Visitar la ciudad de Lisboa permite conocer ruinas de tiempos prerrománicos, iglesias medievales, castillos, poblaciones amuralladas, espesos bosques, y disfrutar de una amplia gama gastronómica
Con motivo de un viaje de estudio y vinculación con instituciones académicas en Portugal efectuado en semanas recientes, comparto con agrado con el público lector de El Ciudadano algunos datos interesantes de este poco publicitado país europeo que, a mi juicio, resulta relevante comentar.
El nombre de Portugal proviene del término latino “portus”, que significa puerto, y de “cale”, nombre de la primera tribu establecida en la costa norte del territorio, junto a la desembocadura del río Duero en el Océano Atlántico. Con el paso del tiempo, el nombre cambió a Portucale y, finalmente –desde el siglo xii–, a Portugal, como actualmente se le conoce a este bello país.
En la historia lusitana, se registra que Portugal fue fundado como reino en el año 1139 por la autoproclamación de Alfonso Enriques como rey, lo que dio inicio a la dinastía de Borgoña, que contaba con el respaldo de la nobleza de la zona de Guimaraes, del arzobispo de Braga, Paio Mendes, y del Papa Alejandro III.
Es importante señalar que en muchas zonas de esta nación existe una notoria influencia inglesa, producto de una estrecha relación que nació en el siglo xiv, cuando Portugal y Gran Bretaña firmaron, en 1386, el Tratado de Windsor, que establecía una alianza defensiva entre ambas naciones y que las ha llevado a librar conflictos bélicos y desarrollar abundantes actividades comerciales. Esto ha provocado que una gran parte de la ciudadanía portuguesa viva en Gran Bretaña y que Inglaterra se haya constituido como la principal nación comerciante con Portugal, lo cual le ha generado grandes beneficios económicos.
La primera parada es Lisboa, la ciudad capital donde se concentra el 5% de la población del país, que es de 10 millones 300 mil habitantes. De este total, medio millón vive en Lisboa, la ciudad más rica y próspera de la nación. La extensión territorial de Portugal es de 2 millones 900 mil kilómetros cuadrados.
Al arribar a Lisboa, puede percibirse un ambiente limpio, tranquilo y respetuoso que contrasta con la intensa dinámica que cualquier turista puede vivir en otras ciudades europeas como Madrid, París, Roma o Frankfurt. Portugal se ha consolidado, a lo largo del siglo xxi, como un “apetitoso” y agradable destino turístico que le ha permitido obtener de esa industria el 15% del PIB nacional y que genera 10% del total de empleos de la población económicamente activa.
Visitar la ciudad de Lisboa permite conocer ruinas de tiempos prerrománicos, iglesias medievales, castillos por doquier, poblaciones amuralladas, espesos bosques, y disfrutar de una amplia gama gastronómica. Estos atractivos han sido factores, seguramente, para que turistas de nacionalidad china y estadounidense encabecen la lista anual de visitantes de Portugal con cifras que superan asombrosamente a los propios turistas europeos.
Algo muy notorio en Portugal es que tanto gobierno como sociedad trabajan coordinadamente para preservar el medio ambiente. Entre otras cosas, se ha planteado que para el ya cercano 2030, el 30% de la energía doméstica provenga de fuentes limpias como las energías eólica y solar. Enormes molinos de viento y grandes extensiones de paneles solares desfilan ante la vista de quienes recorren las vías terrestres del país.
Portugal produce y exporta aceites de petróleo, cartón, papel, corcho, vehículos de turismo y diversos elementos que se integran a la industria automotriz, como velocímetros y tacómetros. Cualquiera pensaría que al ser un país de economía mediana, difícilmente podría abrirse espacio en el comercio internacional. Sin embargo, Portugal ha sabido organizar sus esfuerzos para alcanzar el éxito al vender a siete países de la Unión Europea y a Estados Unidos, y obtener poco más de 70 mil millones de dólares anuales de ingresos.
En materia de educación, Portugal tiene en la Universidad de Lisboa una gran fortaleza. Esta institución tiene una matrícula cercana a los 50 mil estudiantes; de esa cifra, 10 mil cursan la carrera de Derecho, que es la facultad más grande. Por cierto, el actual presidente de la República de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, trabajó cerca de cuarenta años en la Universidad de Lisboa e, incluso, fue rector de la misma. Utilizó exitosamente esa plataforma académica para luego alcanzar el poder político.
Un dato no menor del sistema educativo portugués es que la educación primaria es obligatoria, no así la educación preescolar y –asómbrese, estimado lector– tampoco la secundaria. El diseño educativo le plantea a la juventud tres opciones para continuar sus estudios cuando concluyen la secundaria: ir por el camino de las artes, aspirar a una carrera profesional técnica o empezar directamente en el mercado laboral. Al concluir cualquiera de los tres tramos de estudios, si así lo desean, pueden estudiar una carrera profesional.
Un apunte adicional en materia educativa y cultural es que en las calles de Lisboa se encuentra la enorme librería Bertrand Livreiros, cuyas puertas se abrieron al público en 1732. Hoy en día recibe millones de ávidos lectores, asiduos consumidores de diversas obras editoriales.
Hablando de vocación turística, en Portugal se ha desarrollado una docena de ciudades con grandes atractivos. Personalmente, pude visitar la mitad robándole un tiempo a la agenda de actividades. Dentro de la ciudad capital, un recorrido obligado es subir a la gigantesca estatua de Cristo, cuyo proyecto fue realizado por el mismo arquitecto que construyó el Cristo del Corcovado en Río de Janeiro. Desde luego que la obra de Lisboa no tiene las mismas dimensiones que la brasileña; sin embargo, su edificación es impresionante, lo que la convierte en uno de los símbolos arquitectónicos orgullo de la ciudad.
Sintra, ciudad considerada como patrimonio de la humanidad, significó otra serie de recorridos muy agradables con castillos y palacios históricos que asombran al público. Por otro lado, Évora, una ciudad amurallada, es un sitio que ha conservado su estilo medieval. Entre otros atractivos, existe una iglesia cuyos muros están construidos con huesos humanos de personas que fallecieron durante las epidemias del medievo. Nazaré –continuando con el relato turístico– es una de las ocho poblaciones en donde se practica el surf. Lo atractivo de esta ciudad es que las olas que revientan en la playa rebasan los diez metros de altura, por lo que constituyen todo un desafío para quienes aman esta actividad.
En la población de Les Almendres –muy cercana a los límites fronterizos con España– se encuentran ruinas arqueológicas y una curiosa formación pétrea que semeja, tal vez, un reloj de sol diseñado por los antiguos habitantes de esta región, en donde, por cierto, se ha desarrollado con intensidad la producción del árbol del corcho, producto que ha sido comercializado en la industria vitivinícola de países como Francia, Italia y el vecino España.
Cerrando la breve descripción de sitios de interés al visitar Portugal, no debe faltar el santuario católico de la Virgen de Fátima, construido en la comunidad del mismo nombre en 1917, a raíz de la aparición de la Virgen María a tres pastorcillos a quienes les pidió que construyeran una capilla. El sitio, hoy en día, tiene una capilla, dos basílicas, un museo y una estatua de la Virgen de Fátima, en un ambiente que propicia la reflexión y la meditación. Cabe señalar que en mayo y octubre llegan a este lugar millones de peregrinos de diversas partes del mundo, movidos por la fe y la devoción católica.
Para finalizar este compacto resumen, deseo referirme al género musical fado, clasificado como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad desde el 2011. Este género combina varios instrumentos musicales, entre ellos, la guitarra portuguesa, que es un instrumento de 12 cuerdas y mango estrecho que se asemeja –desde mi punto de vista– a una mandolina. Al ejecutarse con otros instrumentos como el contrabajo, el violín y el tamboril, y combinarlos con letras expresadas con entonación poética, surgen momentos de expresión y emoción que mueven a la reflexión.
Durante mi viaje, tuve la oportunidad de asistir a un concierto muy especial del fado, celebrado en las instalaciones del organismo del agua de Lisboa, un edificio antiguo adaptado para presentaciones artístico-culturales, donde disfruté un sábado por la tarde muy agradable escuchando un amplio repertorio de canciones de ese estilo. Indudablemente, esa ocasión fue un gran momento de contacto con la cultura de Portugal.
Como podemos percatarnos en lo expuesto en estas líneas, existen suficientes motivos para comprender por qué un buen número de ciudadanas y ciudadanos portugueses han comenzado a organizar grupos de defensa de sus comunidades ante lo que consideran un auténtico “avasallamiento turístico”.
Y es que, para quien visita, descubrir las bellezas de las diferentes ciudades portuguesas ha significado, en tiempos recientes, una experiencia sensacional. Cuando usted viaje a Europa y su primer destino sea Madrid, si dispone de tiempo, trate de incluir un recorrido que lo dirija a Lisboa; créame que no se va a arrepentir. Visitar esta nación de gran tradición milenaria le va a aportar elementos que no encontrará en otros destinos del continente europeo. Bien dice la frase popular que “los viajes ilustran”.
Agradezco su atención y nos leemos en la próxima edición.