder adquisitivo, trátese de cualquier objetivo de fondo: compra o renta de inmuebles, para provocar que suban de valor las propiedades.

Las autoridades locales, la legislación aplicable y las negociaciones entre autoridades e inversionistas resultan factores indispensables para llevar adelante este tipo de procesos. La toma de decisiones y acciones administrativas debe considerar la mejor opción para todos los sectores sociales involucrados.

Lo anterior conduce también a otra consecuencia obvia, que no requiere mayores explicaciones: la revalorización de un terreno o una propiedad no sólo se debe al valor histórico que pueda significar una ciudad o a su atractivo natural; el factor que también provoca que aumente el valor de los inmuebles es la inversión financiera en la ciudad, atractiva por su desarrollo urbano y comercial, lo que a su vez produce mayor demanda de renta o venta de inmuebles.

En suma, se produce la gentrificación con una economía centrada en la proyección de grandes y saludables negocios.

Este proceso de cambio propicia que una ciudad con actividad obrera productiva pueda convertirse en una ciudad-mercancía. Señalan los especialistas, asimismo, que esa ciudad-mercancía depende, en gran medida, del turismo, de un público con amplio poder adquisitivo y actividades recreativas, entre muchos otros factores.

¿Qué opciones se avizoran para nuestra gran metrópoli?