Inequitativa e injusta, la reforma financiera sometida a dictamen en la Cámara de Diputados debe ser discutida y modificada, porque pone en peligro el patrimonio y los ahorros de millones de mexicanas y mexicanos.
La reforma tampoco se ocupa de desarrollar y fortalecer un sistema financiero que anteponga el interés del país por encima del interés particular de los bancos extranjeros. Es una propuesta que se perfila más como una miscelánea bancaria y no como una reforma financiera integral progresista a favor de México. Se destaca en este sentido la pobre intención de impulsar la oferta de créditos a las pequeñas y medianas empresas (PYMES).
Desde la perspectiva de El Ciudadano, las mexicanas, los mexicanos, las pequeñas y las medianas empresas, merecen protección e información clara y precisa acerca de los efectos que tendrá la reforma que está en puerta sobre su vida cotidiana, sobre su patrimonio, sobre sus ahorros y sobre sus posibilidades de crédito de segundo piso.
Durante casi 30 años, los gobiernos de México han sometido al país a un modelo económico cuyos resultados fallidos están hoy a la vista, aquí y en casi todo el mundo occidental: más desempleo, más pobreza y rezago social en todos los órdenes. Este escenario ha empeorado por políticas públicas ineficientes, corrupción e impunidad.
Empleo y productividad están en el eje del problema. Hace falta crédito para inversiones productivas, a fin de que el país crezca al seis por ciento anual y pueda generar por lo menos un millón de empleos para jóvenes mexicanos que se incorporan a la fuerza laboral. Pero ni el sector público ni los bancos asumen este desafío.
Según datos del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México, en el primer semestre de 2013 las 43 instituciones de la banca múltiple del sistema financiero mexicano tuvieron ganancias netas por 52 mil 119 millones de pesos; solamente siete bancos: Bancomer, Banamex, Santander, Banorte, HSBC, Scotiabank e Inbursa, concentraron 46 mil 868 millones de pesos, el 90 por ciento de esas ganancias. Según la misma fuente, esta concentración de ingresos supera los niveles de países desarrollados. Lo significativo, además, es que estas utilidades provienen de altísimas tarifas por venta de servicios y por la especulación, no por el otorgamiento de créditos para actividades productivas, sobre todo a pequeñas y medianas empresas. Salta a la vista la ventajosa situación de los bancos en México.
No obstante este sombrío escenario nacional, el Ejecutivo Federal ha enviado al Congreso de la Unión una miscelánea bancaria como panacea para remediar los gravísimos problemas sociales del país.
Según estudio del Fondo Monetario Internacional, citado en un artículo por el ex secretario de Hacienda Jesús Silva-Herzog Flores, México ocupa uno de los últimos lugares en el planeta por el volumen de crédito a la producción; le disputa esa lamentable posición a Burkina Fasso, Nigeria y Haití, tres de los países más pobres del mundo.
No podemos, no debemos seguir así.