Corría el año de 1973 y se aproximaban las elecciones intermedias a la mitad del periodo presidencial de Luis Echeverría Álvarez. Don Jesús Reyes Heroles tenía poco más de un año al frente del PRI y preparaba la lista de precandidatos para integrar la segunda Cámara de Diputados del sexenio.
Legislatura clave e importante porque, como siempre ha ocurrido, suele ser termómetro y escenario de la sorda lucha política y los jaloneos subterráneos en pos de la sucesión presidencial. Ese mediodía de febrero se hallaba don Jesús en su despacho, cuando su secretario particular le informó que por la red privada del gobierno federal (a la que estaba conectado, como lo está hoy, el presidente de ese partido), tenía la llamada de un poderoso secretario de Estado, Don Jesús tomó el teléfono.
Un amigo mío, testigo personal de la escena, transmitió textualmente al autor de estas líneas lo que dijo Reyes Heroles a su interlocutor en aquella conversación: -Dígame, ¿para qué soy bueno? -¡Ah! Me quiere usted recomendar a esos muchachos para que sean diputados federales… -Oiga señor secretario, en vez de andarme recomendando por teléfono a sus amigos para que sean diputados federales, ¿por qué no se viene usted a dirigir el PRI? -¡Claro, hombre! Véngase al PRI. Si usted quiere yo mismo le digo hoy al Presidente de la República que lo nombre presidente del PRI, y yo me voy de aquí.
-¿Cambio? No, señor secretario. Usted se viene aquí a dirigir el PRI como se le antoje, usted mismo se prepara la cama para que sea el próximo Presidente y yo me voy al carajo. ¿Pero irme a su secretaría? No me subestime. No soy pendejo. Dicho lo cual colgó violentamente el teléfono.
Todavía remató muy irritado, a su estilo: -¡Cabrón! Enseguida, dirigiéndose a su visitante de aquel mediodía, le confió: -Te voy a decir una cosa, y te lo grabas muy bien. La segunda cámara del sexenio siempre será la más delicada. La que más hay que cuidar.
Si se permite que los secretarios de Estado metan las manos, se jode todo porque después nadie para el futurismo. Después de una breve pausa, don Jesús agregó: -Mejor dicho: el gabinete se le va de las manos al Presidente y única y exclusivamente el partido, puede ponerle un freno y jalarle la rienda a los secretarios de Estado. -Ah!, pero eso sí: hay que rifársela.