Cada inicio de año, mientras el frío arrecia en la mitad del mundo y la mayoría de la gente encontramos especialmente difícil levantarnos a trabajar, el país que ha hecho suyo el monopolio del entretenimiento global, Estados Unidos, entra en la llamada “temporada de premios”.
Empezando con los People’s Choice Awards y terminando con los Premios de la Academia, donde el dorado Oscar es el protagonista, Hollywood homenajea a lo mejor del cine que produjo el año anterior, concediéndole un pequeñísimo espacio a la producción de otros países, y haciendo que el público del mundo entero se pegue a las pantallas de televisión, tanto para saber quién gana, como para admirar el desfile de modas de las súper estrellas de la industria del entretenimiento más potente e influyente del planeta.
Dejando de lado la interesante y pertinente discusión del colonialismo cultural que ejerce Hollywood, y las implicaciones nocivas que esto tiene sobre las industrias cinematográficas locales, no se puede negar que para los artistas no estadounidenses, llámese actores, directores, cinematógrafos, etcétera, llegar a trabajar en “la meca del cine” es visto como entrar en las ligas mayores, como ir de la liga de fútbol local al Real Madrid o al Barcelona.
México ha tenido varios exponentes que han dado el salto, y en lo que a premios se refiere, un buen número de connacionales ha sido nominado al máximo premio de Hollywood en diversas categorías: película extranjera, director, actor y actriz (tanto principal como de reparto), dirección de arte, fotografía, documental, edición, cortometraje, mezcla de sonido, y guión (original y adaptado).
A pesar de las más de 40 nominaciones al Oscar, el grupo de ganadores mexicanos es selecto: el actor méxico-estadounidense Anthony Quinn lo ganó dos veces como mejor actor de reparto, por las películas Viva Zapata! y Lust for Life; la alemana naturalizada mexicana Brigitte Broch lo obtuvo por la dirección de arte de Moulin Rougue, misma categoría que les valió la estatuilla a Eugenio Caballero y Pilar Revuelta por El laberinto del fauno; por la misma película, pero en la categoría de mejor fotografía, lo ganó Guillermo Navarro.
Este año, dos mexicanos, ambos con experiencia previa en estas lides, están nominados al Oscar: Alfonso Cuarón, con tres nominaciones previas, compite por dos estatuillas, una por edición y la otra por dirección, ambas por su película Gravity, que además encabeza junto a American Hustler la lista de nominaciones con diez, incluyendo mejor película. Por su parte, Emmanuel “el chivo” Lubezki aspira por sexta vez al Oscar por fotografía, también por Gravity.
Con el recuerdo aún fresco de la nominación a mejor actor de Demián Bichir el año pasado, es posible afirmar que las aspiraciones de los dos cineastas mexicanos este año son, a diferencia de aquella, más sólidas. Tanto Cuarón como Lubezki son artistas que se encuentran totalmente integrados a la industria cinematográfica norteamericana, y en especial el fotógrafo mexicano es un asiduo asistente a esta entrega de premios. Además, la reciente victoria de Cuarón como mejor director en los Globos de Oro, denominados “la antesala del Oscar”, lo convierte en el automático favorito para llevarse el premio de la Academia (el año pasado, Ang Lee logró ambos premios por Life of Pi).
Por si fuera poco, las tres nominaciones que corresponden a estos dos mexicanos están soportadas por una película que, aunque no favorita (American Hustler y 12 years a slave, ganadoras del Globo de Oro a mejor película musical/comedia y drama, respectivamente, encabezan las predicciones), sí es una seria aspirante al Oscar. Independientemente de la discusión que Gravity levantó por ser “un churro”, “una gringada inverosímil”, debido a lo flojo de su argumento -la Academia no la nominó en la categoría de guión-, el logro técnico para filmar esta aventura espacial es mayúsculo, y lleva a pensar que, muy probablemente, el club de los mexicanos ganadores del premio Oscar tendrá, al menos, un nuevo miembro.
De cualquier manera, para saberlo, habrá que esperar a la noche del domingo 2 de marzo, a sabiendas de que en esta temporada, como abundan premios, abundan predicciones.