En Medio Oriente, debido a la sensualidad evocativa, a veces exacerbada, se segrega o esconde a las mujeres que la practican
La danza árabe, también conocida como Bellydance, danza oriental o Raks Sharki, proviene de una milenaria tradición que desempeñaban las mujeres, y cuyo origen se remonta a las celebraciones de fertilidad, elementos de la naturaleza o religiosos.
Es un estilo de danza que se caracteriza por sus movimientos suaves y fluidos, coordinados, y a su vez disociados entre las diferentes partes del cuerpo, enfocados principalmente en la cadera y el vientre, con movimientos de pecho y hombro, mientras los brazos generalmente expresan suavidad.
Desde tu punto de vista, ¿a qué se debe el auge de la danza árabe?
A principios del siglo XXI inició el boom de la danza árabe a nivel mundial, después del ataque contra Irak, pues generó interés por conocer más sobre la cultura del Medio Oriente, a través de su danza. Incluso amigos de origen libanés o egipcio coinciden en que este conflicto bélico permitió revalorizar y resignificar el papel de la mujer frente a esta actividad artística.
El auge en Estados Unidos permite conocer la cultura hasta gestar una comunidad de danzarinas comprometidas que se solidarizaron con las mujeres que padecen los estragos de la guerra, hecho que permeó a nivel mundial.
Además se generalizó la importancia de la cultura física y se ponderó a la mujer como fuerte, audaz y veloz. Este fenómeno provocó que aumentara la impartición de clases, pues antes éramos un número reducido de maestras.
La danza del vientre es milenaria porque se origina en Egipto, en el periodo faranóico. Se caracteriza por efectuar movimientos femeninos sumamente evocativos y artísticos, que están relacionados con la fertilidad, la sensualidad, la religión y las formas de la mujer. En el antiguo Egipto se preparaba a las doncellas, pues debían estar adiestradas en conciencia y cuerpo para efectuar este ritual porque conlleva simbolismos que involucran todas las zonas del cuerpo.
Las caderas femeninas son más anchas y se mueven distinto en comparación con las masculinas, por eso, la danza tiene orígenes femeninos aunque en la actualidad también la practican los hombres. Es curioso que por los estereotipos hacia la mujer en países árabes no se les permita danzar, más que a la élite de danzarinas, debido a la sensualidad evocativa, a veces exacerbada, se segrega o esconde a las mujeres que lo practican porque son reprimidas y rechazadas por la religión islámica.
Por ejemplo, a principios del siglo XX, las mujeres podían bailar con vestuarios provocativos, prueba de ello son las películas de los años 40, pero en algunos países cuando el Islam cambió los códigos de comportamiento las obligó a cubrirse el ombligo con una piedra, tela o algo semejante al ser sinónimo de vergüenza. Aunque están orgullosos de su danza, no la ejercen abiertamente, incluso, se dice que algunas mujeres en Medio Oriente pese a la prohibición, la practican en secreto.
Algunas personas creen que se origina en Arabia Saudita, pero ancestralmente se efectuaba en diferentes países como Turquía, Egipto, Líbano, Grecia, Roma, entre otros.
En octubre del 2002 inauguré la escuela porque después de descubrir la danza árabe, decidí practicarla de manera profesional y asumir el compromiso integral con el cuidado del cuerpo. Se debe concientizar al cuerpo para entender en dónde inicia o termina cada movimiento corporal, es todo un arte, al ser nuestro vehículo de expresión.
La escuela tomó su nombre del libro de Lewis Carroll, con la finalidad de evocar la experiencia de ir más allá, y de sumergirse en la historia de culturas ancestrales del Medio Oriente, a través de la danza árabe.
Además, en junio del 2006 fundé la compañía Luna de Medio Oriente, que desde el 2007 cambió su nombre a Malaki-Dahab que significa “Reina-Oro” o “Reina-Dorada”. En este proyecto las alumnas más destacadas y bailarinas profesionales de la academia son invitadas a participar en eventos dancísticos y culturales. De hecho fue seleccionada por las embajadas de Egipto y el Líbano para representar la cultura y folklore de esas naciones. También realizamos presentaciones en múltiples escenarios.
¿A tus alumnas las involucras con la esencia cultural que conlleva esta actividad?
Sí, me gusta destacar la importancia que tiene cada movimiento, así como el cuidado y la salud que necesita el cuerpo; destinamos tiempo para impartir la historia de este baile. A las alumnas les recomendamos bibliografía, y afortunadamente muchas cuentan con información, lo cual nutre el espacio de aprendizaje.
Mi nombre real es Erika Olimpia García Figueroa Niño, pero adopté el sobrenombre de Jassiba después de leer novelas del escritor Alberto Ruy Sánchez, experto en temas del Medio Oriente. La verdad me enganché con este personaje desde que inicié a danzar, porque me permite entrar a un cuento de fantasía para liberarme.
En alguna ocasión, a los embajadores de Egipto y Líbano les expliqué que no era mi nombre real, entonces me contaron que en Medio Oriente las bailarinas adoptan nombres occidentales porque resultan más espectaculares.
¿Estás de acuerdo que en gimnasios, lugares no especializados, se impartan clases de Belly Dance?
Es un tema álgido, pero considero que es una opción para quienes empiezan a practicarla con una visión “fitness”. Aunque hay maestros capacitados, como requisito se les pide adecuar las sesiones para hacer ejercicio. Cuando di clases en un gimnasio, adecué la metodología de tal forma que siempre involucré al cuerpo, cuidando los movimientos, y les hice saber que no se trata de una rutina para sudar, porque danzar es un arte.
De manera profesional el cuerpo se debe cuidar con exigencia, porque en los entrenamientos se alcanza una intensidad física que a veces llega al extremo, por tanto, los músculos y las articulaciones deben estar bien preparados. Cuando se toma como una actividad complementaria no importa la complexión física o el cuidado alimenticio de las personas, claro que siempre se recomienda mantener saludable al organismo, pues es el vehículo para moverse libremente. No obstante, esta danza es sumamente generosa, de hecho se recomienda a personas con algún tipo de discapacidad, problemas articulares o mujeres embarazadas. Es una forma de encontrarse a sí mismas, porque logran comprender internamente todos los movimientos de su cuerpo.
Entre cuatro profesoras decidimos montar una coreografía basada en el cuadro “El jardín de las delicias” de El Bosco, para que a través de la danza las alumnas de la compañía plasmen los temas que se abordan en el cuadro.
Ojalá el público comprenda esta evocación de la pintura que presentaremos en el mes de agosto en el Teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.