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Movimiento Ciudadano: la izquierda laboral y democrática

Movimiento Ciudadano tiene claro que, más allá del 2024, su estrategia se articula en torno a un discurso de cambio sistémico a largo plazo

 

Rodrigo Cordera

Este texto tiene dedicatoria explícita para quien fue la senadora más productiva y eficaz, ahora diputada, Patricia Mercado. Sin ella, no podríamos haber logrado avances sobre los derechos laborales ni volver a poner sobre la agenda nacional el balance entre la vida personal y el trabajo.

A mis colegas del partido, les quiero contar sobre la incidencia legislativa que he tenido desde el 2022. Empezaré con la iniciativa de #VacacionesDignasYa; después, la #LeySilla; finalmente, mi propuesta sobre transporte público las 24 horas del día. Quiero hacer hincapié en que todas estas propuestas nacen de la sociedad mexicana y se llevaron a cabo gracias al esfuerzo de muchas personas. Ha sido para mí un timbre de orgullo ayudar a encauzarlas y dirigirlas a buen puerto, además de acercar a Movimiento Ciudadano a la izquierda democrática laborista, que es donde creo debemos estar.

A principios de enero del 2022, publicamos en redes sociales los datos duros sobre los días de vacaciones que tenemos en México. Mientras algunas personas se volcaron a contarnos sus experiencias de cansancio y abuso, muchas otras comentaron que no habían descansado ni los seis días que se encontraban plasmados en la Ley Federal del Trabajo.

Nos escribieron personas que trabajan en bodegas, supermercados, restaurantes, camiones, además de muchas otras con trabajos diversos y representativos de la desigualdad que aqueja a nuestra República. Su situación laboral nos hizo reflexionar en torno a las tragedias que nos hermanan como sociedad, ya que la falta de vacaciones y de descanso atraviesa todas las clases sociales: por eso la propuesta tuvo tanto apoyo.

Sin embargo, no nos quedamos en las redes sociales: fuimos a las calles a conversar con las personas trabajadoras. Las respuestas fueron igual de preocupantes, pero también enriquecedoras. Personas que trabajan en call centers, tiendas de autoservicio, tiendas departamentales y prácticamente todo el sector formal apoyaron la iniciativa, no por un capricho, sino porque están conscientes de que su productividad aumenta cuando están en mejores condiciones. Gracias a todo este trabajo en las redes y en las calles, la senadora Mercado organizó un parlamento abierto junto con representantes sindicales, empresariales y de la sociedad civil.

La cultura del esfuerzo y las vacaciones dignas no son conceptos enemistados, al contrario, son temas que se complementan y le hablan directamente a muchas generaciones del país. El descanso no puede seguir viéndose como un capricho o un sinónimo de pereza. Se trata de tener tiempo libre para la recreación, los seres queridos, la cultura o la salud física y mental.

La propuesta #VacacionesDignasYa se inspira en los inicios de la socialdemocracia europea y escandinava que buscaba reactivar su economía al otorgar días de descanso a sus trabajadoras y trabajadores. Actualmente, no nos encontramos en una situación tan lejana como la de aquellos años del siglo xx, cuando Keynes y los arquitectos del estado de bienestar lograron un equilibrio entre las fuerzas del mercado, el capital y el Estado. Para mucha gente en Movimiento Ciudadano, el estado de bienestar es de las creaciones humanas que vale la pena traer de vuelta al siglo xxi.

Claro que #VacacionesDignasYa no resuelve todo, pero es un primer paso en la dirección correcta. Esta iniciativa ayudó a generar discusión sobre el mundo laboral que queremos en el futuro. Un mundo en donde el crecimiento económico no se base en pisotear derechos. Un mundo en donde las infancias mexicanas conozcan sus playas, desiertos y bosques. Un mundo en donde el balance entre el Estado y el mercado construya oportunidades laborales dignas para todas las personas trabajadoras.

Sobre la Ley Silla

A continuación, les voy a contar cómo surge esta iniciativa que parece de sentido común, pero resulta de gran importancia. Como cada semana, fui al súper con mi esposa. Debido a que soy un chismoso social, ya tenía la idea de que existía este tipo de prohibición absurda. Pasé a preguntarle al joven que despacha en el área de quesos y jamones si podía tomar asiento durante su jornada laboral. Su respuesta fue un “no” seguido de carcajadas –hay veces que al dolor y al cansancio hay que darle la vuelta con comedia y cinismo– y me dijo que él solo cortaba el queso y el jamón, “pero que las personas de arriba se repartían el queso y solo dejaban migajas para las demás”. Me despedí de él contándole sobre mi iniciativa #Ley Silla. Él me deseó que prosperara.

Cuando finalizamos las compras, le pregunté lo mismo a la cajera. Su respuesta fue igual, pero además me contó que el trayecto de su casa al trabajo era de hora y media, y hora y media de regreso, por lo que permanecía de pie once horas al día. Cuando terminamos de pagar, mi esposa me dijo que me esperara, ya que se le había olvidado algo. Tomé asiento en un banquito, acción que quienes trabajan en el supermercado no pueden hacer. Frente a mí estaba la señora que ayuda a empacar los productos. Traía una falda que le llegaba hasta las rodillas, por lo que tenía descubiertas las pantorrillas. Me impresionó lo que vi en su cuerpo: en vez de pantorrillas, parecían un mapa de los ríos del mundo. Sus venas con colores negro, morado y verde parecían explotar y gritaban el cansancio de su cuerpo; denotaban años de explotación, pero también el esfuerzo y coraje de una adulta mayor que no se iba a rendir ante un sistema económico de mierda. Sus venas eran de dolor, pero su postura era de coraje y valentía. Por ella y por todas las personas que trabajan obligadas a permanecer de pie es esta iniciativa.

Otra anécdota que nutrió esta iniciativa ocurrió cuando fui a un centro comercial en donde prácticamente toda la gente que trabaja ahí tiene prohibido tomar asiento: desde quienes venden en los mostradores de perfume o en las tiendas de ropa hasta guardias de seguridad y hostess de restaurantes. Le pregunté a una joven de una tienda de ropa que se encontraba totalmente vacía si se podía sentar en ese momento que no había clientes, pero me dijo que no y me contó algo que me conmovió de sobremanera: sus compañeras y compañeros suelen fingir padecimientos estomacales para ir al baño y tomar asiento durante diez o quince minutos. Creo que con estos ejemplos queda claro cómo algo tan sencillo como una silla nos puede cambiar la vida. Algo básico, pero importante.

En Argentina y Chile, los movimientos laboristas de principios del siglo pasado lucharon por este derecho y lograron su Ley Silla. No obstante, algunas personas alegan que, por estética, las compañeras en mostradores, las hostess o los vendedores en tiendas departamentales deben permanecer de pie porque atraen más a la clientela. Sin embargo, resulta inaceptable poner en primer plano la estética y las ganancias antes que la salud; ni por estética ni por cualquier argumento nuestras compañeras y compañeros deberían sufrir reumas y dolores en la espalda. Es inaceptable que exista la prohibición de tomar asiento como si fuéramos menores de edad.

Tengo la esperanza de que podamos encontrar un piso en común en donde trabajadoras, trabajadores, empresas y buena política construyamos los cimientos de una nueva nación en donde nadie pase por encima del otro. La Ley Silla aguarda la aprobación de la Cámara de Senadores. No podemos dejar de insistir en su inminente aprobación.

Ciudad nocturna

Asociamos al día con trabajo y a la noche con recreación o descanso, por lo que no se han generado políticas públicas para la noche. Hemos dejado a su suerte a todas las personas trabajadoras del sector salud; a las y los jóvenes que encuentran su ingreso en los bares y clubes de la ciudad y a sus usuarias y usuarios; a todas las personas trabajadoras del sector turístico que tienen horarios complicados y cuando acaban sus jornadas laborales se ven obligadas a pagar un transporte privado que resulta muy caro cuando los salarios siguen siendo muy bajos; a las mujeres trabajadoras que a altas horas de la noche también tienen que pagar un transporte privado en el que se sienten inseguras, son acosadas y, en el peor de los casos, ultrajadas y asesinadas.

Hemos dejado a su suerte a las mujeres que deciden salir de fiesta y que, debido a nuestra cultura retrógrada y misógina, tienen que soportar acosos, abusos y maltratos en los bares y antros sin que existan protocolos de atención para ir desterrando el acoso de la vida nocturna. Hemos dejado a su suerte a empresarias y empresarios de bares y antros que, en secreto, nos cuentan que tienen la obligación de pagar a las bandas del crimen organizado para trabajar. Hemos abandonado tanto a la noche, que la ocupó el crimen organizado generando una especie de estado fáctico.

Río de Janeiro, Buenos Aires, Barcelona, Londres, Madrid y París tienen políticas públicas para que la población pueda disfrutar de sus plazas y parques. A pesar de que la población bebe alcohol y utiliza sustancias para su recreación, lo hace bajo la garantía de que el Estado marca los límites, pero para eso ¡DEBE DE HABER ESTADO!

Por eso queremos recuperar la noche. Para que todas y todos podamos hacer valer el derecho a la ciudad que está plasmado en nuestra Constitución. Este derecho debería darnos la posibilidad de transitar por la ciudad las 24 horas del día, divertirnos sin acoso ni violencia y generar una economía de 24 horas, en la que el beneficio sea para trabajadoras y trabajadores, empresas y Estado. Tenemos que recuperar la noche para recuperar la paz.