EL LEOPARDO JASPEADO

luis gutierrez

Luis Gutiérrez

Es abrumadora la retahíla de autoritarismo, abusos, corrupción, asociación criminal, enriquecimiento ilícito, simulación e impunidad prohijada por el sistema político que hizo de México un botín desde hace más de 85 años.

El Ciudadano ha reseñado cómo los brotes de inconformidad y hasta de rebelión, documentaron durante décadas el hartazgo de la sociedad ante este proceso perverso que ha producido más riqueza en unos cuantos y miseria en la mayoría; ello aunado a una secuela de crímenes que se cuentan por miles, muchos de los cuales continúan sin castigo.

Político, inteligente y visionario, el veracruzano don Jesús Reyes Heroles fue sensible a esta situación y en 1977 impulsó la primera reforma política, que abrió la posibilidad de una esperanzadora transición democrática en el país: pasamos del esquema de partido único a un incipiente y frágil pluripartidismo. En 1997, luego de sucesivos cambios a instituciones y leyes electorales, se logró al fin que hubiera mayoría opositora en la Cámara de Diputados y, tres años después, alternancia en la Presidencia de la República.

Pero la ineficiencia y la falta de oficio político de los dos presidentes “de la transición”, que tuvieron el poder entre 2000 y 2012, hicieron que el gozo se viniera al pozo de la frustración.

Eso sí, se abrió entonces un periodo de reformas rimbombantes que nos hacen recordar el síndrome del gatopardismo, alusivo a Il Gattopardo (1958, también traducida al español como El leopardo jaspeado), única novela del siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa. La obra tiene por escenario la lucha del rebelde José Garibaldi contra la burguesía y por la unificación de Italia. En un pasaje de la novela, el aristócrata don Fabrizio Corbera increpa a su sobrino Tancredi Falconeri, porque supo que el sobrino combate en las filas rebeldes. Falconeri tranquiliza al tío con una frase que se queda para la posteridad, y que se resume más o menos así: es necesario que todo cambie para que todo siga igual.

En México, con avances lentos y difíciles, todo parece seguir igual, excepto el esfuerzo ciudadano por convertirse en poderoso motor del cambio que no llega.

¿Por qué ha sido tan difícil que la ciudadanía acceda al poder? Porque tiene ante sí al leopardo jaspeado del sistema político mexicano, que simula que todo lo cambia para que en realidad todo siga igual. Creemos, en primer lugar, que para lograrlo es necesario tener el poder desde el cual la élite gobernante ha tratado de frenar el avance social. Ejemplos:

No obstante que las leyes electorales han sido objeto de numerosas y hasta saludables reformas, los cambios a los que han sido sometidas siguen bajo el control de la partidocracia, de la élite gobernante y de los poderes fácticos para que todo siga igual.

Allí donde el empuje de la ciudadanía se ha hecho notar, como en las elecciones de julio último, el poder ha actuado en dos vertientes: a) de palabra, para dar una aparente bienvenida al pluralismo; y b) de hecho, a fin de obstaculizar el ascenso ciudadano. Cual testaferros, algunos gobernadores se han apresurado a condicionar toda candidatura que no esté subordinada a los designios locales o del centro. Las cosas no han cambiado.

En 2007 se reformó el artículo 41 constitucional para que los partidos políticos ya no pudieran contratar directamente tiempos en radio y televisión, todo sería por medio del INE, al que se autorizó a repartir esos tiempos ¡según los resultados de la contienda electoral anterior! Obviamente, no hubo cambios de fondo y se benefició a la partidocracia.

Asimismo, nada se hizo para impedir el pago a trasmano de menciones y supuestas “entrevistas periodísticas”, particularmente en radio y televisión. Conspicuos comentaristas facturan hoy sus alusiones en los programas que conducen. Las viejas reglas siguieron intocables.

Está documentado (www.normatividaddecomunicacion.gob.mx) que en 2013, su primer año de funciones para el sexenio 2012-2018, el gobierno federal gastó en publicidad dos mil 849 millones de pesos; de esta cantidad, nueve millones 120 mil pesos fueron para la nómina de periodistas conductores de un popular programa de debate en la televisión que controla el sistema en México.

Sitiados, acosados mediáticamente, los ciudadanos acudieron exitosamente a las redes sociales, territorio libre de la Internet. Sin embargo, los sonados triunfos logrados en junio último en Jalisco y muchos otros lugares donde se le quebró el espinazo a la partidocracia, asustaron a la élite gobernante, que ya organiza su acometida ilegal en Facebook, Twitter y lo que se oponga a sus caprichos.

El primer blanco es Colima, cuya ciudadanía tendrá el próximo 17 de enero la oportunidad de cobrarle cuentas a quienes le usurparon su voluntad  en los comicios del 22 de octubre anterior.