La Constitución Política mexicana no deja lugar a dudas. En su artículo 39, señala que: “La soberanía reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo momento el inalienable derecho de alterar o modificar su forma de gobierno”. Lo anterior establece que el poder de la toma de decisiones radica fundamentalmente en los ciudadanos, por ello, la participación ciudadana es y siempre será la esencia misma de la vida democrática.
Desafortunadamente, la configuración política de nuestro gobierno no permite que las voces de los ciudadanos incidan en la vida pública; la toma de decisiones del gobierno es ajena al clamor ciudadano y termina perpetuándose como un privilegio exclusivo de los representantes populares, de cuyas principales cualidades se destaca el autismo gubernamental, que se observa constantemente en acciones que no privilegian los intereses y necesidades de la sociedad.
Los ciudadanos reclaman la construcción de espacios de participación ciudadana donde el debate, la deliberación y la toma de decisiones de la vida pública estén a su alcance, para que ellos puedan modificar la dinámica política y le den vida a su soberanía.
Para que los ciudadanos puedan tener una posibilidad real de participar en lo público, en esferas amplias o pequeñas e inmediatas, se necesita de un andamiaje legal que le dé sustento y viabilidad. Se necesita poner en el centro de la vida pública al ciudadano.
En Jalisco, los diputados de Movimiento Ciudadano hemos propuesto una Ley de Participación Ciudadana que recupere la esencia y los valores de la vida democrática, y que reconozca el papel que los ciudadanos juegan en el entorno público. Se trata de darles voz y de hacer que los gobiernos recojan sus inquietudes y exigencias.
Con esta Ley de Participación Ciudadana, buscamos dotar de dinamismo la vida democrática a través de doce instrumentos agrupados en tres esferas: la participación directa, para recoger la voz de los ciudadanos a través del voto; la democracia deliberativa y la rendición de cuentas, para construir espacios de reencuentro, discusión y reflexión entre los ciudadanos y los gobernantes; y la corresponsabilidad ciudadana, para empezar a diseñar un esquema de participación con compromisos, acuerdos y cooperación.
Muchos políticos le siguen temiendo a la participación de la gente, no están dispuestos a escuchar, y prefieren vivir en el autismo gubernamental. Nosotros creemos que llegó la hora de construir un camino que consolide los mecanismos de participación ciudadana en nuestra sociedad, que hoy más que nunca tenemos que impulsar y regenerar la participación de la gente en la vida pública, ya que ésta sirve como un contrapeso a los abusos del poder, pero también como un instrumento de formación con el que aprendemos a organizarnos y a participar, y en donde los gobiernos aprenden a escuchar y a tomar decisiones que sirven a los ciudadanos.