Gobernantes, deportistas, estrellas de cine, multimillonarios y narcotraficantes de todo el mundo se encuentran en la lista de los llamados Panama Papers
La filtración de los documentos llamados Panama Papers, dados a conocer en reciente fecha por el Consorcio Internacional de Periodistas que agrupa a 107 medios informativos de 78 países y por el diario alemán Süddeutsche Zeitung, no es más que la confirmación de lo que siempre ha sido un secreto a voces sobre los vínculos de algunos de los hombres y mujeres más poderosos del mundo con sociedades financieras en paraísos fiscales.
Gobernantes, deportistas, estrellas de cine, multimillonarios y narcotraficantes de todo el mundo se encuentran en la lista de los que han realizado, sin pudor alguno, por conducto del despacho de abogados panameño Mossack Fonseca, maniobras para esconder su dinero (en algunos casos conseguido de manera ilícita) y con ello evadir impuestos.
Es claro que sin investigaciones exhaustivas por parte de las autoridades fiscales de cada país, sería casi imposible fincar responsabilidades a cada uno de los involucrados en este escándalo. Sin embargo, lo que quedó aún más claro es que los paraísos fiscales son la herramienta de los ricos y poderosos para hacerse más ricos y con ello hacer más pobres a los que ya lo son; además, y por si fuera poco, para eludir astutamente el pago de obligaciones fiscales en sus respectivas naciones.
La filtración de más de 11.5 millones de documentos de la firma panameña Mossack Fonseca sólo evidenció, de manera por demás deshonrosa, los enjuagues, primero, de los gobernantes abusivos y aprovechados de su cargo, que más que servir a su país se han servido de él; y segundo, a los ricachones ambiciosos y sin llenadera, que si bien sus dividendos pueden provenir de acciones lícitas, el hecho de que reciban ganancias de paraísos fiscales convierte dichas utilidades en un ilícito inmediato.
Por otro lado, también deben ser responsables de manera directa todos aquellos gobiernos del mundo, incluido el de México, que aunque no estén ligados directamente al ilícito en cuestión se ven unidos por la omisión o la falta de investigaciones a fondo por parte de sus autoridades fiscales, más aún si no se consigue señalar culpables para que se ejerzan las correspondientes acciones penales.
Ignominia significa afrenta pública, bajeza, canallada. Y el escándalo de los Panama Papers reúne, de todo a todo y por varios motivos, los sinónimos aquí descritos, porque tanto gobernantes como implicados particulares pusieron en la mesa, a la vista de todo mundo, lo más íntimo de sus propias miserias para que la humanidad advierta, vea, sienta, cómo los ricos se hacen más ricos a costillas de millones de pobres. Pobres que, con todo y su miseria a cuestas, pagan impuestos.
En un estudio de enero de 2016 titulado Una economía al servicio del 1%, la ONG Oxfam relacionó directamente que la evasión y la estructura global de paraísos fiscales sólo favorece desmedidamente el enriquecimiento de los adinerados y, con ello, el crecimiento de la pobreza.
En México, el Secretario de la Función Pública (SFP), Virgilio Andrade Martínez, aseguró el pasado 4 de abril que además de las investigaciones que realiza el Servicio de Administración Tributaria (SAT), haría una investigación a los funcionarios mexicanos que se encuentren incluidos en los documentos filtrados; no dijo entonces, ni hasta el momento en que se escriben estas líneas, que uno de los nombres de la lista dada a conocer sea el de Juan Armando Hinojosa Cantú, dueño de Grupo Higa, gran amigo de su jefe e implicado “en situación de todos conocida”. El hilo vinculatorio podría describirse así: Virgilio Andrade-su jefe-la Gaviota-Grupo Higa-la Casa Blanca (curiosamente, la vinculación se entiende igual al revés).
Total, que las investigaciones de SAT y SFP son tan limpias como el aire de la Ciudad de México; sabemos que van a hacer ruido mediático, que van a simular que investigan, pero no servirá de nada si no se castiga a nadie y si al final del día se exonera a funcionarios e implicados por igual.
El primer ministro de Islandia renunció (o lo renunciaron), y con ello se convirtió en la primera víctima del escándalo. Y aunque dicen que no hay primera sin segunda, hasta hoy no existe esa segunda. De los otros nombres implicados se saben declaraciones, dimes, diretes, pero nada más; no hay ni gobiernos ni implicados que asuman que son culpables y se entreguen cual delincuentes que son.
El tema parece tener aviso de “continuará…” Queda por saber qué falta por ser encontrado en los millones de documentos que aún no se revisan y analizan. Al parecer, la lista conocida hasta ahora es tan sólo una primera parte, de modo que habrá que esperar. Lamentable será que le apuesten al olvido aquí, allá y acullá. Eso sólo haría constar la falta de ética y la perversión de todos los implicados, incluidas las autoridades fiscales de todos los países que, ya sea por omisión o complicidad, han permitido este agravio.