La fecha es importante, porque el relato corresponde a un hecho ocurrido el 23 de junio de 1976, apenas dos semanas antes del 8 de julio siguiente, día en que se perpetró el golpe de Luis Echeverría Álvarez contra Julio Scherer García, director general de Excélsior.
Confieso además, que me fusilo el título que don Martín Luis Guzmán puso a su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente de la Española (“Apunte para una personalidad”), la noche del 19 de febrero de 1954.
Le viene como anillo al dedo a mi admirado y respetado don Julio. A mi regreso de una misión de trabajo en Costa Rica, donde permanecí cerca de una semana enviado por Excélsior, ese 23 de junio me presenté a mediodía en lo que fue mi Redacción de origen, la vespertina Segunda Edición de Últimas Noticias, en el cuarto piso de Reforma 18. Me recibieron, preocupados a todas luces, tres buenos reporteros compañeros míos: Carlos Ferreyra, Abelardo Martín y Federico Gómez Pombo.
El primero de ellos fue al grano y me dijo más o menos lo siguiente: “Luis, te informamos que la situación está del carajo en la cooperativa. Se avecina un enfrentamiento entre don Julio Scherer y el director de La Extra (la edición vespertina de Últimas Noticias), Regino Díaz Redondo.
Los reporteros que menciono, yo incluido, habíamos ingresado a la casa Excélsior por la vía de la edición vespertina. Tuve la suerte de que al poco tiempo de mi llegada, me pasaran a la plantilla de reporteros del gran diario, sin dejar de colaborar en Últimas Noticias.
A diferencia de mis compañeros, estaba yo en ambas redacciones. Pero ellos y yo, y muchos más, habíamos logrado llegar a Excélsior con la ilusión de hacer realidad un sueño: convertirnos en reporteros de planta de lo que entonces se consideraba “la catedral del periodismo mexicano”.
“Pues voy con Regino ahora mismo a plantearle nuestra preocupación, que es legítima”-, les dije. Y así lo hice.
Entré al cubículo del director de La Extra y sin más rodeos le dije: “Regino, mis compañeros están muy preocupados porque perciben que entre usted y don Julio Scherer se está gestando un enfrentamiento que puede ser muy peligroso para la vida de la Cooperativa Excélsior”.
Regino me respondió con cortesía: “Gracias por informarme”, y salió inmediatamente hacia el tercer piso, donde estaba la oficina de Julio Scherer. A los cinco minutos, expectantes mis compañeros y yo, me mandaron llamar de la oficina de don Julio.
Cuando entré, me sorprendió ver a Scherer y a Regino del brazo, sonrientes. Julio se dirigió inmediatamente a mí mientras le daba cariñosos golpecitos en el estómago a Regino: “Luigi, dígale a sus compañeros que Regino y yo somos hermanos; que juntos batallamos para salvar a la Cooperativa cuando nos boicoteó la iniciativa privada; que juntos volanteamos en las calles por nuestra causa”.
Regino esbozó una sonrisa de enorme satisfacción, hecho lo cual Julio Scherer me dibujó un gancho al hígado (era muy aficionado al boxeo), al tiempo que me dijo: “Ándele, Luigi, vuelva con sus amigos”.
Subí a la Redacción de Últimas Noticias y les informé de lo ocurrido a mis compañeros reporteros. Recuerdo que Carlos Ferreyra, gran periodista que en todo estaba, nos dijo: “Pues hay que irnos definiendo por si esto acaba en encontronazo: con Julio o con Regino”. Todos respondimos que debíamos estar con Julio Scherer.
Concluyó Ferreyra con un comentario: “Pues habrá que decírselo a Carlitos Marín; él opina que debemos nuestro apoyo a Regino, que es nuestro director de origen”.
Uno o dos días después fuimos todos en bola a ver a Carlitos Marín, en su departamento de la Unidad Tlatelolco. También pertenecía a la plantilla de La Extra y recuerdo que nos escuchó mientras alimentaba cuidadosamente a unos pececillos tropicales.
Supongo que se logró que Marín corrigiera, porque años después Scherer lo haría nada menos que director al alimón del semanario Proceso.
En cuanto al resto de este breve apunte para la personalidad de Julio Scherer, diré que el 8 de julio de 1976 lo vi salir pálido de su oficina de director general de Excélsior, mientras un grupo numeroso de trabajadores del área de talleres lo abucheaba con gritos de “¡Fuera, fuera, fuera!” Detrás del director aparecieron Gastón García Cantú, Abel Quezada, articulistas, cartonistas… Julio solamente dijo “¡vámonos!”, a los reporteros que habíamos hecho una cadena para proteger su despacho. Y lo seguimos a la calle… Gran periodista, gran escritor… y ser humano.