Desde 1997 los jefes de Gobierno electos democráticamente han iniciado importantes transformaciones para la Ciudad de México, cada uno ha respondido a los momentos sociales e históricos en que les tocó gobernar.
A Cuauhtémoc Cárdenas, el primer jefe de Gobierno, le correspondió guiar al DF en su proceso de democratización en cuanto a la toma de decisiones, incorporó los instrumentos de participación ciudadana y saneó las finanzas mermadas por la corrupción. A López Obrador, por su parte, le correspondió recomponer el tejido social y contener el avance de la pobreza urbana. Una vez establecido un proyecto democrático y social, Marcelo Ebrard construyó una ciudad progresista y de libertades.
Sin embargo, Miguel Ángel Mancera no comprendió su función histórica en el devenir de la Ciudad, decidió aliarse al PRI y destruir las conquistas sociales de los habitantes de la capital del país.
En su primer año de gobierno, Mancera incrementó la tarifa de taxis, microbuses, camiones, Metrobús y otro golpe fundamental para la economía familiar fue el aumento al boleto del Metro.
Además de la represión y la criminalización de la protesta social, Miguel Ángel Mancera autorizó y toleró múltiples construcciones y megaproyectos, por lo que habitantes de colonias antes tranquilas optaron por movilizarse en defensa de su comunidad.
La descomposición también se presentó en las delegaciones. En la medida que las administraciones centrales avanzaban en la conformación de una ciudad progresista, en las delegaciones fueron refugiándose grupos de interés que se apropiaron de los programas sociales, de los cargos y los recursos públicos, para favorecerse políticamente.
Además, alrededor de estos grupos delegacionales se crearon figuras frívolas y corruptas que han brincado de un cargo a otro para heredarse los cargos públicos. Dichos grupos han desarrollado los peores vicios de la política mexicana, que van de la compra de voluntades hasta las amenazas contra opositores, la venta de plazas, así como gastos superfluos y malversaciones.
La elección de 2015 sirvió a la sociedad mexicana para expresar un fuerte repudio a la política tradicional. La ciudadanía salió a las urnas a votar a favor de proyectos independientes y en contra de quienes considera los causantes de los males que nos aquejan.
En ese contexto la ciudadanía del DF castigó duramente al PRD, haciéndolo perder en diez de las 16 delegaciones, pasando de gobernar 14 a mantener la administración en seis.
El hartazgo ciudadano se demostró en las ocho delegaciones donde durante 15 años había sido hegemónico el PRD (Coyoacán, Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Iztacalco, Magdalena Contreras, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco), de esas ocho delegaciones cuatro pasarán a ser gobernadas por Morena (Cuauhtémoc, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco) y, una más por el PRI (Magdalena Contreras).
Como nunca, el mapa de la Ciudad de México se ve completamente repartido, pues de las 16 delegaciones el PRD gobernará seis, Morena cinco, el PRI tres y el PAN dos.
Morena se expresa como la primera fuerza política de la Ciudad de México porque arrebata el voto al PRD y capitaliza la figura de López Obrador; por el contrario, la presencia del PRI y el PAN no significa necesariamente que hayan crecido; en cada delegación la ciudadanía votó por el partido que tenía la mayor capacidad de derrotar al PRD.
En las seis delegaciones donde ganó el PRD no fue de forma contundente. Observando la votación sólo por partido, en Coyoacán e Iztapalapa el PRD obtuvo menos de mil votos de diferencia con respecto a Morena, mientras que en Gustavo A. Madero no ganaron los amarillos, ya que fueron necesarios los votos del PT para que ganara su candidato y, aun así, apenas rebasaron con mil votos al nuevo partido.
En Iztacalco, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, el oficialista PRD se alza con victorias más contundentes, principalmente porque los partidos de oposición, PRI, PAN, Morena y Movimiento Ciudadano presentamos candidaturas fuertes que dividieron el voto de castigo.
El PRD pierde porque la ciudadanía lo castiga. Morena gana porque 700 mil ciudadanos lo eligieron. No obstante, también es justo decir que la votación de Morena sugiere una disputa de electores que originalmente votaban por el PRD. Prueba de ello es que Morena tiene una votación débil donde el PRD la ha tenido históricamente, Benito Juárez, Cuajimalpa, Miguel Hidalgo y Milpa Alta.
Por otro lado, Movimiento Ciudadano apostó por candidaturas ciudadanas, personalidades cuyas trayectorias de vida les acredita. Por primera vez en la Ciudad de México fuimos a un proceso electoral sin participar en coaliciones.
Si el crecimiento nacional de Movimiento Ciudadano fue plausible, también es encomiable el esfuerzo de candidatas y candidatos a diputados locales y jefaturas delegacionales pues participaron en una campaña desigual, marcada por la violencia promovida desde la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal y por el dispendio de recursos y la compra de voto.
En cinco delegaciones, Iztacalco, Tláhuac, Venustiano Carranza, Xochimilco y Milpa Alta, Movimiento Ciudadano obtuvo porcentajes por encima del 6.1% de la votación nacional; destacándose Milpa Alta donde el candidato a delegado, Octavio Rivero, recibió el 25% de la votación total emitida. En estas mismas delegaciones, así como en Benito Juárez y Gustavo A. Madero, se localizan los diez distritos locales donde la votación también superó el 6.1%.
Movimiento Ciudadano tuvo una participación política relevante porque en varias delegaciones nuestras candidatas y candidatos fueron actores fundamentales, salieron a recorrer las calles para vincularse con la sociedad civil con el mínimo de recursos, con estrategias muy diversas y muchos de ellos con poca experiencia electoral.
Durante el proceso electoral, recargamos nuestras esperanzas sólo en el trabajo de las candidatas y los candidatos, nos hizo falta mayor organización política para respaldarlos.
Movimiento Ciudadano fue la única fuerza política que señaló y se distanció de las decisiones impopulares del GDF, sin embargo, siendo autocríticos, no tuvimos la capacidad organizativa para que la ciudadanía nos viera como aliados fundamentales de sus causas.
Los próximos tres años son el momento de darle organización a nuestro Movimiento, empoderar a la ciudadanía y llevar nuestro mensaje a las calles de la Ciudad de México. Si tenemos empatía con las causas de los vecinos, estamos obligados a ser el puente que las lleve hacia donde se toman las decisiones, y tenemos que ser también el Movimiento que defienda a la Ciudad de las arbitrariedades del GDF y del gobierno federal.
Los resultados electorales son un mandato para Movimiento Ciudadano. Debemos construir el andamiaje para restituir el proyecto democrático, social y progresista de la Ciudad o estaremos condenados a ser testigos, incapaces de encabezar su recuperación.