Entrevista con el Dr. Lorenzo Meyer
Con grabadora, cámara fotográfica y block de notas en mano, entramos a la casa del Doctor Lorenzo Meyer y cruzamos un pasillo con estantes repletos de libros. Entre ellos, subido en una pequeña escalera, su asistente busca el libro Las crisis de México del célebre economista e historiador mexicano Daniel Cosío Villegas, texto que el investigador utilizará para escribir su columna semanal en el diario Reforma. Tomamos asiento, aceptamos el café que nos ofrece y empezamos a conversar.
Entramos al tema de la Reforma Energética por la puerta de los motivos que, desde el poder, la alientan. “El más obvio –comienza Lorenzo Meyer– es que la economía va mal en su crecimiento promedio desde hace un buen tiempo. Yo creo que ellos suponen que una inversión masiva de parte de las empresas privadas le inyectaría a la economía un capital importante”.
“En segundo lugar, hay una parte ideológica: la insistencia en que el mercado es el mejor mecanismo para asignar los recursos en cada una de las áreas de la economía. Hay otras razones que no pongo como seguras, simplemente como hipótesis: cada vez que se aumenta el área de lo privado a costa de lo que fuera en un tiempo del Estado, hay alguien que se beneficia. Los contratos benefician a alguien, en primer lugar, porque le pueden dar recursos económicos por ser intermediario, y en segundo lugar, porque se crea un grupo de poder que lo apoya”.
Meyer también hace hincapié en que para la facción en el poder es un buen momento para intentar la reforma, pues el PRI y PAN, “primos hermanos en la derecha”, junto con otros partidos como el PVEM y el PANAL, tienen mayoría en el Congreso.
Cuando mencionamos el uso que el Gobierno Federal está haciendo de la figura de Lázaro Cárdenas como eje central de su estrategia de comunicación, el doctor Meyer ríe. Le preguntamos si de verdad hay alguna similitud en los momentos históricos que justifique este uso, y aún entre risas, exclama: “¡Claro que no!”. Según el académico, esta retórica oficial “cardenista” obedece a una búsqueda de legitimidad: “el gobierno pudo haber recurrido a Miguel Alemán, porque él hizo en chiquito lo que Peña Nieto quiere hacer en grande, pero, francamente, Alemán como héroe de la historia mexicana del siglo XX funciona muy mal”.
“En la expropiación petrolera lo que estaba en juego era la vida o muerte, no solamente de Pemex, sino de una política nacionalista. En la parte del artículo 27 que dice que se puede echar mano de las empresas privadas, también dice que tienen que ser empresas mexicanas. Alemán abre, usando como Peña Nieto ‘las mismas palabras del General Cárdenas’, la puerta a las empresas extranjeras. Después, en 1968, Lázaro Cárdenas le manda una carta a Jesús Reyes Heroles, diciendo que está completamente de acuerdo con el cambio que se ha hecho en donde se cierra definitivamente la presencia de empresas extranjeras en ese campo, y lo felicita por haber acabado con los contratos que les habían abierto la puerta. Así que más claro, ni el agua: el General Cárdenas no tiene nada que ver con el espíritu que está hoy detrás del proyecto de Peña Nieto”.
Lorenzo Meyer acepta que la Reforma que presentó el gobierno no trata de vender Pemex: “¡Para qué, ni quien lo quiera comprar!”, bromea. Según el investigador, la intención es que las empresas privadas extranjeras tengan acceso a los depósitos que todavía no se explotan para extraer el petróleo, pero sobre todo, que puedan procesarlo, transportarlo y comercializarlo, que es donde está el valor agregado.
Transformar la Constitución vs transformar la realidad
La Energética es parte de un grupo de reformas como la Laboral, la Educativa y la Financiera, en las que el gobierno de Enrique Peña Nieto ha apostado su capital político en su primer año de gobierno. Dichas reformas parecen avanzar sin mayor problema en las cámaras, no así en la calle. Al respecto, Lorenzo Meyer comenta: “Inmediatamente salió el ‘Pacto por México’, que es una especie de blitzkrieg político: avanza en el terreno a conquistar a una velocidad asombrosa, pero no lo afirma, nada más avanza. Hay reformas como la laboral donde se empeñó el discurso del gobierno en señalar que iba a haber una creación de empleo formidable; no la ha habido. El objetivo no es pasar las reformas, sino transformar la realidad, y la realidad se negó a ser transformada”.
“Lo que ha sucedido en México con el retorno del PRI”, explica el post doctorado en Ciencia Política, “es algo casi psicológico, digno de estudio para los psicólogos o psiquiatras: las ganas colectivas de dejar atrás las partes tristes del pasado inmediato. Después de haber fracasado, un partido autoritario como el PRI regresa por la vía de las urnas, en un caso que no se ve mucho: en Corea del Sur, en cierto sentido en Rusia, y aquí, en México, estos partidos vuelven cuando el estallido de esperanza se queda en cenizas. En el caso mexicano, el PAN no hizo nada, entonces hubo la idea de que volvieran los que sí saben, que en el pasado tuvieron problemas y son corruptos, pero sabían hacer las cosas; se imaginó también que ellos sí sabían controlar al crimen organizado porque ellos lo organizaron en principio; no parece ser el caso. La esperanza, si no aterriza, puede resultar contraproducente, porque la desilusión puede crear apatía, que le conviene a quien tenga el poder, o movilización en contra”.
El doctor Meyer habla sobre esa movilización en contra:
“Yo creo que se está produciendo algo interesante: Cuauhtémoc Cárdenas parecía ser algo ya del pasado, que su ciclo se había cumplido, pero ahora vuelve. Es decir, la izquierda, que parecía hasta hace muy poco destinada a jugar un papel marginal, y en el peor de los casos, a ser el vagón de cola del Pacto por México, ahora pareciera estar recuperando fuerzas, y vamos a ver si es capaz de movilizar”.
Quién consigue qué, cómo y cuándo
Lorenzo Meyer define la política desde la óptica de alguien que no se hace muchas ilusiones; para él, política significa quién consigue qué, cómo y cuándo; el que menos ha conseguido, ha sido el pueblo. Tras hacer un balance histórico, dice con claridad: “Al pueblo las privatizaciones le han servido de muy poco. Todas han significado que alguien ha conseguido mucho en muy poco tiempo. Las privatizaciones han ayudado a consolidar la oligarquía actual que domina en México”.
Los ejemplos que proporciona Meyer son contundentes: primero, la privatización de las tierras que eran de las comunidades o de la nación al consolidarse el México independiente, que originó los enormes latifundios que dominaron el porfiriato; después, la ola de privatizaciones durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, que dejaron para la familia Slim, la fortuna más grande del mundo, y para el resto de los mexicanos uno de los servicios telefónicos más caros del planeta, así como un sistema bancario con servicios altos y malos, además de inoperante como fuente de crédito para desarrollar la economía.
En lo que se refiere al petróleo, Lorenzo Meyer recuerda que durante el segundo decenio del siglo XX, con la presencia de las grandes compañías extranjeras, México era el segundo productor y gran exportador de crudo, “la Arabia Saudita” de la época. “Pero a México, ¿qué le quedó? –se pregunta- El sueldo de los trabajadores, poquísimos impuestos y ya. La primera privatización del petróleo sirvió para hacer fortunas que tenían su sede en Estados Unidos, en Holanda, en Inglaterra”.
La solución posible
Si la privatización ha probado no ser la fórmula adecuada para la mayoría, y aceptamos que algo debe hacerse con Pemex, la pregunta es qué. Lorenzo Meyer responde:
“Lo que cualquiera con sentido común ve, es que una vez que Pemex hace las ventas, la Secretaría de Hacienda (que es la que maneja Pemex) le quita la parte sustantiva. Entonces, la posible solución es dejarle más a Pemex, despetrolizar el fisco mexicano. Para sustituir ese recurso, la respuesta fácil para el gobierno es cobrar más IVA, ponerlo en alimentos y medicinas, y listo, pero el IVA es una medida regresiva porque se le cobra igual a todos. Lo que hay que hacer es cobrar impuestos a las grandes concentraciones económicas. Hay que transformar la estructura fiscal de México, no pagarla con un recurso natural no renovable”.
Al llegar a este punto de su reflexión, Lorenzo Meyer lanza una pregunta: “¿Es realmente necesario sacar los tres millones y tantos de barriles diarios que está diciendo el gobierno? ¿O esa exportación de petróleo crudo es una venta del futuro en el presente para no hacer los cambios en el fisco que requieren de inteligencia, de voluntad y fuerza política? La alternativa de los políticos, que son parte de las clases privilegiadas, es mantener el estatus quo sacando más petróleo; la alternativa de estadistas (que por cierto no hay), sería la otra: modificar la estructura fiscal, echarse un problema presente en función del futuro, no hipotecar el futuro en aras del presente. Lázaro Cárdenas fue posiblemente el último gran estadista. Tuvo la capacidad de echarse encima problemas en función del futuro, de un proyecto nacional. Hoy solo vemos la administración del presente”.
Le preguntamos a Lorenzo Meyer si cree que la propuesta cardenista (la del hijo del General Cárdenas), sería una opción viable para Pemex. Responde que sí, pero que la propuesta necesita respaldo político para no quedarse en las nubes como tantos otros buenos proyectos. “Vale la pena dar la batalla, incluso nada más testimonial, para decir que no nos chupamos el dedo todos, que había un proyecto muy desafortunado de la derecha, muy oportunista, y la izquierda, por lo menos, los desnudó”.
El valor simbólico de Pemex
En este punto de la plática, salen a colación los ejemplos de Brasil y Noruega, que el Gobierno Federal cita para apoyar su propuesta. El investigador, formado en el Colegio de México, marca una diferencia fundamental: “Ni Noruega ni Brasil tuvieron que hacer una empresa estatal como parte de una política antiimperial, como es el caso mexicano. Irán lo intentó, y por eso, con el apoyo norteamericano, le dieron el golpe de Estado a Mosaddeq, político nacionalista iraní. Quizá si le hubieran dejado una industria petrolera con espíritu nacionalista, no estaría ahora Estados Unidos preocupado por la industria atómica de Irán. Pemex tiene un valor simbólico que no tienen Petrobras ni Statoil: el valor del nacionalismo”.
Desde la óptica de Lorenzo Meyer, México necesita muestras de éxito colectivo, y esas no están en los deportistas, ni en los artistas, que obtienen éxitos personales. Pemex, en cambio, es algo colectivo, no es el azar, no es el chispazo de genialidad de un artista. “Diego Rivera es Diego Rivera; sí, el entorno y su genialidad lo hacen ser un gran artista, pero él no es la identidad del país. Pemex sí sería el esfuerzo colectivo hecho materia, hecho oleoductos, hecho pozos, hecho petroquímica”.
Finaliza el encuentro de El Ciudadano con el doctor Lorenzo Meyer. Damos los últimos tragos a las tazas de café, y al despedirnos, con su ejemplar de La crisis de México en la mano, Meyer, como el incasable investigador que es, nos dice: “Bueno, ahora sí, ustedes y yo, pongámonos a escribir, que mañana hay que entregar columna”.