Nuestro país tiene la responsabilidad de ser no sólo un cruce, sino un lugar de acogida digno.
La migración es una Realidad que debe gestionarse con justicia, unión y empatía en ambos lados de la frontera.
La migración es uno de los temas más antiguos y complejos en la historia de la civilización. En lo que toca a nuestro país, su situación geográfica lo convierte en un puente entre el sur y el norte del continente. El fenómeno migratorio representa un desafío logístico y también una prueba de nuestra capacidad para garantizar los derechos humanos de quienes se han visto obligados a abandonar sus hogares.
La región sur-sureste de México (Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán) es testigo del flujo migratorio. Desde la época prehispánica, esta zona ha sido un punto de intercambio comercial y cultural. Con la llegada de los colonizadores españoles, por ejemplo, el puerto de Veracruz se convirtió en la puerta de entrada al continente, un rol que aún mantiene, aunque con nuevos matices.
Hoy, esas entidades son parte fundamental de las rutas migratorias que atraviesan nuestro país. Miles de personas que provienen principalmente de Centroamérica cruzan por estos estados en su camino hacia el sueño americano. Los trayectos, lamentablemente, están plagados de peligros y riesgos, desde accidentes en “La Bestia”, el tristemente famoso tren de carga utilizado por los migrantes, hasta extorsiones y violencia por parte de la delincuencia organizada y, en algunos casos, de autoridades corruptas.
México ha pasado de ser un país principalmente emisor de migrantes a uno que también es receptor y de tránsito. Ahora, la nueva llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos nos obligó a poner de nuevo a las personas migrantes en el foco de todo. Pese a que el gobierno mexicano ha implementado acciones para recibir a los miles de connacionales que están siendo deportados debido a la nueva política de cero tolerancia trumpista, es evidente que falta mucho por hacer. Salta a la vista que esta administración aprendió muy poco sobre las lecciones que nos ha dejado la historia reciente en materia de migración.
Es crucial recordar que quienes migran no son cifras y problemas; son seres humanos, personas con historias, sueños y derechos. En este sentido, nuestro país tiene la responsabilidad de ser no sólo un cruce, sino también un lugar de acogida digno.
México tiene la oportunidad de ser líder y pregonar con el ejemplo en la protección de los derechos humanos de las personas migrantes. Esto requiere un enfoque integral que incluya:
- Fortalecimiento del marco legal: asegurar que las leyes existentes, como la Ley de Migración, se implementen de manera efectiva y se adapten a las nuevas realidades.
- Coordinación interinstitucional: fomentar la colaboración entre los tres niveles de gobierno, así como con organismos internacionales y con la sociedad civil.
- Protección y asistencia humanitaria: proveer albergues seguros y atención médica y psicológica, así como garantizar el acceso a procesos legales justos.
Sumado a lo anterior, también se deben buscar soluciones eficaces al interior de nuestro país para combatir la desigualdad, el desempleo, la pobreza, la inseguridad, la falta de oportunidades, entre muchas otras problemáticas que desafortunadamente se han enraizado y que son causas fundamentales de la migración de miles de mexicanas y mexicanos al vecino país del norte.
La migración es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales. La realidad de muchas personas migrantes en México dista mucho del ideal de respeto a los derechos humanos y del cuidado de su integridad. Las condiciones de vulnerabilidad que enfrentan quienes se han visto obligados a dejar su tierra natal suelen estar exacerbadas por prejuicios, xenofobia y una insuficiente voluntad política para implementar medidas de protección efectivas.
La migración no es un “asunto por resolver”, es una realidad que debe gestionarse con justicia, unión y empatía en ambos lados de la frontera. Este problema no es sólo de México, es de América, como lo cantaron Los Tigres del Norte:
Porque América es todo el continente
Y el que nace aquí, es Americano (de América)
El color podrá ser diferente (yo soy)
Más como hijos de Dios (de América)
Somos hermanos (yo soy).